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La épica aparece en el guión perfecto de Lanús
Todos los entrenadores saben que finalmente pierden; hoy, la temporada siguiente o ayer. Y sólo en algunas ocasiones, ganan. Jorge Almirón una y otra vez se afirmó en sus convicciones, aunque no le alcanzaran para ganar nada. Porque ese era su currículum de títulos cuando desembarcó en Lanús : cero. Almirón creció en la derrota, pero nunca se apartó de su idea. La Copa Libertadores es para los vivos, asegura ese latiguillo que bastardea la nobleza. Y en su maletín de herramientas incluye simular, protestar, especular y agotar el tiempo hasta la exasperación. El premio que esconde el pragmatismo es ser un campeón inteligente. Claro que algunos prefieren otras vías. Lanús fue Lanús en Porto Alegre, con las señas de identidad que hace tiempo le inyectó su conductor. Perdió, resumirán los profetas del apocalipsis. Anoche perdió, es cierto. Como con San Lorenzo y contra River en la ida…, magníficos antecedentes. Lanús está convencido de su destino de éxito y martilla con una fe apostólica.
Almirón fue sincero con la propuesta y coherente con la ejecución. Nunca despreció la pelota y eligió la búsqueda como método de control en el estadio Arena Gremio. Por eso Román Martínez casi coronó con un gol memorable una interminable cadena de pases cerca del final del primer tiempo. Se puede resistir o jugar, y Lanús perdió jugando. Justo cuando el partido se consumía ya sin más vibraciones. La bronca desafía al equipo del Sur. Y no se paraliza, se rebela en la adversidad. Perdió en el Nuevo Gasómetro y renació en la Fortaleza. Tropezó en el Monumental y construyó una hazaña de nuevo en la Fortaleza. Atención, está entrenado. Los trazos heroicos le sientan bien.
Como en el fútbol lo último traspapela lo anterior, a Lanús le falta aprobar la última materia: asegurarse de que el sueño se vuelva realidad. Podrá hacerlo en la Fortaleza. En los próximos siete días se observará al Almirón de siempre. Él es un hombre que no se distrae ni contamina. ¿Alguien le escuchó algún mensaje revanchista o lacrimógeno? Cuando llegó a Lanús fue generoso para correrse y destacar el legado de los mellizos Guillermo y Gustavo Barros Schelotto. Lanús fue leal a los enunciados de su entrenador. Aunque lo escruten o endulcen, y aún a 90 minutos del Olimpo granate, Almirón insistirá en que no ha tenido una gran incidencia en la revolución que vive Lanús. Antes de llegar al club, sólo encadenaba derrotas. Justamente tantas caídas le agudizaron el sentido de la discreción. No le teme a las derrotas. Como Lanús, que las usa de combustible para desafiar a los pronósticos más sombríos.
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