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La dinastía Solari, una familia que es sinónimo de fútbol: los patriarcas que fundaron un semillero inagotable, el embajador en la Casa Blanca de Madrid y el hijo del Príncipe
De Jorge y Eduardo Solari en adelante, ya son tres las generaciones que dedican su vida y triunfan en el fútbol; un caso con pocos antecedentes
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A pocos metros de la ruta 9, quince kilómetros antes de llegar a Rosario, un cartel de chapa da la bienvenida a Renato Cesarini. Dice: Por el bienestar de todos cuidemos la conducta y la limpieza. Al pasar el portón de ingreso aparece una cancha de fútbol con un alambre perimetral y un césped verde inmaculado. A un costado, los vestuarios y una pileta de natación. Y al levantar la mirada, los árboles compiten con los arcos de fútbol y se pierden en el horizonte. Son más de 50 canchas repartidas en un predio de 35 hectáreas. Este es el lugar en el mundo de Jorge y Eduardo Solari, patriarcas de una familia que en tres generaciones acumula 12 jugadores profesionales de fútbol, algunos de ellos integrantes de la selección argentina, varios devenidos directores técnicos y, como legado final, fundadores del club amateur que mayor cantidad de futbolistas formó en sus divisiones inferiores.
El primer eslabón de este clan es Jorge Indio Solari (81 años), que debutó en primera división en Newell’s Old Boys en 1960 como volante derecho, continuó en Vélez Sarsfield, jugó en River Plate desde 1964 hasta 1970 y fue titular en el Mundial de Inglaterra 66. Pasó por Estudiantes de La Plata y allí obtuvo su mayor logro como jugador: la Copa Libertadores. Luego de un breve paso por Torreón de México, en 1974, se retiró de la actividad.
“Éramos cuatro hermanos varones. Los dos más grandes ya fallecieron; uno era médico y el otro farmacéutico. Mi vieja llegó de España a los 11 años con su hermana, escapando de la guerra, y siempre nos repetía a Eduardo y a mí: ustedes dos me agarraron cansada y en lugar de estudiar se dedicaron al fútbol”, cuenta Jorge a LA NACION, mientras camina al costado de una de las canchas.
El menor de los hermanos Solari, Eduardo (72 años), se diferenció de Jorge y se inició como jugador en la vereda de enfrente: Rosario Central. Fue un volante central que formó parte del plantel canalla que obtuvo el primer título de su historia, el Campeonato Nacional de 1971, y tuvo un rol destacado en el segundo torneo que ganó Central, el Nacional de 1973. En 1975, fue convocado a la selección nacional conducida por César Luis Menotti. Al año siguiente pasó a Junior de Barranquilla, en Colombia, donde fue campeón. Luego volvió a Argentina para jugar en Gimnasia y Esgrima de La Plata, Argentinos Juniors (fue compañero de Diego Maradona), Atlético Tucumán y finalizó su carrera en Renato Cesarini en 1981.
Primero jugadores y luego entrenadores
Luego de finalizar su carrera como futbolistas, los dos Solari se dedicaron a la dirección técnica. Jorge, que debutó y es hincha de La Lepra, comenzó dirigiendo la sexta división de Rosario Central. “Hoy la rivalidad es tremenda, pero yo no comparto ese pensamiento. Soy de Newell’s y siempre quiero que gane, pero también que le vaya bien a Central. Si los dos ganan, se beneficia la ciudad y crecemos todos”, opina Jorge Solari. Luego de su paso por Rosario Central dirigió varios equipos mexicanos y colombianos, después entrenó a Vélez Sarsfield y en tres ciclos diferentes fue técnico de Newell’s Old Boys. Fue campeón con Independiente en la temporada 1988/89 y en 1990 llegó a Tenerife, donde dirigió a su yerno, Fernando Redondo (casado con su hija Natalia). Acompañado por su hermano Eduardo, fue entrenador de la selección de Arabia Saudita en el Mundial de Estados Unidos de 1994, donde lograron la histórica clasificación a octavos de final. “Con Arabia hicimos la mejor campaña de la historia, pero nos tuvimos que ir porque el rey se enojó con nosotros. No pusimos a un jugador que él decía que era el Pelé árabe. Tenía 37 años y diez kilos de sobrepeso, y nosotros necesitábamos jugadores rápidos. El rey se calentó, y después del Estados Unidos, no nos llamaron más”. Tras la experiencia mundialista, Jorge siguió viajando por el mundo. Huachipato en Chile, Barcelona en Ecuador y Yokohama Marinos de Japón fueron los clubes donde fue técnico. También pasó por equipos argentinos como Almagro, Tiro Federal, Atlético Tucumán, Aldosivi, Renato Cesarini y, su última experiencia, en 2016, en Coronel Aguirre, en el Federal B.
