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La cumbre Bilardo-Menotti: así fue la histórica cena en 1976 que terminó a las 4 de la mañana
Fue una calurosa noche de octubre de 1976. Un viernes, precisamente. Güemes 4426, piso 11, departamento A. Barrio de Palermo, entre las calles Serrano y Thames. Primero, llegaron Carlos y Gloria. Luego, César y Graciela. Antes de las 21, los dos matrimonios invitados a cenar ya estaban en la casa de los anfitriones, Roberto Saporiti y su señora Liliana. Bilardo y Menotti bajo el mismo techo. Compartieron más de siete horas, sin escándalos ni chicanas. ¿Una afiebrada alucinación, un relato fantástico, una leyenda periodística? Nada de eso, ocurrió realmente. Saludos de cortesía, las presentaciones entre las damas y el vermut en los mullidos sofás del living. Una historia tan desconocida que parece irreal.
Bilardo era el entrenador de Estudiantes y por esos días se disputaba el Campeonato Nacional que, tres días antes de Navidad, Boca le ganaría por 1 a 0 a River, con gol de Rubén Suñé. Menotti llevaba casi dos docenas de partidos en la selección argentina, con 14 victorias, cuatro empates y cinco derrotas, cuatro de ellas con Brasil, todo un verdugo entonces. Ya había realizado la primera gira por Europa y en la formación eran habituales Jorge Olguín, el ‘Conejo’ Tarantini, el ‘Tolo’ Gallego, Daniel Bertoni y René Houseman. También, Hugo Orlando Gatti y Jorge Carrascosa, que no participarían de Argentina ‘78. Dos directores técnicos con diferentes sensibilidades futbolísticas, pero solo eso. Movilizados por la madurez y la curiosidad para debatir.
De la antinomia más encendida del fútbol argentino..., ni registros. No había de qué preocuparse. Saporiti era íntimo de Bilardo: muchas veces hasta había compartido la habitación con Carlos y con Jorge, el hermano del futuro doc, en la vieja casa familiar de los Bilardo, en Gavilán y Juan B. Justo. Es más... "Una vez salimos los tres en el Fiat 124 de Carlos, fuimos a bailar a ‘Club 74’, frente a la cancha de River, y esa noche Carlos conoció a Gloria". La amistad había nacido en 1963, el año que compartieron en Deportivo Español. Y en el otro rincón..., Saporiti era la mano derecha de Menotti. "El ‘Flaco’ tenía una gran relación con Félix Latrónico, el pionero de los representantes, el hombre que llevó desde Humberto Maschio, Antonio Valentín Angelillo y el ‘Cabezón’ Sívori, hasta Claudio Borghi y Patricio Hernández a Italia; él era mi suegro y a través suyo comenzó mi relación con César", cuenta Saporiti. El conocimiento y los contactos que el Sapo tenía del fútbol europeo atrapó a Menotti, y trabajaron juntos en el cuerpo técnico de la selección entre 1975 y 1982.
Luego, Bilardo y Menotti serían irreconciliables. Eternamente irreconciliables. Sin embargo, fue sencillo acordar aquella cena en 1976. La idea nació en Saporiti, probablemente la única persona que ha tenido un trato tan fluido con ambos. "Se me ocurrió, lo consulté con Liliana, mi mujer, y ella me alentó. No pasaron más de 20 días entre que se los propuse y la cena se concretó. Primero se lo dije al ‘Flaco’ y después a Carlos. No dudaron ni un segundo ninguno de los dos, al instante me dijeron ‘sí, lo hacemos’. Y mirá que al ‘Flaco’ siempre fue difícil llevarlo a algún lado", relata el Sapo. Entonces amigo y hombre de confianza de ambos, sentó en su mesa a los entrenadores más icónicos del la historia del fútbol argentino. No hay fotos. Tampoco era época de selfies.
No se habló de fútbol durante la cena. Comieron pastas, porque le gustaban a los dos. La cordialidad del dueño de casa buscó un punto de acuerdo gastronómico. En la mesa se destacó Saporiti narrando anécdotas de sus vueltas por el mundo, de sus ciclos como delantero en Uruguay, Chile, Colombia, Brasil, México, Portugal, Francia y Bélgica. La política se filtró en ciertos pasajes, claro, era 1976 y algunos meses antes un golpe de Estado había depuesto a la presidente María Estela Martínez de Perón. Jorge Rafael Videla era el presidente de facto de la Nación. Menotti con sus ideas de izquierda, Saporiti que adhería al radicalismo y Bilardo, que aun sin simpatías definidas, también se involucraba en la agitada actualidad que atravesaba la nación.
