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La escultura que eternizará al Trinche Carlovich, el mito del fútbol argentino
ROSARIO.- Hay una ronda en un taller de arte. Hay hijos, retratos, grabados, dirigentes de fútbol, tapabocas, expectativas, políticos, pinceles, bustos de arcilla, réplicas, paredes pintadas de rojo, afiches de muestras internacionales, murales, amigos, dibujos, café, una noche de invierno, cinco fotos de un exfutbolista en calidad baja y un artista: Marcelo Castaño. Todo está amontonado y apilado pero con un orden metódico y el metro y medio del distanciamiento social que la pandemia del coronavirus impone. El artista polifacético que fue restaurador de esculturas públicas de Rosario y ahora es docente jubilado de la escuela de Bellas Artes sabe que es una noche decisiva. Diez días después, dirá: "No le había contado a nadie que ya tenía la cabeza de la escultura. Me la jugué. Tomé coraje y les dije: ‘Por favor, vengan para acá’".
Y los parroquianos fueron al rincón que indicó Castaño. Ahora hay una bolsa de nylon negra. El escultor la quita y aparece el busto del futbolista mito: Tomás "Trinche" Carlovich. Al lado del escultor está Bruno, el hijo del ídolo de Central Córdoba. Castaño lo mira y advierte que el hijo está quebrado. Luego, cada uno de los integrantes de la reunión comienzan a sacarse fotos con el molde de arcilla de la escultura. "El primer paso, ya está. Ya pasó la prueba de fuego", pensó el escultor. "Ellos habían venido al taller pensando que íbamos a charlar sobre el proyecto, pero no pensaban que yo tenía la cabeza lista".
—¿Sentís que existe una potencia en esa frontera entre la realidad y la fantasía a la hora de ejecutar una obra?
—Eso es lo más difícil. Ese es el punto más álgido.
Hacer una figura de índole popular es extremadamente compelo. Porque cada ser humano lo ve de una manera diferente. Previendo la multiplicidad de miradas que existen sobre una obra, Castaño se autoimpuso una meta: "Si los familiares y los amigos del Trinche no me aprueban la cabeza, yo no la hago". Pero la aprobación fue inmediata.
La escultura del hombre que dicen que fue mejor que Diego Maradona, del futbolista que bailó al seleccionado argentino -que se estaba preparando para el Mundial de Alemania Federal 1974- jugando para un combinado rosarino, del 5 de Central Córdoba que brilló en la B Metropolitana, del inventor del doble caño, del bohemio, talentoso y dúctil mediocampista, ya estaba en marcha.
—¿Cuánto hay de mito y cuánto hay de realidad en la historia del Trinche?
—Lo pienso y lo vivo permanentemente. Cada persona que se entera que voy a hacer la escultura, me cuenta infinidad de anécdotas. Y yo no sé qué es mentira y qué es verdad. Pasa lo mismo que cuando se murió el Negro Fontanarrosa, parece que todo el mundo era amigo del Negro. Y eso no es así. Eso es una mentira.
Cinco días antes de reunión, Marcelo Castaño se encerró en su estudio de Pasaje Casablanca, en la zona sur. Trabajó día y noche con arcilla para poder moldear el rostro del jugador que nació el 19 de abril de 1946, el que no le gustan los lujos, el que siempre andaba en bicicleta, el menor de siete hermanos, el pibe que vivió en el populoso Barrio Belgrano, en el oeste de Rosario. Desde que le llegó la propuesta, al escultor le tocó convivir con amigos del Trinche, compartir mucho tiempo con Bruno, el hijo, con gente vinculada al fútbol. Castaño encontró una ley general: "todos llegan a un acuerdo, el Trinche no tiene enemigos". Ni en Newell's, ni en Rosario Central. En una ciudad dividida por una pasión futbolera irreconciliable, el Trinche sobrepasa los límites.
