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La cruzada de Racing: desafiar los desbordes de una sociedad que no perdona perder
Las costumbres imponen que detrás de algunos malos resultados los entrenadores son despedidos, pero el ‘caso Gago’ invita a analizar la dinámica que propone la Academia
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Gabriel Heinze busca protegerlos. Trata de persuadir a sus amigos para que elijan otros rumbos. Lo intentó con Fernando Gago, con Javier Mascherano… Un día apoyó sus manos sobre los hombros de Pablo Guiñazú, clavó la mirada en sus ojos y le dijo, casi en paternal advertencia: “Cualquier cosa, menos entrenador. No te dediques a la dirección técnica”. Tampoco lo convenció el ‘Gringo’ y Guiñazú, en su primera experiencia, después de apenas seis partidos en Atlético Tucumán… ya estaba despedido. Trabajo ingrato, lleno de histeria e impaciencia. Tantas veces promovida por dirigentes demagógicos, entrenadores que se ofrecen para desestabilizar a un colega, planteles capaces de tejer un complot y también medios periodísticos que operan. A veces por simple simpatía, y otras para adoctrinar al técnico que no le garantizó la primicia o no le cumplió con la entrevista exclusiva.
Se naturalizó la sinrazón. Este sábado, Julio César Falcioni abrirá su quinto ciclo en Banfield frente a San Lorenzo. Hace unos días le recordaban que el fixture será impiadoso con el ‘Taladro’ en las próximas fechas, porque luego vendrán Estudiantes y Rosario Central… “¿Y después? Racing y River… Creo que dentro de cinco fechas voy a estar de nuevo en mi casa leyendo el diario”, bromeó el ‘Emperador’, a sus 66 años, repleto de cicatrices. El entrenador de mayor edad en Primera, junto con Miguel Ángel Russo. Falcioni podría estar blindado eternamente porque condujo a Banfield al primer y único título de su historia, pero no se engaña. Otras veces ya se ha tenido que marchar. En definitiva, los técnicos sufren cuán desechables pueden ser. Como reflexionaba Lucas Bernardi hace un tiempo en LA NACION: “Cuando firmás un contrato, ya sabés que te van a echar”. Todos están advertidos, todos están condicionados. El próximo no tardará en caer.
Porque son descartables. Los tratan como fusibles. En el año, y ni siquiera van cinco meses, ya quedaron desempleados Néstor Gorosito (Gimnasia), Marcelo Saralegui (Colón), Alexander Medina (Vélez), Abel Balbo (Estudiantes), Leandro Stillitano (Independiente), Hugo Ibarra (Boca), Gustavo Munúa (Unión), Rodolfo De Paoli (Barracas Central), Diego Flores (Godoy Cruz), Diego Dabove (Huracán) y Javier Sanguinetti (Banfield). Once. Un equipo. Once clubes, casi la mitad de los protagonistas de la temporada, cuando al año le quedan siete meses de competencia. Porque los descensos, por ejemplo, llegarán en el cierre de 2023. Pero mejor, dinamitar todo ahora. ¿Para qué? Para que haya tiempo de volverlo a dinamitar. Y eso está instalado como un método de gestión. Un sistema que las partes asumen obedientes.
Hasta Lionel Scaloni se anima a ponerse en duda. “Salir campeón del mundo no implica que sigan estando los mismos jugadores. Hay que seguir, porque desde el momento en que las cosas no funcionen hay que cambiar. Incluso, hasta cambiar de entrenador”, comentó hace unos días en el Congreso de directores técnicos, en Qatar. En ocasiones, sí; como norma, no. Ese simplismo sólo favorece a dirigentes haraganes. Y temerosos.
Como en la Argentina la intolerancia futbolística carga con un poder destructivo insuperable, a la dirigencia le corresponde ofrecer sensatez donde mandan los desbordes. Hinchas de River, en Córdoba, estallaron hace un par de meses al grito de “Gallaaaardo/ Gallaaaaaardo” para expresar su disgusto con el plantel que no se había detenido a saludarlos al ingresar al hotel. El River de Martín Demichelis atrapa y convence en su sólido liderazgo, pero apenas un parpadeo atrás, perdió con Belgrano en la segunda fecha de la Liga Profesional y también tropezó con Arsenal, en la quinta jornada, en el Monumental. En esa atmósfera visitó Lanús, en la sexta, cuando sobrevolaban comentarios desconfiados. Y las comparaciones hacían estragos. Porque todo debe ser líquido e inmediato. No lo iban a despedir a Demichelis, claro. Es en la adversidad cuando se sostiene un plan. ¿Esto asegura resultados positivos? No, pero define a una conducción.
Como alguna vez sucedió en la AFA con Marcelo Bielsa después de Corea-Japón 2002. Como más cerca en el tiempo la Confederación Argentina de Básquetbol (CAB) respaldó a Pablo Prigioni al frente de la selección de básquetbol, pese a no conseguir al boleto para el Mundial de este año en Filipinas, Japón e Indonesia. Como todas las garantías que le ofrecieron a Javier Mascherano después del derrumbe en el Sudamericano de Colombia, en enero, y por eso en una semana estará debutando al frente del Sub 20 en la Copa del Mundo. Alemania quedó eliminada en la primera rueda de Qatar 2022, y sin embargo Hansi Flick no perdió el puesto de entrenador. Bueno, no tiene mucho sentido trazar este tipo de paralelismos. Todos lo sabemos.
Pero, ¿educar al hincha es posible? Convendrá no ser tan pretencioso, pero puede haber gestos, elecciones, estilos. Racing está ordenado, cubierto económicamente. En los últimos tiempos ha sumado títulos con una frecuencia inusual para su historia. Tiene un plantel competitivo, potenció la marca y abrió mercados, regresó a los torneos internacionales y logró la deserción escolar cero entre los chicos de su pensión. Pero esto último a quién le importa, ¿no? Todo se reduce a ganar. O a insultar. Y como de los últimos 18 puntos que disputó en el torneo local sólo sumo uno, se presenta como obligatorio sembrar un tembladeral alrededor de Gago. Pero Racing eligió el camino más inverosímil y tortuoso: respaldarlo. Creer. No gestionar desde la exasperación. “Nunca tuve dudas de que Fernando no continuara porque estamos muy contentos con su trabajo, más allá de este bache de resultados”, confiaba el ‘Mago’ Capria, el manager.
La masa futbolera, desde la impunidad que otorga el anónimo monstruo de mil cabezas, se atreve a cualquier despropósito. Hiriente, ingrata, olvidadiza. Muchos simpatizantes se enorgullecen de su poder y lo ejercen desde los abusos. Peligro: los hinchas están enamorados de sí mismos. Otro rasgo de nuestra descomposición social.
¿Qué responsabilidad nos cabe a los que podemos expresarnos en los medios de comunicación cuando aparece un actor como Racing? Escucharlo, e interpelarlo también, porque todo actuará como impulso para que el método tenga onda expansiva. Tal vez surjan laderos que por ahora no se atreven. Si el fútbol es pasión, razón, ciencia, arte, negocio, sudor, nervios, coraje, dignidad… ¿por qué reducirlo sólo al resultado? Racing lanza un mensaje, y tal vez apenas se trate de una botella flotando en el océano de la desesperación. Pero entre tantas polémicas vacías y entretenimientos de cotillón barato en el fútbol argentino, vale su riesgo contracultural.
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