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Boca y la sede de la final de la Copa Libertadores: Flamengo, Fluminense, la Confederación brasileña y la Conmebol se pelean por el Maracaná
La historia detrás de la definición del lugar para la gran final del 4 de noviembre
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La historia se repite: como ocurrió en 2018 y 2019, el escenario de la final de la Copa Libertadores estuvo envuelto en polémicas. Desde el fallido partido revancha en el Monumental entre River y Boca, la Conmebol se decidió por finales únicas. La primera fue en su estadio homónimo de Lima, pero no era la sede original: las revueltas en Santiago de Chile obligaron a modificar el país. Y el encuentro más importante del fútbol sudamericano se trasladó a Perú. Ahora, la controversia se enfocó en el estadio Maracaná, de Río de Janeiro.
Boca, protagonista del partido decisivo, miró de reojo cómo se pelean su rival, Fluminense, la Confederación Brasileña de fútbol (CBF), la Conmebol y Flamengo, administrador principal del Maracaná y el club más rico de Brasil y del continente. El último equipo del argentino Jorge Sampaoli se puso firme: quiere jugar en la catedral carioca su partido ante Bragantino por el Brasileirao. ¿La fecha? Sábado 28 o domingo 29 de octubre. Es decir, una semana antes del encuentro que coronará al nuevo campeón del fútbol sudamericano.
La Conmebol, por su parte, pretende bloquear el Maracaná con la mayor anticipación posible: dos semanas. En Luque, a pocos kilómetros de Asunción (Paraguay), entienden que el césped del estadio no está en condiciones de afrontar dos partidos en menos de una semana. Y aseguran que los administradores del Maracaná sabían con la suficiente antelación de los planes de la confederación sudamericana. La CBF, por otra parte, juega abiertamente para Flamengo. Y le da la razón en su postura: entiende que está en su derecho de querer ser local en el principal estadio de la Cidade Maravilhosa.
El presidente de la CBF, Ednaldo Rodrigues, acudió a la capital paraguaya para reunirse con Alejandro Domínguez, presidente de la Conmebol, Claudio Tapia, máximo dirigente del fútbol argentino, Juan Román Riquelme, vicepresidente de Boca, y el vicepresidente de Fluminense. El encuentro estaba previsto de antemano para discutir toda la logística y las cuestiones operativas del partido que coronará al nuevo monarca continental. Pero con la polémica por el estadio tomó mayor relevancia. El diario O Globo, de Brasil, adelantó en su edición digital que Domínguez amenazó a Rodrigues con mudar la final del Maracaná.
El único antecedente de Fluminense vs. Boca en el Maracaná: semifinales 2008
En las oficinas de la Conmebol rechazaron aquella versión. Nadie habló de amenaza, aunque sí de descontento porque el máximo dirigente del fútbol brasileño “juega” para Flamengo en lugar del otro club brasileño, Fluminense. Que es, en definitiva, el finalista de la Libertadores. Pero Flu tampoco habla. Mandó a una delegación integrada por su vicepresidente y por el mítico Fred, que colgó los botines el año pasado y ahora es ejecutivo de fútbol del club.
Fluminense no tiene mucho margen de maniobra con la CBF: su entrenador, Fernando Diniz, también es DT interino de la selección brasileña, que paga por sus servicios al club. Y tampoco puede hacerse el loco con Flamengo, que abona la mayoría de las facturas de mantenimiento del Maracaná.
“Ninguna posibilidad”, aseguran fuera de micrófono dos fuentes de la Conmebol ante la consulta sobre una eventual mudanza de la final. Es cierto que a 16 días del encuentro el césped del Maracaná precisa cuidados extremos. Sobre todo, en la antesala de un partido que será transmitido para 194 países en directo, con la ayuda de drones y hasta helicópteros. En eso se ampararon desde Paraguay para pedir que Flamengo se mude a otro estadio para jugar con Bragantino su compromiso por el Brasileirao.
Finalmente, la reunión en la sede de la Conmebol despejó las dudas y por la noche se ratificó que la final de la Copa Libertadores se jugará el 4 de noviembre en el estadio Maracaná. Será la CBF la encargada de definir cuándo y dónde Flamengo, que quería usar el estadio carioca para el Brasileirao, disputará su encuentro ante Bragantino. De eso dependerá la fecha exacta en la que la Conmebol podrá disponer de la catedral del fútbol brasileño para preparar el encuentro decisivo del máximo torneo continental.
Boca, en tanto, espera. También fue a Paraguay para la reunión, pero sabe que su fútbol (y sus chances de levantar la Séptima) pasan por otro lado. Una pelota parada, un contragolpe preciso... incluso las manos de Sergio “Chiquito” Romero, el especialista en penales. Le da igual el césped aunque, claro, si el terreno de juego no está en las mejores condiciones, no protestará. Para Fluminense, un equipo que presiona alto y que tiene la mayor cantidad de pases verticales de todo el torneo brasileño, la precisión es fundamental.
El fútbol sudamericano está acostumbrado a idas y vueltas. El hincha de Boca todavía recuerda lo ocurrido en 2018, cuando se trasladó dos veces al Monumental para el fallido partido de vuelta con River para la final de la Copa de aquel año. Luego de la suspensión por incidentes arreciaron las versiones: de Mendoza a Córdoba. De Asunción a París. De Doha a Miami. La Copa Libertadores de América terminó en Madrid, una de las principales capitales europeas. El escenario actual no parece tan drástico como aquél. Al pueblo xeneize no le importa. Su única obsesión es el resultado: quiere festejar su séptimo título continental.
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