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La debacle de un grande del continente: Cruzeiro descendió a la Serie B de Brasil por primera vez en su historia
Si el comienzo de la temporada invitaba a los torcedores de Cruzeiro a soñar, después de haber ganado la Copa de Brasil en 2018, y tras los refuerzos de peso que llegaron a principios de 2019, bajo la conducción del prestigioso entrenador Mano Menezes, este fin de año se convirtió en la peor pesadilla de la historia del club de Belo Horizonte, que por primera vez en su historia deberá disputar la Serie B del fútbol brasileño.
Hasta el catastrófico desenlace, Cruzeiro, dos veces campeón de la Copa Libertadores y considerado por la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol (IFFHS) como el mejor club brasileño del siglo XX, cuatro veces campeón nacional, ostentaba su sillón en la sala de los cuatro gigantes que nunca jugaron en segunda división, junto a Flamengo, Santos y San Pablo. Sin embargo, este domingo, en Mineirão, el cristal se quebró y la derrota 2 a 0 ante Palmeiras decretó el descenso menos esperado.
Fueron muchos los errores, desde los problemas de lavado de dinero en los que se involucraron sus dirigentes, en mayo, hasta los cuatro cambios de entrenador sin rumbo alguno, los que fueron arrastrando a Cruzeiro hasta una situación que sus hinchas, acostumbrados a pelear por títulos, acostumbrados a Tostão, Dirceu Lopes, Piazza, Alex e incluso Juan Pablo Sorín, nunca pensaron en asumir como una realidad propia.
A principios de este año, la llegada de los laterales Dodô y Luis Manuel Orejuela, ambos provenientes del fútbol europeo, además de tres de los volantes más codiciados del mercado local, como Jadson, Marquinhos Gabriel y Rodriguinho (luego llegó Pedro Rocha, cedido por el Spartak de Moscú), ponían a Cruzeiro entre los candidatos a disputar el Campeonato Brasileño, la Copa de Brasil y, sobre todo, la Libertadores, el principal objetivo del club. El contrapeso parecía ser la salida del uruguayo Giorgian De Arrascaeta a Flamengo por 15 millones de euros, que se convirtió en la transferencia más cara del fútbol brasileño.
Fue por esa obsesión con el torneo continental que el técnico Mano Menezes decidió disputar las primeras fechas del certamen local con algunos jugadores que no eran habitualmente titulares. Desde allí hasta este triste final, Cruzeiro nunca consiguió salir de la zona roja, ni siquiera después de haber quedado eliminado de la Libertadores en octavos de final, por penales y frente a River, cuando comenzó a poner todo lo que tenía a disposición visualizando el peligro que comenzaba a acechar.
Tras la eliminación en semifinales de la Copa de Brasil, contra Internacional de Porto Alegre, Mano Menezes dejó su cargo y, en su lugar, llegó Rogerio Ceni, exarquero de San Pablo, que estaba haciendo un gran trabajo en Fortaleza, club con el cual logró el ascenso a la Serie A. Hubo mejoras, claros síntomas de recuperación, pero no la regularidad que Cruzeiro precisaba para salir de la parte tensa de la tabla. Por eso, Ceni fue despedido tras apenas ocho partidos en el banco mineiro.
Cuando terminaba septiembre llegó Abel Braga, un entrenador con experiencia de sobra, un factor que podía ser determinante en la situación, ya apremiante, que vivía la raposa. Poco más de dos meses después de su asunción, Braga también tuvo que dejar su lugar tras 14 partidos, con tres victorias, ocho empates y tres derrotas. El fierro caliente, esta vez, se lo cedieron a Adilson Batista, de 51 años, con pasado cruzeirense y amigo de Zezé Perrella, gestor del fútbol del club, que llegó sin contrato y por medio de un acuerdo verbal.
Con Batista ya en el banco, Cruzeiro tuvo una semana fatal al despertar de este diciembre. Perdió como visitante de Vasco da Gama, en Río de Janeiro, el lunes, y tres días después, el jueves, en Porto Alegre, también cayó ante Gremio, lo que lo dejó en la situación agónica a la cual uno de los clubes más tradicionales de Brasil y del continente, se enfrentó este domingo que pasará a la historia.