No pasaron más de 20 días entre que se los propuse y nos juntamos. No dudaron ni un segundo ninguno de los dos. 'Sí, lo hacemos' me dijeron al instante
Tras la cena, nuevamente en el living del departamento de Palermo continuó la cumbre, ahora sí con el fútbol como eje exclusivo. Bilardo y Saporiti, copita de champagne en mano; Menotti, con un vaso de whisky. "Empezaron a debatir con mucha altura. Se cuestionaban cosas... Nosotros le preguntábamos a Carlos, ‘¿por qué la marca personal?’ Le decíamos que el fútbol iba a evolucionar hacia un lugar con más dinámica y movilidad, pero en todo momento, César y el ‘Narigón’, discutieron con un profundo respeto. Debatimos también sobre el fútbol internacional. Recuerdo como si fuera hoy que el ‘Flaco’ hacía mucho hincapié en la organización, en la necesidad de un calendario internacional, en la necesidad de siempre jugar y probarse contra las grandes selecciones..."
Entonces, ninguno sospechaba que protagonizarían la principal grieta del manual del fútbol argentino. La fabulosa memoria de Saporiti, hoy a sus 80 años, permite recrear la calidez del encuentro. El clima, los tonos, y hasta cierta cercanía entre los protagonistas. "Se trataban de vos, se llamaban Carlos, César..., y no exagero si cuento que algún ‘Narigón’ y ‘Flaco’ también se escuchó en la noche".
Menotti se retiró como futbolista con 32 años y Bilardo con 31. En seguida se dedicaron a la dirección técnica. Son de la misma generación y, en 1976, andaban por los 37/38 años. Pelo largo y pantalones Oxford. Sí, pelo largo los dos, también Bilardo.
Ninguno podía imaginarse que serían campeones del mundo. Apenas dos años después lo lograría Menotti. Una década más tarde sería el turno de Bilardo. Con ellos al frente, la selección argentina participó en cuatro Copas del Mundo, jugó 26 partidos, ganó 14, empató 6 y perdió los otros seis. Marcó 42 goles, recibió 20. Y festejó los dos únicos títulos del mundo que relucen en la vitrinas de la AFA.
Más tarde se abrió la rueda de café. Ya entrada la madrugada, el ventanal de doble hoja que daba sobre la calle Güemes ventilaba la nube que dejaban los cigarrillos negros Parisiennes de Menotti. Uno tras otro. Por entonces, andaba entre dos y tres atados diarios. Las damas, Liliana, Gloria y Graciela, sin dudas aburridas por esa atmósfera de pases entrelíneas y centros al segundo palo, se refugiaron en la cocina para desarrollar su propio temario.
Saporiti siente, 42 años después, que intervino poco porque prefirió que ellos charlasen. Sin embargo... "Poco antes de aquella cena, recuerdo que yo había ido a ver un partido entre Estudiantes y San Telmo, y el ‘Narigón’ había dispuesto tres marcas personales: una en la defensa y dos entre los volantes. Eso se lo objeté, podía ser una, ¡pero tres, así, cruzándose por toda la cancha...!". Y agrega: "Carlos decía que había que protegerse más en defensa, sin abandonar el ataque; el ‘Flaco’ insistía con el desmarque, la técnica y los movimientos en espacios reducidos. Él siempre insistió con el concepto de que el fútbol es tiempo, espacio y engaño. Yo busqué que esos dos hombres hablaran de fútbol. Los dos apasionados, los dos enamorados del juego. Tenían visiones futbolísticas diferentes, sí,pero nada más. Esa noche sentí una satisfacción personal enorme".
Saporiti recuerda que en la charla se coló un nombre estelar, el de Diego Armando Maradona que justo por esos días debutaba en la primera división de Argentinos Juniors. Y otro apellido, hoy sorprendente... "César y Carlos sostuvieron un interesante diálogo de ida y vuelta; no eran amigos, pero sí había respeto. Porque el ‘Flaco’ y yo habíamos tenido una muy buena relación con el ‘Huevo’ Zubeldía, un tipo fenomenal, un lunfardista de la vida, un vago de aquellos, un fenómeno de tipo. Esa noche hablamos mucho, pero mucho de Osvaldo Zubeldía..." Sí, Zubeldía, el prócer pincharrata, el ‘Maestro’ del futuro enemigo... Otra revelación.