El gol histórico de Arabia Saudita en Estados Unidos 1994
Eduardo comenzó su recorrido como director técnico en Junior de Barranquilla en 1986 donde tuvo un paso exitoso como jugador. En su regreso a Argentina dirigió a Gimnasia y Esgrima, Estudiantes de La Plata (dos veces), Rosario Central, Racing, Argentinos Juniors y a Vélez Sarsfield: y también fue entrenador de varios equipos mexicanos (Atlas, Celaya, Morelia y Monterrey). A diferencia de su hermano, evita la exposición y las declaraciones públicas, y eligió la literatura como camino para compartir su pensamiento. Es autor de varios libros, entre los que se destaca Almácigos para fútbol profesional (Editorial Amalevi).
Un sueño: fundar su propio club
Cuando Jorge Solari se retiró como futbolista volvió a Rosario con la intención de fundar un club. “Invité a un grupo de jugadores amigos para que se sumen al proyecto y así fue como creamos Renato Cesarini”, cuenta Jorge. “Luis Artime, Daniel y Ermindo Onega, mi hermano Eduardo y Alberto González fueron algunos de los que estuvieron desde el arranque. Juntamos unos pesos, compramos un terreno grande a unos kilómetros de Rosario y nos anotamos en la liga rosarina de fútbol. Generamos un revuelo bárbaro, porque armamos un club amateur donde jugaban muchachos que un tiempo antes eran parte de la selección, como Artime, el Mono Más, Oscar Pianetti y el Muñeco Madurga”.
“Al tiempo de competir en la liga local nos dimos cuenta de que teníamos que armar inferiores y salimos a buscar pibes. Los clubes grandes se sentaban a esperar, porque los jugadores les llegaban en bandeja, pero nosotros nos avivamos y salimos a buscarlos en los pueblos alrededor de Rosario para pescarlos antes que los demás”, recuerda Jorge.
La lista de los futbolistas que se formaron en las divisiones inferiores del club fundado por los Solari sorprende por lo extensa, pero además por la destacada carrera de muchos de ellos: Martín Demichelis, Javier Mascherano, Javier Gandolfi, Fabián Cubero, Andrés Guglielminpietro, Pablo Piatti, Alejandro Saccone, Santiago, Esteban y Augusto Solari, Roberto Sensini y Joaquín Correa son algunos de los que conforman este grupo.
La segunda generación de futbolistas
Eduardo Solari conoció a Alicia Poggio cuando los dos estudiaban el Profesorado en Educación Fisica en Rosario. Se casaron y tuvieron cinco hijos, una mujer y cuatro varones, y tres de ellos fueron futbolistas: Santiago, Esteban y David. Jorge tuvo tres hijos, dos mujeres y un varón llamado como su padre que siguió la tradición familiar y luego se sumó otro futbolista a la familia cuando Fernando Redondo se casó con Natalia, la hija menor del Indio.
Sin dudas el más destacado de esa segunda generación fue Santiago (46 años), que inició su recorrido en las divisiones inferiores de Renato Cesarini, luego tuvo un paso por Newell´s, también jugó en Estudiantes de La Plata, pero debutó en primera división, a los 20 años, en River Plate. Luego de ganar tres títulos locales y la Supercopa Sudamericana, fue vendido a Atlético Madrid. En 2000 fue transferido a Real Madrid, donde jugó hasta 2005 y ganó dos Ligas, dos Supercopas de España, una Liga de Campeones, una Supercopa de Europa y una Intercontinental. También jugó en Inter de Milán, San Lorenzo, Atlante, en Peñarol donde cerró su carrera, y en la selección argentina donde participó en 11 partidos.