Para salvarse, Cruzeiro debía vencer a Palmeiras, que buscaba ser subcampeón y esperar que Ceará, el primer equipo fuera de la zona del descenso, perdiera en Río de Janeiro, ante Botafogo. Solo esa combinación de resultados evitaría la caída. Las entradas comenzaron a venderse a un precio de 10 reales (unos 145 pesos) con la intención de llenar el Mineirão y la justicia estatal determinó que el partido crucial se disputase con "torcida única", por el inminente riesgo de tumultos.
Los rezos, las súplicas al cielo y el color azul dominaron el panorama en el estadio vecino a la icónica Laguna de Pampulha, postal de la capital del estado. Todos los partidos de esta última fecha comenzaron puntualmente a las 16, y el Mineirão estalló de esperanza cuando, a los 38 minutos, Marcos Vinícius abrió el marcador para Botafogo en Río de Janeiro, contra Ceará, el rival directo de Cruzeiro en esta carrera contra los fantasmas.
Sin embargo, Cruzeiro debía ganarle a Palmeiras. Y ganar no fue, particularmente, una tarea fácil para el equipo de Belo Horizonte este año, ya que apenas venció siete de los 38 partidos del Campeonato Brasileño, con 15 empates y 16 derrotas. Números propios de un equipo sin identidad, que hizo casi todo mal, "méritos" suficientes para perder la categoría.
En el segundo tiempo, la crónica que se anunciaba desde el jueves tuvo un final aún peor de lo imaginado. Dentro del campo, Zé Rafael abrió el marcador para Palmeiras y, menos de 10 minutos después, Thiago Galhardo empató para Ceará en Río de Janeiro. El segundo gol de Palmeiras dejó al Mineirão en una tensa calma. Minutos después, llegó la tormenta.
El peor capítulo de la historia casi centenaria de Cruzeiro empezó a trazar su epílogo cuando las butacas comenzaron a volar, las corridas en las tribunas se agitaron y, los gritos de esperanza fueron cambiados por el retumbe de las balas de goma y las bombas de gas lacrimógeno lanzadas por la policía militar. Mujeres, niños y jóvenes dejaban la desoladora escena en los brazos de quienes pudieran cargarlos, mientras la pantalla gigante del estadio pedía, en letras grandes, la inmediata evacuación de las tribunas.
Ante la dantesca situación, los jugadores de Cruzeiro ni siquiera pudieron llorar sobre el césped, ya que todos, inclusive periodistas y colaboradores, debieron abandonar la cancha corriendo, para no arriesgar su seguridad. Por primera vez, Cruzeiro jugará el campeonato de segunda división en 2020 y sus ingresos por derechos televisivos se verán severamente disminuidos, un cuadro difícil de digerir para un club que tiene una deuda de 600 millones de reales (casi 145 millones de dólares) y que debe dos meses de salarios del plantel profesional.
Además, no existe ningún plan para el operativo "regreso a Primera", ya que hasta este domingo nadie, ni siquiera los dirigentes, pensaron en esa posibilidad. Una caída drástica para un elenco que se preparó para ser campeón de América y termina el año dejando la élite del fútbol brasileño, de la peor forma posible, en medio del caos y sin rumbo alguno.
Un símbolo argentino
A pesar de no haber disputado el partido decisivo ante Palmeiras por acumulación de tarjetas amarillas, Alejandro Ariel Cabral, que debutó en Vélez en 2007, es uno de los símbolos de Cruzeiro desde su llegada al club en 2015. Tiene contrato hasta diciembre de 2020 y, por la aceptación que tiene en Belo Horizonte, es posible que sea uno de las figuras centrales en el operativo de reconstrucción de la Raposa.
La tercera fue la vencida
Más allá de su grandeza, Cruzeiro ya estuvo en la misma situación que este domingo y llegó a la última fecha peleando por la permanencia. Sin embargo, los resultados fueron diferentes: en 1991, se salvó venciendo, casualmente, a Palmeiras, por 2 a 0. En 2011 fue aún más simbólico, ya que debía vencer a su clásico rival, Atlético Mineiro; goleó 6 a 1 y espantó todos los fantasmas.
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