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La gloria del Cholo Simeone
El técnico argentino logró el tercer título en Atlético de Madrid, nada menos que ante Real Madrid; "Cuando perdimos la última vez que vine a este estadio lo único que pedí fue poder jugar una final contra ellos", dijo
MADRID.– Diego Simeone nunca había sufrido tanto un partido. No paró de caminar, de gritar órdenes, de sacudir las manos. Casi termina a los golpes con dos rivales. Cada tanto apretaba las muelas y fruncía la nariz, en un gesto de dolor que parecía acompañar el drama de los 30.000 hinchas de Atlético de Madrid que habían copado el fondo norte del santuario rival, el Santiago Bernabéu.
Pero cuando terminaron esos 120 minutos de fútbol chato pero electrizante, Simeone se quedó en silencio, como paralizado mientras sus jugadores celebraban el fin de un maleficio: después de 14 años volvían a ganarle al Real Madrid y se coronaban campeones de la Copa del Rey .
"Hubiera firmado esperar todos esos años si me decían que el día en que ganáramos iba a ser así", dijo ya de madrugada Simeone, sin bromear. Empezaron perdiendo, se salvaron de tres tiros en los palos, su arquero, Thibaut Courtois, sacó dos pelotas imposibles en el alargue… La redención del Aleti no pudo ser más fiel a su técnico: le bastó una combinación de despliegue físico, concentración y espíritu de lucha para derrumbar a un rival desangelado, que terminó rendido, sin técnico y sin Cristiano Ronaldo .
El 2-1 final y la postal del equipo con la copa entregada por el rey Juan Carlos al capitán Gabi se vivió como un pequeño "Maracanazo" en las tribunas que ocupó Atlético en el Bernabéu, rápidamente vacío de madridistas. El karma era demasiado duro para los colchoneros. En los ingresos al estadio, un grupo de hinchas rivales los recibía con billetes de 1000 pesetas, la moneda vigente en los días del último triunfo, en 1999.
Cuando Cristiano Ronaldo mandó a la red un cabezazo perfecto, toda la ilusión de la gente y el planteo de Simeone parecían chocarse con la misma pared. Real Madrid pareció cumplido. Un Mourinho enojado con sus jugadores, con la prensa y con los hinchas (lo recibieron con silbidos) se pasó todo el primer tiempo en el banco, como si su presencia allí fuera sólo una obligación contractual. Y el ímpetu inicial de Modric y del propio Cristiano se esfumó en un ir y venir de pases sin destino.
Simeone empujaba al equipo. Tenía un gesto para cada jugador. Por momentos se metía en la cancha, como si quisiera jugar él, hasta que su asistente Germán Burgos se acercaba a hablarle al oído. Como si fuera su otro yo racional. De pronto apareció Falcao. Casi al final del primer tiempo les hizo un nudo a Raúl Albiol y a Sami Khedira y puso de cara al arco a Diego Costa. 1 a 1.
El sufrimiento grande estaba por venir. Real Madrid amagó con arrollarlo y sólo un enorme infortunio le impidió marcar a Benzema, primero, y a Özil, después. Ya con la paz del triunfo, Simeone iba a ser franco: "Tuvimos suerte. Ellos son mejores, juegan mejor. Pero hicimos un partido terrible, extraordinario, con un espíritu enorme", declaró, al borde de la emoción.
Mourinho se paró una sola vez del banco y fue para insultar al árbitro y salir expulsado. El paso de los minutos exhibió a un Real Madrid descorazonado, ante un rival incapaz de contar cuatro pases seguidos pero dispuesto a pelear cada posesión como si le fuera la vida en eso.
Ya desde antes de empezar el tiempo suplementario el Atlético se sentía en dominio de la situación. Llevó al local a los empujones hasta su arco y en las tribunas rojiblancas algunos empezaron a creer en el milagro. Había adolescentes que nunca habían visto a su equipo ganarle al gigante mundial con el que le toca compartir ciudad.
Y se dio. El brasileño Miranda emergió como el héroe inesperado. Simeone se desesperó. Entró en el campo, empezó a empujar a los jugadores, sacó a calentar a todos los suplentes. Burgos caminaba de acá para allá con una carpetita verde. Faltaba el momento de Courtois, que le sacó un gol cantado a Özil y le frustró una ocasión final a Higuaín, que entró en los 30 finales. Di María también intentó una jugada de videogame por la punta izquierda y descontroló a Simeone; las manos a la cabeza y la mirada al suelo, como quien se acaba de enterar de una tragedia. Ya estaba. La expulsión de Cristiano y un tumulto en el que Simeone casi termina a los golpes con el portugués Pepe redondearon la noche dramática del Bernabéu.
"Cuando perdimos la última vez que vine a este estadio lo único que pedí fue poder jugar una final contra ellos", confesaría minutos después Simeone. En el Atlético lo idolatran: fue el símbolo del último equipo que salió campeón local, en 1996, y en un año y medio de técnico ya le dio dos copas europeas y esta que ayer le entregó el rey.
Hoy la exhibirá en la fuente de Neptuno, el lugar de los tradicionales festejos rojiblancos. Cuentan que en los años de hambruna del franquismo a la estatua del dios con el tridente un día le colgaron un cartel que decía: "Dadme de comer o quitadme el tenedor". Simeone y su equipo acaban de darle un gran motivo para seguir luciendo sus armas.
6 títulos ganó Simeone como DT: Apertura 06 (Estudiantes), Clausura 08 (River), Europa League 12, Supercopa de Europa 12 y Copa del Rey 12/13 (Atlético de Madrid).
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