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La FIFA es una historia sin fin
"Eres el paraíso que Dios bendijo". Luis Alberto del Paraná canta Acuarela paraguaya. Suena el arpa. Parece una peli de Isabel Sarli. Pero el Armando Bó director de El presidente, nieto del Armando Bó de la Sarli, no desnuda a "La Coca", sino a Julio Grondona. Y "Don Julio", más que la Sarli, parece Robert De Niro en El irlandés, viejito simpático que recuerda sus crímenes mafiosos desde un geriátrico. En El presidente, la serie de Amazon, Grondona nos saluda desde el cajón. "Bienvenidos a mi velorio", dice. Y nos contará durante ocho episodios la cultura de sobornos de los "buenos muchachos" de la Conmebol con sede paraguaya en Luque, hotel VIP e inmunidad diplomática incluidos. "Mejor que el Vaticano". Al finalizar cada episodio, en letra chiquita, El presidente aclara que la serie está "inspirada en hechos reales", pero "ficcionados con fines dramáticos". Es decir, no hay documental. Hay entretenimiento.
La bonita mexicana Karla Souza, agente del FBI, protagonista clave, no es entonces real. Pero vende más que el agente especial del Servicio de Recaudación de Impuestos (IRS) de Estados Unidos Steven Berryman, investigador clave del FIFAgate, el escándalo de corrupción que explotó tras la doble votación comprada de 2010 que dio a Rusia y Qatar los mundiales que querían Inglaterra y Estados Unidos y que mandó a la cárcel o al exilio a buena parte de la dirigencia internacional. No a Grondona, que falleció a tiempo. Su narración desde la tumba es una gran idea, aunque pasible de juicio, según avisa su familia, enojada porque Don Julio murió bajo sospecha eterna pero inocente. Lo sabe la justicia de Estados Unidos, que da todos los indicios pero lo llama "co-conspirador #1", sin nombre. Grondona tampoco es El presidente de Amazon. Ese personaje es el dirigente chileno Sergio Jadue, porque la serie nació en Chile. Jadue es hoy testigo protegido. Casa en Miami, 2500 dólares mensuales y, según su ex esposa, Mercedes-Benz. Cambió pena por delación. Igual que Alejandro Burzaco, sobornador primero y delator luego, y a quien la serie, que dura ocho horas, dedica apenas dos minutos.
El presidente ("una serie de tono satírico", la definió el propio Bó) puede atrapar a aquél a quien no le importe tanto la verdad. Grondona y Jadue (fabulosos los actores Luis Margani y Andrés Parra) hacen creíbles los sobornos. "Joseph Blatter" le dice al ambicioso Jadue que para llegar a la FIFA debe ganar títulos. El chileno le pregunta qué título ganó él como para ser el presidente. "Nosotros", le responde el suizo, "somos los bancos". Y Grondona-Margani nos dice que si "la historia la cuentan los que ganan", el FIFAgate es entonces una historia de Estados Unidos. "Ellos son los guionistas; nosotros, unos corruptos de m...". Ficción o realidad, Estados Unidos, policía mundial repentinamente interesado "en el bien del fútbol", aplica su Ley Rico y dictamina que la FIFA es una "organización criminal". Escucha teléfonos, ve correos y oculta micrófonos. Donde sea. Y al detenido que no delata lo amenaza hasta con ochenta años de prisión.
En Zúrich pasan cosas
El presidente muestra a Estados Unidos finalmente recompensado. La nueva FIFA de Gianni Infantino aprendió la lección y ya le dio el Mundial de 2026, junto a México y Canadá. La serie se despide resucitando también a João Havelange, sugiriendo acaso capítulos futuros para que el brasileño cuente su propia versión. ¿Y el presente? Pocos saben que, en plena pandemia, la FIFA de Infantino, supuestamente limpia y ética, podría estar iniciando su propio FIFAgate. No se trata del FBI, la CIA ni la DEA. Lo filtró Football Leaks, el Wikileaks de la pelota que tanto molesta al poder (que por eso encarcela a los autores de las filtraciones). Football Leaks provocó un terremoto en la justicia suiza. Contó reuniones secretas e ilegales de sus fiscales con Infantino. Ya está bajo juicio político el fiscal jefe Michael Lauber, que se reunió con Infantino en Berna, en un hotel de propiedad qatarí. Suiza no es policía mundial como Estados Unidos. ¿Pero sigue acaso protegiendo a la FIFA? Las causas que inició tras la histórica redada de 2015 en Zúrich van lentas. Algunas (sobornos alemanes para el Mundial 2006) hasta ya han prescripto. Otras lo harán pronto.
¿Y si Qatar ganó su insólita sede también por intereses europeos y sólo aleccionamos con la corrupción latinoamericana? ¿Cerrarán o prescribirán más causas que podrían preocupar a Infantino? ¿Qué dirán a todo esto las comisiones de Ética y Disciplina de la FIFA que Infantino renovó a su gusto? Michel Platini, que era el sucesor cantado de Blatter hasta que también a él le apareció una causa de corrupción, inició un juicio y exige ahora la renuncia de Infantino, que era su segundo en la UEFA. Infantino fue reelegido por la FIFA en 2019 por aclamación, sin rivales, al viejo estilo Grondona. Sucede en la calle Viamonte. Y sucede en Zúrich.
En febrero pasado, FINMA, vigilante del delicado sistema financiero suizo, sancionó a uno de sus bancos, que, según demostró el FIFAgate, fue utilizado por dirigentes latinoamericanos para ocultar dineros sucios. El banco, que también tiene sede en Zúrich, lleva un nombre que suena a otra ironía de Don Julio. Se llama "Julius Bär".
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