El desempeño contra Polonia abre un nuevo Mundial para Argentina; es clave recuperarse del agotamiento físico y mental de una primera ronda extremadamente difícil
DOHA.- Tres jugadores de campo, solamente tres jugadores de campo de la selección argentina, todavía no tuvieron minutos en el Mundial. Esto describe al entrenador y al plantel. Lionel Scaloni confía en la profundidad de la delegación que eligió; sabe que puede apelar a todas sus piezas si necesita soluciones. Y los futbolistas le responden. ¿Recuerdan que en nuestro contacto anterior justamente citábamos la importancia de disponer de 14/16/19 piezas listas para rodar? Con Polonia quedó a la vista. Como también comprobamos, una vez más, que nadie conoce mejor a sus jugadores que el entrenador. Cómo están, cómo se sienten, cómo los observa. En las prácticas y en la convivencia. Porque ‘saber leer’ las horas libres también le entrega mucha información al técnico. Creyó que era una instancia para Enzo Fernández, creyó en arriesgarse con Julián Álvarez en lugar de un goleador como Lautaro Martínez, creyó en el respaldo para Alexis Mac Allister y sus decisiones fueron apropiadas. Argentina se instaló con autoridad en los octavos de final.
Resultaron notorios los progresos de la selección. Otro equipo, prácticamente, en comparación con el estreno ante Arabia Saudita e, incluso también, con respecto al triunfo sobre México. Desde su determinación para jugar, creció el funcionamiento. Aparecieron síntomas de la selección argentina que estábamos esperando.
La solvencia de Enzo Fernández para abrir pases. Los movimientos de Julián Álvarez para marcar espacios. La sociedad que propone Mac Allister. Las proyecciones de Nahuel Molina, hasta para encontrarse con Mac Allister y abrir el marcador. Y los zagueros centrales, ya me leyeron, los destaco en cada partido. A los tres, a Nicolás Otamendi, a ‘Cuti’ Romero y a Lisandro Martínez, no importa quiénes jueguen, los tres blindan la zona de ‘Dibu’ Martínez. Me dirán que los atacaron poco…, y es verdad, no lo desconozco. Pero precisamente, cuando una defensa no está en constantes apuros puede relajarse y cometer alguna distracción. Con ellos no ocurre: ‘muerden’ todo el tiempo, se anticipan, llevan la línea para adelante.
Tendrán que jugar otro partido perfecto en concentración este sábado. Australia no presionará a la Argentina, le entregará campo e iniciativa. Opondrá, sí, una enorme resistencia física. Tienen muy incorporado su plan, pero no tendría que ser suficiente para dar un ‘batacazo’ en la Copa del Mundo si la Argentina vuelve a ser… Argentina. Es decir, si sigue transitando por las huellas el equipo paciente para buscar, intenso para forzar y contundente para transformar en gol sus ataques. Sin subestimar a nadie, desde luego, también seamos sinceros: es un cruce que invita a los mejores pensamientos. Pero no se trata solo de un deseo, no. La Argentina está recuperando la memoria.
Australia tomará recaudos y cederá muchos metros. La presión se instalará exclusivamente en Argentina, como en los tres partidos anteriores de la Copa. Los muchachos ya lo tienen asumido. Esa obligación si bien te carga de responsabilidades también te ofrece una ventaja fantástica: la de administrar la pelota. Y ese equipo sabe (y debe) jugar alrededor de la pelota. Por ejemplo, creo que Polonia se equivocó al desinteresarse totalmente de la posesión, tenía piezas para intentar otra postura, al menos, por pasajes del encuentro. Pero no patearon al arco directamente. Jugar amenazado por ‘la espada de Damocles’, sabiendo que sólo vas a resistir y resistir, es agobiante. Un error y el duelo se vuelve irremontable. No tener el control de la pelota te agota física y anímicamente. Sos un actor secundario, siempre. Y todo esto lo detallo para subrayar que, más allá de llevar toda la responsabilidad del juego, para la Argentina siempre resultará una ventaja que le permitan administrar la pelota. Yo no le daría ese privilegio si fue el rival. Pero soy argentino, amo a mi selección, y prefiero que los demás se asuman inferiores.
Hora de descansar
Por estas horas, la recuperación física cobra un valor fundamental. En medio del Mundial, descansar es la prioridad. La Argentina ya jugó tres partidos en ocho días, y habrá afrontado cuatro en apenas once días cuando cumpla con su turno por los octavos de final. Un calendario muy apretado. Pero además de los músculos, las emociones viven en tensión. Recordemos que, por haber perdido el primer partido, la selección comenzó a jugar finales. Una tras otra, México, Polonia y ahora será Australia. Duelos sin retorno. Derrota y adiós. Ese desgaste mental, invisible en alguna medida porque no podemos filtrarnos en la cabeza de los muchachos, también influye. Impacta. La tensión no desaparece, no da treguas. El carácter siempre debe estar listo para rescatar al equipo de situaciones de estrés. Lo están resolviendo muy bien, pero les juro que agota tanto, o más, que correr 15 o 18 kilómetros por partido. Les pongo un ejemplo: Leo falló el penal contra Polonia y había que insistir en la búsqueda sin que el rival advirtiera ninguna flaqueza. Digerir rápido el contratiempo sin que Polonia sintiera que la selección se podía derrumbar o ingresar en un cono desconfianza. No pasó nada de eso. La Argentina no dejó de martillar hasta derrumbar la pared.
¿Notaron que prácticamente no lo mencioné a Leo? Creo que es un magnifico resumen de la evolución de la selección. Pero, ¿saben qué? Además, está Leo. Comprometido, batiendo algún nuevo récord en cada partido y obsesionado con que la Argentina sea la que deje una marca en Qatar.