Fue una noche fantástica. La pasamos fenómeno. Hubo más coincidencias de las que hoy, cualquiera se podría imaginar
"Entre medio de dos grandes entrenadores, Carlos y César, yo siempre tuve mi opinión –advierte Saporiti–. Tanto el Estudiantes de Zubeldía, como el de Bilardo en el 82/83 o la selección del ‘86, fueron equipos que estuvieron más cerca de lo que nosotros pensábamos. ¿Por qué? Porque esos equipos se sostenían en la técnica. Poletti no sed quedaba debajo del arco, usaba los pies y salía jugando, era un adelantado; Manera era un lateral que pasaba al ataque a pura técnica; el doctor Madero la sacaba jugando; ‘Pacha’, contra todo lo que digan, no se comía ninguna pelota; el ‘Bocha’ Flores la rompía, también ‘la Bruja’ Verón, claro. Y Carlos era un buen jugador de fútbol. Y Ponce, y Trobbiani y Sabella…, y el equipo del '86, que jugaba con grandeza. En esos equipos, la técnica estaba primero, después le agregaron las otras cosas", analiza Sapo.
Como diapositivas, una tras otra, Saporiti viaja a aquella noche. "Se cuestionaron matices del juego con mucha altura, con un respeto total. Recuerdo que Carlos subrayaba los trabajos con pelota parada, los ejercicios con pie cambiado..., y Menotti le decía que para él eran detalles menores, que mejor era confiar en un fútbol de movimiento, apostar por la grandeza del juego. Pero durante toda la noche se respetaron. Nunca, ninguno, elevó la voz", destaca. Las diferencias, los roces, la polémica aparecerían después. Aproximadamente, siete años después. Si hubiese que poner una fecha bisagra, en marzo de 1983 llegaría la ruptura.
"Fueron modernos, inauguraron la grieta", bromea Saporiti cuando se empieza a bucear en las razones que propiciaron la pelea de todos los tiempos. ¿Qué sucedió para que aquella amigable cena hoy parezca un cuento de fantasías? "Cierta parte del periodismo colaboró para agigantar esas diferencias. Y de pronto una opinión del ‘Flaco’, o alguna opinión mía, le cayeron mal al ‘Narigón’... Recuerdo que una vez César, ya cuando Carlos dirigía a la selección argentina, criticó la jerarquía de un rival porque él planteaba que la selección siempre debía cruzarse con los mejores, y yo una vez dije que a mí me gustaba una Argentina que jugara con grandeza. Y a Carlos le cayó pésimo, lo sintió como una traición. Creo que a Carlos le molestó que opinásemos en su ciclo, cuando él se había mantenido en silencio en toda la era de César".
La relación Bilardo-Saporiti también se rompió. Para siempre. "En 1984 vino Stefan Kovács –precursor del fútbol total, multicampeón con Ajax entre 1971 y1973– a dar un curso teórico-práctico en estadio Héctor Etchart, de Ferro. Ahí nos volvimos a encontrar y Carlos me dijo ‘Vamos afuera, quiero hablar con vos...’ Y volvió con el tema de la traición... ‘Vamos a hacer una cosa Carlos, cuando tengamos 80 años volvemos a hablar’, le respondí. Tenemos la misma edad, llegamos a los 80, pero nunca más volvimos a conversar", cuenta Saporiti y se le nota la angustia. "Carlos fue un hermano de la vida para mí…", suelta, afligido.
Ya no habría oportunidad de zanjar diferencias. Ni de ‘La cena, versión II...’ "No, ya no. Se dijeron algunas cosas entre ellos y yo no estuve de acuerdo. Quizás hice un intento, pero murió enseguida. Ellos se sumaron al debate, no ayudaron en nada… Se desvirtuó, apareció la parte política, las diferencias musicales que tenían [Menotti con Serrat y Mercedes Sosa, Bilardo con los Wawancó]... tonterías. Nunca me dejé tentar por menottismo o bilardismo, siempre creí que solo era una discusión subdesarrollada. Un debate que no ayudaría a crecer. Y efectivamente, no ha ayudado", se lamenta Saporiti.
