El francés Lucien Laurent jamás aprovechó la fama que le dio anotar el primer tanto de la Copa; “Lo descubrimos tarde”, lamentó la Federación Francesa tras su muerte; dónde se ubicaría hoy aquel arco emblemático
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El autor del primer gol de la historia de los mundiales fue un francés que trabajaba como mecánico en una automotriz. Lucien Laurent sólo marcó dos tantos en su breve paso por el seleccionado galo: apenas 10 partidos oficiales. Pero el que le anotó a México, a las 15.19 del domingo 13 de julio de 1930 en el Estadio Pocitos de Montevideo, fue icónico y eterno.
Este delantero nacido en la localidad de SaintMaur-des-Fossés (al sudoeste de Paris) llegó a Uruguay como jugador de CA Paris, equipo que defendió durante una década. Y anotó su nombre para siempre en suelo charrúa. Dos factores permitieron que Jules Rimet, entonces presidente de la FIFA, inclinara la elección de la sede de la primera Copa para Uruguay. La primera era deportiva: el conjunto celeste había ganado de manera consecutiva el oro olímpico en fútbol en los Juegos de Paris 1924 y Amsterdam 1928, y era potencia. La segunda, geopolítica: Europa todavía no había podido dejar atrás el período posterior a la Primera Guerra Mundial.
El centenario de la Jura de la Constitución (18 de julio de 1830) que el país celebraría en medio de la competencia y el moderno estadio de cemento que proponía construir para el gran acontecimiento deportivo terminaron por confirmar a Uruguay como país anfitrión. El estadio Centenario se veía imponente en los planos. El entusiasmo por estrenarlo antes de que la pelota comience a rodar era muy grande.
Además de Francia, los seleccionados de Bélgica, Yugoslavia y Rumania también se embarcaron en el navío italiano “Conte Verde”, junto al propio Rimet y un popular cantante de ópera ruso: el bajo Fyodor Chaliapin, entre otras personalidades. Cuando el barco atravesó la línea del Ecuador hubo un gran baile de disfraces en cubierta. Y la llegada nocturna a la bahía de Rio de Janeiro, junto a la recepción ofrecida en el Pan de Azúcar, fue sencillamente inolvidable para todos los pasajeros.
A Uruguay 1930 no viajó un solo periodista francés. Es por eso que Augustin Chantrel y Marcel Pinel, los dos intelectuales del equipo galo, fueron los responsables de informar las últimas noticias del Mundial a los diarios de París. En cubierta, los deportistas se entrenaban para llegar en forma. Pero mientras los seleccionados europeos cruzaban el Atlántico, una serie de inoportunas lluvias retrasaron el trabajo y alteraron los planes. Ante la imposibilidad de llegar a tiempo, los organizadores programaron los primeros ocho partidos en otras canchas: Pocitos, donde habitualmente era local Peñarol, y el Gran Parque Central, el hogar de Nacional.
Fue entonces que, tal como estaba programado, el 13 de julio de 1930 comenzó de manera oficial la disputa de la primera Copa del Mundo. Con dos partidos que arrrancaron a las 15: Francia y México se enfrentaron en Pocitos por el Grupo A, y Estados Unidos y Rumania en el Parque Central, por el Grupo C.
Según los registros oficiales de la FIFA, en Pocitos hubo 4444 asistentes. Aunque otras fuentes hablan de menos de 600. La poca concurrencia puede haberse debido a que el otro partido acaparó la mayor atención, debido a que Rimet inauguró de manera oficial el Mundial en la previa del partido entre norteamericanos y rumanos, en el Parque Central.
Cuando se jugaban 19 minutos de la primera etapa llegó el primer festejo para Francia. ¿La jugada? La cuenta en detalle su autor, a quien todos conocieron como Lulu. “Hasta los 15 minutos el juego fue de ida y vuelta, pero sin que ninguno de los equipos se adueñara realmente de las acciones. Entonces, de repente, (Edmond) Delfour hizo un gran avance y se la pasó a (Ernest) Liberati por la banda derecha. Liberati superó al lateral mexicano y mandó el centro. Fue entonces cuando tomé el balón en el aire y rematé hacia el arco que defendía (Oscar) Bonfiglio, marcando el 1-0. En aquella época las felicitaciones no eran tan efusivas como ahora. Después de mi gol, el primero del torneo y también el primero que marcaba con la selección, nos felicitamos, pero sin saltar unos encima de otros como se puso de moda a partir de los años 90. Me dieron unas palmaditas en la espalda y a otra cosa”, rememoró Lucien Laurent en varias entrevistas.