Al abandonar su recorrido como futbolista, en 2013 se incorporó como entrenador a las divisiones inferiores de Real Madrid y después de ser campeón dos años seguidos con la categoría Cadetes B y A, y otros dos con el Juvenil B, fue convocado para dirigir al primer equipo donde tuvo un breve paso y su equipo ganó el Mundial de Clubes.
Esteban (43 años), el segundo de los hijos de Eduardo, cuenta acerca de sus primeros pasos como futbolista: “Igual que mis hermanos, hice las inferiores en Renato Cesarini. Cuando cumplí 15 años vinieron de River a hacer una prueba y me invitaron a sumarme. Al año siguiente comencé en las inferiores en Buenos Aires y allí transcurrí sexta, quinta y cuarta división. De ahí fui a Estudiantes de La Plata, donde formé parte del plantel de primera, pero mi debut fue en Defensa y Justicia. Luego pasé por Argentinos Juniors, Gimnasia de Concepción del Uruguay y después me fui a Italia”, enumera.
El delantero encontró continuidad y un buen rendimiento en Lierse, de la primera división de Bélgica, pero el destino forzó un cambio de rumbo. “La situación se complicó porque el club fue desafiliado cuando descubrieron que era parte de una organización ilegal de apuestas. Entonces me fui a Apoel, que es el equipo más importante de Chipre. Enseguida logré conectar con la gente, porque hice muchos goles y salimos campeones”, explica el Tano Solari. Y continúa: “Mi historia como futbolista guarda relación con lo que aprendí de mi familia acerca de la perseverancia, de perseguir un sueño y dejar todo para cumplirlo. Recién a los 24 años, después de luchar muchísimo, se me dio la oportunidad y pude construir una carrera sin ser el jugador más dotado técnicamente. Sin ese sentido de la pasión y la entrega no hubiese podido ser futbolista. Es lo que aprendí de mi viejo y lo que me trasmitieron en Renato Cesarini”.
Igual que el resto de la familia, Esteban continuó su recorrido como director técnico. Primero en las inferiores de Rosario Central y luego como ayudante de Fernando Bocha Batista y Javier Mascherano en la selección juvenil. En 2022 dejó su puesto de colaborador y tomó la posición de entrenador de Johor FC, el equipo más importante de Malasia con el que obtuvo la Supercopa en 2023 y marcha primero, e invicto en el torneo actual.
David (37 años) es el más chico de los cinco hijos de Eduardo Solari. Nació en Colombia cuando su padre dirigía a Junior de Barranquilla, e igual que el resto de sus hermanos, se inició en las inferiores del club familiar, pero luego emigró a Europa. “A los 16 años me fui a Italia donde jugué en Venezia y Chioggia, después de un tiempo volví a Argentina, y con edad de cuarta, me probé en Independiente y quedé. Jugué unos pocos partidos en cuarta, después en reserva y luego en primera donde estuve dos años”, cuenta David Solari de su debut en el fútbol argentino. “Después de Independiente volví a Italia, pero tuve una lesión importante y no pude jugar por lo que comencé a dar vueltas por una serie de clubes y países sin poder tener continuidad. Finalmente fui a Chipre, a AEP Paphos, aconsejado por Esteban, donde pude asentarme y alcanzar un buen nivel futbolístico”.
David, igual que sus hermanos, su padre y su tío, recorrió varios países jugando al fútbol. “Mi mejor momento fue en Israel, en Ironi Kiryat Shmona, un equipo muy modesto del norte del país. Fue la primera vez que salía campeón un club fuera del grupo de los grandes de Tel Aviv o Haifa. Hice goles importantes, y además allí conocí a mi esposa”.
El ex delantero destaca la libertad y el respaldo de sus padres para viajar a pesar de las dificultades que se presentaron en el camino. “Ellos siempre me apoyaron y me dieron la confianza para seguir adelante cuando las cosas no me salían como yo esperaba”. Hoy David vive en Chipre y representa a jugadores y técnicos que participan en ligas de fútbol en diferentes partes del mundo.