Pero aquella cálida cena en octubre de 1976 fue realidad. "La recuerdo como una noche extraordinaria, hubo más coincidencias de las que cualquiera hoy se podría imaginar", confiesa el anfitrión, orgulloso de la iniciativa cuatro décadas más tarde. Los invitados se marcharon algo después de las 4 de la mañana. "La pasamos fenómeno, fue una noche divina. Hasta un ‘vamos a repetirlo’ nos dijimos", enfatizó Saporiti. Imposible, esa noche sería única. Definitivamente, irrepetible.
De los mano a mano a los elogios cruzados por Argentina 78 y México 86
"¡Cómo nos vamos a pelear por fútbol...!", exclamó Carlos Bilardo mientras empujaba la pesada puerta que blindaba el estudio principal de radio La Red, sobre la calle Carranza, en Palermo, hace un año y medio. La medianoche había quedado atrás hacia tiempo, mientras avanzaba entrevista con LA NACION. Consultado sobre el espacio que la AFA pensaba darles a los campeones del mundo, el Doctor comentó: "Eso está bien, está bien, yo decía lo mismo. Pero está esa envidia entre el 78 y el 86… No tiene sentido, son campeones..., aparte éramos amigos. Éramos todos amigos, si hay sólo cuatro o cinco años de diferencia de edad. Yo con Tarantini, con toda esa gente éramos amigos". Con toda esa gente dijo. Y abrió una hendija.
–¿Cómo vivió el Mundial del 78?
–Estaba en Colombia, pero lo vi, claro. Los mundiales siempre los seguí.
–¿Y qué le pareció el campeón del 78?
–Bien, bien, buen equipo. Tenía jugadores que eran una fiera. Del medio para arriba te mataban… Luque, Kempes, Bertoni, todos esos jugadores eran unos aviones. Fueerrrrrtes…, parecían defensores puestos a jugar de delanteros. ¡Mamita!
En aquella entrevista, Bilardo sugirió que podría llegar a compartir un café con Menotti: "…Para ver por qué decía alguna cosas. Porque él tenía a favor un periódico importante, la pucha. Entonces era todo bueno para él y todos palos para mí. A mí me defendía La Razón y Crónica, la matutina…", contaba. Luego, desmentiría lo que quedó grabado para siempre.
–¿Cómo se creó entre usted y Menotti la mayor grieta del fútbol argentino?
–Él no hablaba de mí, poco, yo no hablaba de él nada, nunca…
–Pero ustedes conversaban en un tiempo…
–Claro, claro, en el 73, en Huracán, en todos lados… Los dos queríamos ganar, nadie juega para perder.
Hace tres años, LA NACION entrevistó a Menotti. Un atardecer muy frío en su histórica oficina sobre la calle Paraguay. Entonces, entre tantos homenajes por las tres décadas de la conquista en México 1986…, la pregunta buscó conocer su opinión sobre aquella selección. "Era un buen equipo, buenos jugadores, no era Maradona solo. Tenía algunos tipos muy especiales, de mucha personalidad, caso Batista, Valdano… Daniel [Passarella] también en su formación".
–¿Sirvió de algo la polémica con Bilardo?
–De eso no hablo.
Si en octubre de 1976 compartieron una cena en el departamento de Saporiti, que se extendió por más de siete horas, antes y después se enfrentaron profesionalmente. Tres veces. La primera, como futbolistas. Sería la única. El 2 de mayo de 1965, por la cuarta fecha del campeonato, en La Plata. Boca se puso en ventaja por 2 a 0, con goles de Alfredo Rojas y Ángel Clemente Rojas, ‘Rojitas’, pero finalmente lo empató el ‘Pincha’ a través de Conigliaro y Juan Ramón Verón. El técnico xeneize era Néstor Rossi, y Zubeldía conducía a los pincharratas; Menotti jugó ese día con Sacchi, Rattín y Carmelo Simeone , entre otros, y Bilardo con Poletti, Madero y el ‘Bocha’ Flores.
Como entrenadores se cruzaron en tres ocasiones. Las primeras, por el Metropolitano ‘73 que ganaría el Globo. El 12 de abril, en la cancha de San Lorenzo, empataron 3-3, y la segunda, el 29 de julio, Huracán ganó 1-0 en La Plata. Debieron pasar 23 años para que volvieran a medirse, con triunfo para Menotti: el 3 de noviembre, Independiente 1 vs. Boca 0, con gol de Francisco Guerrero en la Bombonera. En definitiva, cuatro veces estuvieron frente a frente en sus vidas deportivas y Menotti terminó invicto.
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