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La crítica de Pablo Lavallén, un "porteño hasta la médula": "Se desprecia a los clubes del interior"
El DT de Atlético Tucumán sostiene lo difícil que es hacerse lugar en el ámbito de la primera división del fútbol argentino, enfocado mayormente a los equipos grandes
El fútbol le dio sorpresas a Pablo Lavallén . Justo a él, que nació en el barrio de Palermo y se define como “porteño hasta la médula”, la carrera como jugador lo llevó a vivir muchos años en México. Y ahora, en la faceta de entrenador de Primera que estrenó hace apenas 18 meses, a convertirse en hombre de tierra adentro. Empezó en San Juan con San Martín y hoy sigue en Tucumán con Atlético , donde además de poder ver el juego y el negocio desde otra óptica se está dando el gusto de afrontar el desafío de una Copa Libertadores (3º en el Grupo 5, con 7 puntos, faltando una fecha, ante Palmeiras en Brasil). “Por mi trayectoria como futbolista sabía que me iba a tocar arrancar en el interior o en otro país. Como la mayoría, tengo que remar, y en chocolate, compitiendo contra los grandes con jugadores de otra categoría y pocas oportunidades de mostrar lo que hacés”.
–Pero hasta ahora los resultados son satisfactorios.
–Gracias a Dios en San Juan hicimos un trabajo bastante bueno, tuvimos reconocimiento, y después salió esta chance de disputar la entrada en la Libertadores con Atlético. Era una oportunidad de trascender, porque meterse en la Copa con un equipo que nunca la había jugado iba a hacer ruido.
–Ruido sí que hicieron, sobre todo en aquel partido histórico contra El Nacional, en Quito.
–Aquello fue increíble, pero estoy convencido de que estuvo potenciado por el hecho de que en ese momento en la Argentina estaba todo parado y no había más fútbol que ese. Si Boca y River hubieran estado jugando por el campeonato local, lo nuestro habría sido una notita de tres minutos.
–¿Se nota mucho la diferencia de estar en un club del interior que en uno de Buenos Aires?
–¡Sin duda! Es muy difícil trascender y que el país hable de un equipo del interior. En Buenos Aires creemos que el fútbol se mueve a través de los cinco grandes más alguno que esté andando bien en ese momento. Incluso, en igualdad de condiciones es más fácil que se elogie el buen juego de Defensa y Justicia que el de un equipo de afuera. Los de provincia tenemos que esperar a hacer un buen partido contra un grande para que se descubra que hay una forma, un estilo o un par de futbolistas interesantes.
–Lo que debe alentar el antiporteñismo de toda la vida…
–Sí, y te lo hacen notar en todos lados. Por desconocimiento, los porteños despreciamos a clubes del interior que quizá no tengan tanta estructura pero llenan la cancha cada domingo. Los programas deportivos están dedicados a Boca, a River, y sólo si esa noche jugamos por la Copa se acuerdan y dicen: “Ah, hoy juega Atlético Tucumán”. Lógicamente, eso acá molesta. En las provincias hay equipos fuertes y no escuchar nada a nivel nacional provoca resentimiento.
–Las noticias de hechos violentos en canchas del interior son más o menos habituales. ¿Hay un nivel de pasión incluso más exagerado que en Buenos Aires?
–La locura es social y está instalada en todos lados, es un problema a nivel país. Lo que pasa es que una persona se siente más liberada cuando tiene menos control y exposición. Vas a River y sabés que hay cámaras y muchos policías. En cambio, en partidos de ligas provinciales a veces hay dos policías, no se divide a las hinchadas o se hace de manera endeble y los violentos aprovechan esas condiciones menos seguras.
–¿Cómo se hace para evitar que esa locura se traslade adentro del vestuario, a los protagonistas del espectáculo?
–Con muchas dificultades, es casi una cuestión de educación personal. Los jugadores están a full ahí adentro y es muy difícil mantener la cordura porque acá no te podés equivocar nunca y cualquier mal resultado te puede dejar sin trabajo, entonces se vive con demasiada tensión. Los entrenadores deberíamos ser los encargados de bajar los decibeles, pero el discurso baja según cómo es cada uno, y eso depende de su educación, de cómo vive el fútbol y si puede tolerar el hecho de perder un partido aunque eso le cueste el trabajo.
–¿En Tucumán la locura hoy tiene forma de Copa Libertadores?
–No creas. La gente está conforme con lo que venimos haciendo, pero sabe que la Libertadores es un sueño y que el objetivo del club siempre fue y sigue siendo consolidarse en Primera. De hecho, yo percibí que no había mucha confianza en que pudiéramos entrar en la etapa de grupos. Pero bueno, nosotros vamos a pelearla hasta el final. Vamos a ver qué pasa.
–¿No te da miedo que la excitación por la Copa los saque de foco del torneo local?
–Es algo que ocurre inevitablemente. Hablo mucho con los jugadores para tratar de evitarlo, pero sé que pasa porque lo viví. La cabeza te traiciona, te hace pensar que es más importante un partido contra Palmeiras que contra Sarmiento de Junín y eso es muy peligroso. Hay clubes que hasta han descendido por desatender lo doméstico. Este equipo de Atlético Tucumán se armó a principios de 2016 para mantenerse en Primera. Jugar la Copa sin perder de vista esa meta inicial es el escalón que estos chicos tienen que subir para demostrarse que pueden ser mejores y pensar en llegar a equipos más grandes. En eso estamos.
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