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La genialidad y el carácter de Jude Bellingham rescataron a una Inglaterra que pasó con angustia pero sigue sin convencer
El equipo de Southgate, pese a su agónica clasificación a cuartos, continúa sin dar una imagen sólida, atractiva, convincente.
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Jude Bellingham había arrancado su primera temporada vestido de blanco en el Real Madrid con una imparable racha goleadora que encerraba una peculiaridad fuera de lo común, su llamativo oportunismo para sacudir las redes rivales más allá del minuto 90 y decidir partidos cerrados, con el resultado en el aire. Estrenó el método en la cuarta fecha de la Liga, con un gol a los 95 contra el Getafe (2-1); repitió dos semanas más tarde frente al Unión Berlín en Champions (1-0 en el 94). Un mes después definiría el clásico ante el Barça en el Camp Nou (2-1 en el 92), y volvería a hacerlo en la revancha jugada en el Bernabéu (3-2 en el 91). Fue a partir de ese encuentro, en abril, que su efectividad comenzó a menguar y su juego pareció perder algunas gotas de brillantez.
Este mismo sábado, Bellingham celebró en la concentración de la selección inglesa su cumpleaños número 21, una edad en la que la mayoría de los futbolistas están soñando con debutar en Primera y que el volante británico asume con una madurez y capacidad de liderazgo sorprendentes. La Eurocopa 2024 no venía siendo su mejor torneo, tampoco el de su equipo, abrumado por las críticas de la prensa debido al “pragmatismo conservador” del que se acusa al entrenador Gareth Southgate y la consecuente falta de funcionamiento ofensivo. El “10″ de los Three Lions apagó las velitas consciente de estar en deuda, y 24 horas más tarde la saldaría con creces.
En el minuto 95, con apenas una vuelta más del segundero por delante, Inglaterra estaba eliminada. La muy interesante selección de Eslovaquia le ganaba 1 a 0 tras una primera mitad de muy buen fútbol, coronada por un golazo de Iván Schranz luego de una larguísima sucesión de pases y paredes; y aguantaba la carga de infantería provocada por la incorporación masiva de delanteros, aunque eso atentara contra el orden y la ortodoxia.
Fue entonces cuando, a la desesperada, Kyle Walker metió un lateral en el área, Marc Guéhi prolongó el envío con una peinada, y cerca del punto del penal Bellingham inventó una chilena perfecta, conectó de derecha y mandó el partido al alargue. Enseguida, a los 55 segundos de la reanudación, el lungo Iván Toney corrigió de cabeza un remate pifiado de Eberechi Eze, Harry Kane lo mandó al fondo del arco con un frentazo y sentenció el pase de uno de los favoritos a cuartos de final.
Lo mejor del partido
Por supuesto, antes de esos dos minutos que dieron vuelta la historia hubo otros 93 de partido, y también en ellos, el crack del Real Madrid hizo lo imposible por remendar las costuras de un conjunto con demasiados agujeros. Desde su posición de interior derecho, Bellingham se tiraba atrás para ser el primer pase en la salida, buscaba asociarse con Kobbie Mainoo (uno de los pocos con los que encontró sintonía), aparecía de pronto por izquierda para triangular con Phil Foden y Kieran Trippier, colaboraba en defensa tirándose a los pies de los muy buenos mediocampistas eslovacos cuando hacía falta -Stanislav Lobotka fue la figura de la cancha-, buscaba el cabezazo en el área adversaria y hasta se daba tiempo para levantar el ánimo de sus hinchas, más proclives al silbido que al aliento después del gol de Schranz. La realidad es que no consiguió demasiado.
Inglaterra, pese a su agónica clasificación a cuartos, continúa sin dar una imagen sólida, atractiva, convincente. Mejoró algo con la pelota respecto a la fase de grupos con el ingreso de Mainoo en el centro del campo, sobre todo cuando logró situarse unos metros por delante de Declan Rice y asomarse a la medialuna rival, pero ni siquiera así tuvo fluidez para alimentar a Kane (apenas intervino en los 45 iniciales), poner uno contra uno a Bukayo Saka por la banda o brindarle opciones a Foden para probar desde afuera.
A la lentitud en la salida y una rigidez en la ofensiva que sólo intentaban quebrar la movilidad de Bellingham y las subidas por izquierda de Trippier, los de Southgate se le agregó una enorme dificultad para recuperar el balón, lo cual permitió a Eslovaquia circularlo sin oposición y generar las ocasiones más claras mientras tuvo aire en los pulmones y valentía para sostener el guión inicial de defensa adelantada.
Los cambios que fue introduciendo Southgate, cuyo puesto estuvo pendiente de un hilo durante más de una hora, desordenaron a los suyos -Saka, el extremo derecho del Arsenal, jugó de lateral izquierdo el último cuarto de hora-, pero sirvieron para encerrar a los eslovacos en torno al expeditivo Martin Dubravka. Los tantos en el último instante del tiempo “normal” y en el primer suspiro de la prolongación fueron una consecuencia de la perseverancia de uno para ir, aunque sin saber muy bien cómo; y de la renuncia del otro a hacer algo diferente que resistir como podía.
Incluso después, con el 2-1 en la chapa, el equipo británico volvió a desteñir su imagen, refugiándose en su campo y dejando que llovieran sobre la zona de Jordan Pickford centros que crearon zozobra e incertidumbre hasta el silbato final del árbitro.
Sigue en carrera Inglaterra y avanza por el lado en teoría menos complicado del cuadro. Su hinchada, que volvió a copar más de las tres cuartas partes de un estadio, terminó cantando con tanto fervor como alivio una victoria demasiado complicada para sus aspiraciones de romper con 58 años de sequía de títulos. Suiza, un equipo con más argumentos que Eslovaquia, es su próximo obstáculo y necesitará bastante más que la puntual genialidad de Bellingham para superarlo.
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