"Estuve cinco días trabajando sin parar. Tuve que acelerar el paso. Tener la cabeza lista era mi carta. Me arriesgo o se termina la historia", dice Castaño, mientras se encuentra en pleno proceso de la estatua que se emplazará en el estadio Gabino Sosa, del club Central Córdoba de Rosario. El Trinche fue víctima de un violento robo que lo llevó a la muerte el pasado 8 de mayo, mientras andaba en su bicicleta.
—¿En la ciudad de Messi no hay un monumento a Messi? ¿Qué pensás sobre que haya antes una estatua del Trinche?
—Para mí es un orgullo. Es una cosa que va a quedar. Una obra que hago junto a mi hijo, que participa conmigo en la ejecución. Estas cosas que quedan a uno lo trascienden. Lo importante es lo que el Trinche siempre transmitió.
El artista se concentra en una imagen, en una copia de una foto. Y en lo que la foto transmite. "Ha sido una persona sumamente especial. Muy callado, muy introvertido, no hablaba de las cosas de él", reflexiona el artista, mientras recuerda una anécdota del Trinche que es una síntesis: "Dicen que un día el Trinche paró un taxi y pidió que lo llevara hasta el Gabino Sosa. El tachero le dijo que ahí tenía un amigo, el Trinche. Y se puso a contar un sinfín de historias del jugador sin reconocer a quién estaba llevando. El jugador, que era el pasajero, escuchó con atención. Al llegar al estadio de Central Córdoba, mientras se bajaba, le dijo al taxista: ‘Si lo ves al Trinche, mandale saludos’. Esas historias lo hacen llamativo. Un hombre de grandes valores deportivos que prefirió la humildad".
—¿Cómo se hace para expresar todos esos valores en una escultura?
—No es egoísmo, pero eso, queda en mí. Yo me remito profesionalmente a que la escultura satisfaga a la mayor cantidad de gente. Mi única opción es tratar de hacerlo lo más semejante posible.
En el taller de Castaño hay obras por todos lados. Es un enorme collage donde conviven réplicas del monumento del Grito de Alcorta, del rostro de Isaac Newell´s, dibujos, grabados y hasta un altar pagano con tres velas usadas en donde el artista le reza a Maria Grazia Cucinotta, la actriz italiana, mundialmente conocida por su actuación en El Cartero de Neruda. Castaño cree que los distintos lenguajes permiten construir otras cosas. Mientras escucha tango dibuja un bandoneón. Entre los símbolos y las pasiones, siempre subyace una mirada crítica contra las injusticias. De hecho, Desafinados, una de sus primeras muestras, cuestiona el lugar de los enfermos mentales en la sociedad.
—¿Hay una línea en tu trayectoria que se asemeja con el recorrido del Trinche?
—Mirá, si yo le pongo la pasión que le debería poner a esta escultura, ponele la firma que no me la aprueban. Una vez, Picasso hizo el retrato de una mujer. Ese retrato fue un garabato cualquiera. Dicen que la mujer preguntó: ‘¿qué es esto?’. Y Picasso le respondió, ‘Hay que parecerse, hay que empezar a parecerse’. Lo que a mí me importa son las facciones. Yo trato de concentrarme en la imagen. Ha sido una persona sumamente especial.
—¿Cómo se concilia la pasión con el gusto de la gente?
—Qué sé yo… Él iba a la cancha a divertirse…
La estatua será de tamaño real. La escultura del Trinche estará sentada en el sector del estadio que da a la calle Virasoro. Castaño revuelve el pasado mientras repasa cinco fotos de baja calidad y trata de recuperar una sonrisa del ídolo. La cabeza que ya realizó es de arcilla. El resto del cuerpo, tamaño natural, se hará con hormigón, con una estructura de hierro y luego se va a patinar con bronce. "El cuerpo no me preocupa, el 97 por ciento de la obra es la cabeza. Es como una linda mujer. Lo primero que me llama la atención es la cara".
—¿Y en el rostro está la mirada?
— Está la mirada, pero también están la fantasía y la picardía.
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