De toda esta familia el jugador que más sobresalió fue Fernando Redondo (54 años), que se inició en las inferiores de Argentinos Juniors donde debutó en primera división. El Príncipe, apodo que se ganó por su estilo elegante y su porte señorial, luego de jugar en el Bicho de La paternal fue transferido a Tenerife de España. En el equipo de las Islas Canarias jugó cuatro temporadas y su gran desempeño le permitió llegar a Real Madrid, club en él que brilló por su buen pie y su inteligencia como marcador central. Redondo tuvo varios pasos por la selección argentina, y alguno bastante controvertido. Rechazó una primera convocatoria de Carlos Bilardo y renunció a la selección cuando Daniel Passarella le sugirió que se corte el pelo. Jugó en la selección nacional cuando el técnico era Alfio Basile y participó en el Mundial de Estados Unidos, en el que fue su mejor momento con la camiseta celeste y blanca.
El único hijo varón del Indio es Jorge (57 años), que también se formó en Renato Cesarini y luego pasó a las inferiores de Newell´s, donde llegó a jugar en reserva. Actualmente Jorge hijo es el presidente de Renato Cesarini y el responsable de la coordinación general del club. “En Renato todos participamos y aportamos nuestro esfuerzo y cada uno suma su grano de arena. Los chicos juegan al fútbol, pero también son los que cuidan del predio. Es la forma en que aprenden el valor del esfuerzo”, cuenta Jorge, mientras se escucha de fondo el ruido del motor de un tractor manejado por el técnico de la primera, Rolando Paccor, que está cortando el pasto de la cancha principal.
Los nietos continúan con la tradición familiar
La tercera generación de jugadores es la más nutrida y todavía tiene mucho para ofrecer. El veterano de esta camada es Augusto, (31 años), hijo de Jorge (h.), que hasta hace pocos días jugó en el Celta de Vigo y ocupa la posición de volante por derecha. “Lo que son las vueltas que de la vida que hoy vivo a 60 kilómetros del pueblo donde nació mi bisabuela en Galicia”, dice a LA NACION el mayor de los nietos del Indio Solari.
Augusto Jorge Mateo Solari, explica el motivo de su largo nombre: “Mi papá, por tradición, quiso llamarme como mi abuelo, mi mamá se opuso y por eso surgió lo de Augusto. Mi papá insistió con la idea y ella accedió pero sumando el nombre de su padre así que quedé con los tres nombres”.
“Tengo cuatro hermanos, dos mujeres y dos varones, que son los más chicos y también se dedican al fútbol. Todos hicimos inferiores en Renato Cesarini y ellos tuvieron un paso por de San Lorenzo. Ahora, Francesco (19 años) está en el FC Dallas Academy, en Estados Unidos, y Valentino (20 años) volvió a Renato”, cuenta acerca de sus hermanos.
Augusto llegó a los 15 años a River y debutó en primera división cuando Ramón Díaz era técnico del Millonario. Pasó a préstamo por Estudiantes, casi siguiendo un mandato familiar, porque varios de los Solari jugaron en el club platense, y finalmente fue vendido a Racing, donde mostró su mejor versión. “Si bien River fue el lugar donde me formé, el club donde debuté en primera y es un lugar muy querido para mí, con Racing también tengo un cariño especial. Ahí logramos un título, hice un gol muy importante contra Tigre y la gente me trató muy bien”, dice Augusto.
Los otros nietos futbolistas de Jorge Indio Solari son Fernando (28 años) y Federico Redondo (20 años), hijos de Fernando Redondo y Natalia Solari. El mayor, Fernando, fue un volante que tuvo un breve paso por Tigre, pero una lesión en la rodilla derecha le impidió continuar jugando profesionalmente. Federico, nieto del Indio, juega en la primera división de Argentinos Juniors igual que su padre, y vistió la camiseta celeste y blanca de la selección argentina en varias selecciones juveniles y participó del Mundial Sub 20 que se realizó en Argentina. El más chico de los hermanos Redondo tiene un estilo similar al de su padre por la elegancia con la que se desplaza y la capacidad para distribuir la pelota con precisión y buen criterio.