Sin embargo, existe otra versión de los hechos. Según se escribió en el diario La Nación del 14 de julio, la jugada que terminó con el primer gol de la historia de los mundiales fue así: “A los 17 minutos (Alex) Villaplane recibió la pelota de (Marcel) Pinel y apoyó a Laurent con un pase largo. El insider esperó la arremetida de (Rafael) Garza y logró esquivarlo, aprovechando luego una indecisión de Manuel Rosas para ejecutar cómodamente frente a la valla un tiro recto y esquinado, con el que abrió el score”.
El primero que padeció el gol de Laurent fue México, que finalmente perdió 4 a 1. El otro fue el escocés Bartholomew McGhee, que solo 4 minutos más tarde, en el Parque Central, abrió la cuenta para Estados Unidos en su 3 a 0 sobre Bélgica, y marcaba el segundo tanto de la historia del torneo. Nadie lo registra.
Al no existir en Francia el fútbol profesional (recién comenzó tres años más tarde), Laurent tuvo que pedir un permiso especial, junto a su hermano Jean y otros dos compañeros, para obtener la licencia correspondiente y viajar a Sudamérica sin el riesgo de perder el trabajo. Pero si bien la Asociación Francesa tuvo muchas dificultades para armar el equipo, porque varios de los jugadores citados se vieron obligados a renunciar a sus trabajos porque sus jefes no les permitían ausentarse por dos meses, para Laurent todo fue un trámite. La fábrica de automóviles Peugeot no tenía ninguna intención de obstaculizar el deseo de sus empleados/futbolistas de participar del primer Campeonato Mundial. Y entonces, el propio Lucien, su hermano Jean y sus compañeros André Maschinot y Étienne Mattler fueron autorizados a viajar.
El Mundial se terminó demasiado pronto para Laurent. Al partido siguiente, frente a la Argentina, un tremendo planchazo de Luis Monti lo dejó fuera de combate. Como no existían las sustituciones, Francia debió jugar todo el partido con un hombre menos y perdió 1 a 0. Una derrota ante Chile por idéntico resultado decretó su eliminación. Después de su histórico primer gol, Lucien solo marcó uno más con la casaca de Les Bleus. Fue en 1931 cuando Francia venció a Inglaterra por 5-2.
Si hubiera que explicar de qué jugaba, podría decirse que se paraba como lateral derecho o izquierdo, aunque en la actualidad sería un mediocampista ofensivo. Algunos afirman que su juego podría asemejarse al que destacó a Alain Giresse en los 80, o Adrien Rabiot en la actualidad. Un volante con llegada al área.
Prisionero de guerra
La historia de Lucien Laurent siguió sumando capítulos de película. A su renegada popularidad por haber marcado el primer gol de la historia de los Mundiales, le sumó un hecho patriótico. Años más tarde integró el ejército francés en la Segunda Guerra Mundial. Su vida corrió peligro. De hecho, en 1942 los alemanes lo tomaron como prisionero. Aunque finalmente lo liberaron sano y salvo tres años después, cuando el conflicto bélico llegó a su fin. Luego cumplió el doble rol de futbolista y DT en el Besançon. un club situado en el este de Francia. Hasta 1957 se dedicó a entrenar a pequeños clubes de aficionados hasta convertirse en propietario de un bar en Besançon. En 1972, se jubiló.
Previo a la Copa del Mundo de 1998, Laurent contó que el gol lo transformó en una persona famosa cuando ya era anciano, luego de que lo presentaran en Italia para el sorteo de las eliminatorias del Mundial 1990. El 11 de abril de 2005, a los 97 años, falleció en el hospital Jean-Minjoz de Besançon. La Federación Francesa le hizo un homenaje en el que admitió que se acordaron demasiado tarde de rendirle el homenaje correspondiente. “Este pequeño hombre de 1.62m era un monumento. Un monumento que descubrimos tarde. Siempre se mantuvo en las sombras durante casi 40 años en Besançon, donde había colgado los botines como jugador profesional en 1946″, dijeron.
Sin rastros (o casi)
Aquel estadio de Peñarol en el barrio de Pocitos fue demolido y sobre esas tierras se construyó un barrio residencial. Sin embargo, el espíritu del gol de Laurent sigue bien presente.
Fue el arquitecto Enrique Benech, quién entre los años 2002 y 2006 se dedicó a realizar una exhaustiva investigación para determinar el lugar exacto en el que se ubicaba la ya desaparecida cancha y el histórico arco en el que se convirtió el primer gol de los Mundiales. Gracias a ese trabajo, en la calle Coronel Alegre entre Charrúa y Silvestre Blanco, en el barrio Pocitos de Montevideo, existe en la actualidad un doble monumento que homenajea el arco donde se convirtió ese primer gol de Lucien Laurent y la línea central de la cancha. En el primero se lee: “Donde duermen las arañas”. En el otro: “Cero a cero y pelota al medio”.
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