Holanda será el primer rival con la jerarquía de un candidato a ganar el título; Argentina está bien, pero debe trasladar sus merecimientos al resultado
DOHA.- Algunos rasgos del equipo se han consolidado durante la marcha del Mundial y ya son señas de identidad. Esto siembra confianza y abre expectativas. La selección maneja los tiempos, tiene paciencia, es inteligente para leer cuándo le conviene atacar y cuándo es necesario defenderse. Tiene una adaptación camaleónica, digamos, y esta particularidad es una ventaja en el fútbol moderno. Se desdobla, es versátil. Puede incorporar un jugador a la línea defensiva y es un equipo elástico para cambiar el dibujo en pleno partido. Eso da cuenta del trabajo en los entrenamientos, del grado de madurez colectiva para convivir con naturalidad, de un momento a otro, con un sistema diferente. No digo nuevo, digo diferente. Porque ya ha quedado demostrado que los muchachos lo han ensayado durante horas y lo tienen aceitado.
Países Bajos será el rival más exigente en nuestra ruta mundialista. Hasta aquí. Un adversario superior a todos los anteriores, una medida mucho más ajustada a la vara de una Copa del Mundo. Pero lejos de intimidar, ese crecimiento en la calidad del adversario, encierra una ventaja: el equipo de Louis van Gaal no será un espectador, va a salir a jugar. Se compartirá la iniciativa y aparecerán los espacios. Ideal para nuestra selección, que entiende cómo crear peligro. En pocos movimientos, la selección lastima cuando descubre al rival expuesto.
Pero tendrá que mejorar un aspecto, todavía en el debe de la selección. La selección debe crecer en contundencia para evitar cualquier sufrimiento. Debe trasladar al marcador sus merecimientos. El partido con Australia estaba totalmente controlado y nos metimos en problemas al final por no ‘cerrar’ el juego antes con mayor justeza en la definición. Nunca hay que darle al rival la posibilidad de volver a meterse en el partido. Más, cuando se establecen diferencias futbolísticas tan evidentes, porque el impulso anímico que recibe el oponente es inmenso. De repente, se miran y se dicen: “¿Y por qué no? Si todavía estamos en partido, quizás es para nosotros…” No, esa sensación de esperanza no hay que regalársela a nadie.
Leo está ofreciendo un Mundial de menor a mayor. Y con Australia cerró el juego en un altísimo nivel, con un absoluto liderazgo de la escena, haciéndose cargo de cada avance argentino. ¿Vieron todas las asistencias que le entregó a Lautaro? Ahí también se advierte el ascendente del capitán sobre sus compañeros: Leo detecto que Lautaro necesitaba convertir para reforzar su confianza. Y lo busco, una y otra vez. No convirtió Lautaro... todavía. Lo conozco muy bien a Lauti. Le encantan los retos. Y nunca se desanima. Al contrario, la adversidad lo potencia y lo motiva. Lautaro nunca se cae.
Pero vuelvo a Leo. ¿Se acuerdan que en uno de nuestros primeros encuentros les comenté que creía que, pese a sus 35 años, podía ser una de las figuras del Mundial? Lo sostengo. Quizás le costó el debut, también la primera hora con México, pero desde que convirtió esa tarde, comenzó a crecer. Y a crecer. Y nada más lo derrumbó. Szczęsny le atajo un penal contra Polonia, ¿y cómo reaccionó? Con su mejor fútbol. Diría que desde ese momento no dejó de progresar en el torneo. Y subrayo: en los últimos 15 minutos con Australia mostró su mejor repertorio. Como si fuese una síntesis de todos los Leo: el cerebro creativo, el de las apiladas en velocidad, el que asiste y, también, el que siempre merodea el gol. Ya convirtió tres en el Mundial y quedó a uno de Bati en la historia de los mundiales. Impresionante.
Individualmente, hasta acá, es el Mundial de Leo y de Kilyan Mbappé. Estamos viendo un Mundial físico, donde los equipos con menos jerarquía, pero con una muy buena organización, con rigurosidad para seguir su plan, se equiparan con los más poderosos. Por eso hemos vivido varias sorpresas…, pero que después no tuvieron continuidad: Arabia Saudita, Túnez, Australia, Japón llamaron la atención y consiguieron muy buenos resultados, pero llegamos a los cuartos de final y ya no están en Qatar. Como ha sucedido otras veces, las sorpresas se acaban después de la etapa de grupos, y entonces el Mundial responde a cierta lógica. Cuando la Copa se vuelve un asunto de pocos equipos, ahí nos encontramos con las caras de siempre. De los ocho equipos en competencia, cinco son los campeones del mundo que siempre figuran en cualquier lista de candidatos. En este caso, más Croacia, el subcampeón del mundo vigente, y Portugal. No es casualidad: la historia siempre pesa. No es opinión, sino el valor de los datos. No me olvido de Marruecos, ya voy a llegar.
Mbappé está haciendo la diferencia. Desequilibrante, clave, definidor. Francia es el equipo de cuidado que todos esperábamos, incluso después de tantas bajas por lesión. Se viene un duelo fantástico con Inglaterra, una selección que me gusta, donde el técnico Gareth Southgate ha consolidado una idea alrededor de una mixtura generacional, con chicos y jugadores de más recorrido. Brasil es la fantasía productiva, es decir, su propuesta no se reduce a encantar; no, atrae y gana también.
España mereció algo más, es cierto, nunca se apartó de la fidelidad por un estilo, pero su eliminación para mí no fue una sorpresa. ¿Por qué? Porque Marruecos les ha jugado a todos de igual a igual, cuenta con futbolistas en las mejores ligas, y supo llevar el partido hasta los penales. Y Portugal no necesitó de Cristiano Ronaldo para ser implacable: todos tocan, rotan, juegan y se entienden en el ataque. El Mundial entra en su etapa más apasionante.