El legado de Renato Cesarini
Hermes Desio fue uno de los jugadores que pasó por las inferiores del club de los Solari y destaca lo importante que tuvo esta etapa formativa en su carrera: “Muchísimo de lo que aprendí lo asimilé ahí, sobre todo de Jorge Solari y del grupo de técnicos que lo acompañaban”. Desio afirma que Jorge Solari fue un adelantado por su forma de entender el fútbol y considera que como técnico, no tuvo el reconocimiento merecido. “En Renato nos hacía entrenar algo que llamaban la medialuna, que no era otra cosa más que pasear la pelota de una punta a la otra a un toque. Cuando hoy vemos a los equipos de Guardiola, me acuerdo de la medialuna de Solari y me río, porque de pibes nos parecía básico y aburrido, y hoy se lo muestra como una forma de juego novedosa y revolucionaria”, cuenta Hermes Desio.
Y agrega: “El Indio repetía una frase que me quedó grabada: levantá la cabeza y meté la puñalada. Hoy a eso le llamamos pase en profundidad o pase entre líneas. Jorge, con su estilo más llano, lo enseñaba en Renato Cesarini cuarenta años atrás”.
Cuando Martín Demichelis fue nombrado director técnico de River Plate sumó al grupo de entrenadores a Edgardo Sbrissa como responsable de un selectivo de jugadores conformado por chicos de cuarta, quinta y sexta división. Demichelis y Sbrissa se cruzaron en Renato Cesarini, uno como jugador en formación y el otro como técnico.
Sibrissa cuenta cómo fue su inicio en el club de los Solari: “Me convocaron para formar parte del grupo de técnicos y una de las principales tareas fue la de captar chicos talentosos del interior. Lo que hoy llaman scouting nosotros lo hacíamos en Renato Cesarini, tal vez con menos recursos y con otro nombre, pero en esencia era lo mismo”.
“Renato Cesarini no solo generó grandes jugadores. También se formaron muchos directores técnicos como Salvador Capitano, Carlos Ramacciotti, Salvador Ragusa, Ernesto Marcucci, Jorge Sampaoli y Sebastián Beccacece”, dice Sbrissa.
Otra de las ideas que se gestó en Renato Cesarini fue la de un grupo llamado sparring. Jorge Solari recuerda cómo nació la iniciativa: “En 1982 fuimos con un grupo de chicos de gira por Europa. A la vuelta, los pibes me contaron que durante los entrenamientos, Cesar Menotti invitaba a participar a utileros y al masajista para completar uno de los equipos porque el plantel tenía 22 jugadores y era habitual que alguno esté lesionado. Al siguiente Mundial le propuse a Carlos Bilardo, a quien conocía de mi paso por Estudiantes, llevarle a los chicos de Renato a México como sparring. La idea le gustó y lo repetimos en Italia 90; después, en Estados Unidos, donde fuimos con dos equipos, porque dirigimos a Arabia, y finalmente en Francia, con Daniel Pasarella”.
Jorge Solari nunca se adjudica como propios los logros o las ideas que surgieron en esa usina de fútbol que es Renato Cesarini. “Nosotros organizábamos algo que llamábamos clínicas. No era otra cosa que invitar a gente prestigiosa, como Carlos Griguol o Francisco Maturana, que daban una charla, nos contaban cómo entrenaban y así aprendíamos”.
El Indio afirma que el fútbol evolucionó y mejoró: “Cualquier equipo de la actualidad le gana 8 a 0 al mejor de aquella época. Antes se jugaba a otro ritmo, nos cuidábamos menos y todo era más estático; los defensores no pasaban la mitad de la cancha y un delantero no bajaba nunca a marcar”.
Los colores de Renato Cesarini son el rojo y amarillo sobre un fondo blanco en referencia a la bandera española y en homenaje a Doña Teresa, la madre de Jorge y Eduardo. A ella no le entusiasmó la profesión que eligieron sus dos hijos menores. Lo que no se imaginó fue que su descontento se iba a convertir en un karma familiar y que la pasión por el fútbol viajaría entre generaciones en un ciclo que parece ser interminable. Los Solari son primero jugadores y luego entrenadores de fútbol, pero sobre todo, maestros. Cada uno a su manera, todos enamorados de un juego que usan como una excusa para enseñar y compartir la forma, en la que ellos creen que se debe andar por la vida.
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