La carta española de Guede: el ayudante que pasó de Ucrania a Boedo

Al español Marcos Álvarez no le gustan los rótulos ni los encasillamientos. Si tuviera que resumir en una palabra la clave para que un proyecto futbolístico funcione, descartaría conceptos académicos o títulos pomposos de escuelas de pensamiento. Elegiría, en cambio, una condición mucho más terrenal: adaptación. El preparador físico sabe bien de lo que habla, porque en la última década se las ingenió para encastrar a la perfección en clubes como Sevilla, Tottenham, Real Madrid, y también en FC Dnipro Dnipropetrovsk de Ucrania, aunque en este último caso lo que resultó más complejo fue acomodarse a una guerra con Rusia, y tuvo que abandonar el país antes de lo previsto. Como para no perder la costumbre de poner a prueba esa capacidad, para esta temporada decidió aceptar la invitación de Pablo Guede, quien lo convocó para que lo ayudara a dar forma al equipo de San Lorenzo.

"El Profe", como lo llaman todos en el club de Boedo, cuenta a canchallena.com que lo único malo que encontró en su nuevo destino laboral es no poder tener a su familia cerca. "Es que el ciclo escolar ya estaba en marcha allí cuando me llamó Pablo", explica. Por eso fue el único que abandonó Sevilla, y se las ingenia vía Whatsapp, Skype y redes sociales para que el contacto con su base de operaciones andaluza se mantenga fluido. Lo extraño de algunos partes de novedades hogareñas recientes fue que incluyeron noticias sobre movimientos sísmicos en la costa mediterránea. "Aquella zona es montañosa y cada tanto tiempo se mueve. Esta vez se ha sentido en Sevilla, pero por suerte en mi casa me han dicho que no pasó nada", cuenta.

Álvarez conoce a Guede desde que el actual DT de San Lorenzo era jugador de Elche y el preparador integraba el cuerpo técnico del club. Cuando Guede se hizo cargo de Palestino de Chile, lo convocó para trabajar con él. "Estuve primero 20 días, y después dos semanas", explica. En esta reedición de esa sociedad, firmó un contrato por 18 meses con San Lorenzo.

Su último contrato firme con un club terminó antes de tiempo, pero no porque le haya ido mal, sino por caprichos de la geopolítica. Entre 2010 y 2014, Álvarez trabajó con el técnico Juande Ramos en el Dnipro ucraniano. Pero cuando el conflicto bélico con Rusia se intensificó, decidieron regresar a España. "Fue una experiencia dura –recuerda–, sobre todo porque tú estás allí entrenando, y además de que hay jugadores que sufren mucho y temen por su vida, tu familia está en España constantemente viendo la televisión y escuchando que en Ucrania hay una guerra. Un día fuimos a jugar un partido a Crimea, que ya había sido anexionada por Rusia, y subió el ejército a pedir pasaportes, con tanques aparcados a los costados. Uno no está preparado para eso. Los directivos del club querían que nos quedáramos otros dos años, pero no era posible."

Sin planes firmes a la vista desde su salida de Ucrania, la oferta de Guede presentaba un doble atractivo. "En principio, creo que Pablo es una persona muy honesta y me gusta su forma de trabajar al ciento por ciento. Y además, el fútbol argentino es una de las cunas del fútbol mundial", explica Álvarez. "Además –agrega–, en ningún lugar he visto la pasión que vi en el poco tiempo que llevo aquí".

El preparador dice que no cree necesario buscar un rótulo para el sistema Guede: "No me gusta hablar de un esquema ofensivo o defensivo, porque Pablo cuida una parcela como la otra, y tiene una gran capacidad para transmitir lo que quiere. Hace un trabajo en el que el equipo está implicado en todos los aspectos". El propio técnico dio, apenas asumió, una pista clara de lo que buscaría: "Un equipo insoportable". Ese es, por ende, el objetivo también de su ayudante andaluz. "Yo soy el primero –dice– que me tengo que adaptar a la filosofía del entrenador. Tengo que adaptar el trabajo técnico y táctico para intentar que el desarrollo del equipo y del futbolista sea global".

Ese plan comenzó en la pretemporada, repartida entre el Bajo Flores y Mar del Plata, y estuvo listo a la hora de verdad. "Al principio hubo que usar varias semanas para desarrollar el trabajo táctico, que en definitiva es lo más importante: porque un jugador que corra bien tiene que correr menos que uno que no corra bien en un sistema. Para mí, aunar y no separar el trabajo físico del técnico-táctico te hace ganar tiempo. Y mi meta era que el jugador llegara bien al arranque del torneo. El resto no importaba tanto".

A juzgar por el arranque del equipo de Boedo en el torneo Transición, y por el contundente triunfo ante Boca por la Supercopa, el guion parece estar funcionando. Falta ajustar, en todo caso, el capítulo Copa Libertadores, o al menos esperar a ver cómo marcha el equipo al nivel del mar, luego de la caída en Quito ante la Liga.

Álvarez dice que entre torneo y copa no habrá respiro hasta junio. Habrá mucho desgaste físico, y su objetivo es que el jugador esté en forma hasta la última fecha gracias a la preparación diseñada. Admite que no cree en fórmulas mágicas en ese sentido. "Me gusta tener una visión natural de mi profesión. Actúo de la manera más sincera y natural posible. Creo que tanto para un entrenador como para un jugador, es clave adaptarse a la situación, al plantel, al entorno, a la idiosincrasia del club, de la ciudad y del país. Hay que crear un ambiente de trabajo cómodo, y darle al jugador un feedback que le sea útil, prestando atención a sus demandas, que pueden ser muy distintas en cada caso. Para eso, creo que me sirven mucho las experiencias que he tenido fuera de mi país, incluso haber conocido de cerca un conflicto bélico."

avl/gm/jt

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