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La cantera de Vélez: siete historias de resiliencia y superación de chicos (y no tan chicos) que se lucieron ante River y quieren dejar su huella en la Copa Libertadores
Los casos de Gianluca Prestianni (16 años), Máximo Perrone (19), Valentín Gómez (19), Abiel Osorio (20), Luca Orellano (22), Nicolás Garayalde (22), y Santiago Cáseres (25)
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Vélez sorprendió a propios y extraños con el partido que le hizo a River en la ida de los octavos de final de la Copa Libertadores. El fútbol argentino siempre exportó jugadores, será un semillero inagotable desde la mayoría de los clubes porque el talento seguirá estando, pero lo que mostraron los chicos del Fortín le agregó un plus desde la maduración para afrontar el contexto. Cada partido es una historia diferente y no tendrán fácil la clasificación a cuartos en el Monumental (será un desafío distinto), pero lo hecho el otro día es la demostración de un proyecto. Un camino que no tiene techo desde el posible crecimiento individual y colectivo (aunque en la revancha el equipo de Alexander Medina pierda), pero sí razones que explican un recorrido.
Por lo general, a la vista del público en general, hay piedras fundacionales en cada trabajo juvenil: que los chicos estudien mientras buscan su chance en las inferiores, que traten de jugar como el modelo de la primera pero, al mismo tiempo, que aprendan recursos tácticos para saber afrontar distintos contextos y situaciones adversas, que mejoren su técnica individual, que se cuiden fuera de la cancha y que entiendan que el Fair Play es tan necesario en el juego como hacer un gol. Pero también hay un subgrupo de razones “invisibles” (y decisiones) que, muchas veces, pueden cambiar el destino de un jugador.
Este sábado, ante Atlético Tucumán, debutó como titular Gianluca Prestianni (categoría 2006, 1,65m y 63kgs). La Pulga, como lo llaman en Liniers, ya se había presentado en la Reserva con 15 años en agosto de 2021, momento que despertó los ojos para un seguimiento de Barcelona y Real Madrid. El delantero de Ciudadela, que viene de infantiles, hace justo un mes firmó su primer contrato con Vélez hasta fines de 2024.
Hace poco más de un mes, el 25 de mayo, este extremo escurridizo y punzante se convirtió en el futbolista más joven en debutar en la primera del club de Liniers. Con 16 años, tres meses y 23 días ingresó en los últimos 13 minutos de la goleada 4-0 a Estudiantes, por la Copa Libertadores. Batió la plusmarca que le correspondía a Patricio Pérez, que hace dos décadas se presentó con 16 años, 10 meses y un día frente a Nueva Chicago. Prestianni debutó en la Libertadores con el director técnico Julio Vaccari, que lo conocía bien por haber trabajado en las inferiores. ¿Si Mauricio Pellegrino hubiera seguido habría tenido su chance tan pronto?.
Pero hay más ‘historias mínimas’ de estos jóvenes que sueñan con hacer una carrera profesional prolongada. De los chicos que aparecieron ahora pero también de los “no tan chicos” que ya son conocidos por los hinchas por tener un rodaje mayor. Santiago Cáseres tiene 25 y volvió luego de ser vendido a Villarreal de España, pero pocos saben su momento de superación individual.
De chico, Cáseres tenía problemas con el exceso de peso y muchos querían dejarlo libre, pero tuvo suerte de que el entrenador de la cuarta división confió en él. Fueron meses de lucha con los directivos y hasta con los preparadores físicos por su condición. Fue “educado” con insistencia por todos los entrenadores hasta que comprendió que, primero que nada, tenía un desafío con él mismo. Así logró ponerse en carrera para estar en primera, se destacó con muy buenos rendimientos y llegó a estar en el radar de Boca y River antes y después de irse a España.
Luca Orellano es otro “viejo conocido”, por más que el habilidoso zurdo tiene recién 22 años. Extremo derecho para jugar –preferentemente- con el perfil invertido, revolucionó el ataque de Vélez con explosión y cambio de ritmo. En la primera gambeta se vio que era diferente, cuando debutó el 25 de noviembre de 2018 en la victoria ante Unión por 2-0. Sin embargo, lo que puede ser un futbolista en que todos –ante el primer vistazo- pueden pensar “pero es obvio que un delantero así va a llegar a primera”, la historia no fue tan así.
Casi siempre jugó en las categorías inferiores pero de Liga, la segunda en importancia. Y siempre le costó a Orellano que los entrenadores lo elijan como primera opción. Les pasó a muchos técnicos porque siempre necesitó de cierta continuidad para encontrar regularidad. Es de esos futbolistas que necesita que le den diez cotejos seguidos para tomar confianza. Hubo dirigentes que en el primer partido que jugó con Gabriel Heinze querían dejarlo libre. En una instancia ya como profesional y con Mauricio Pellegrino como DT, fue bajado a la Reserva, pero la gente del fútbol juvenil recomendó que le tengan paciencia. Orellano no bajó los brazos, Pellegrino le dio oportunidades y enseguida empezó a destacarse en la primera división.
Nicolás Garayalde es otro al que la “explosión” le llegó de “grande”, a los 22 años. Fue una de las figuras como doble 5 ante River, con Máximo Perrone. Categoría 99, en juveniles jugaba de 8, aunque siempre fue un volante mixto y ahora entrenando con la primera está aprendiendo a jugar más por el centro, más posicional. Es muy dinámico, tiene buenas cualidades en todos los aspectos, para los pases cortos y largos; también en los controles orientados y el juego aéreo. Lo último que perfeccionó fue la marca, se fue haciendo más agresivo. Fue uno de los jugadores que encontró espacio en la época de la pandemia.
El arte de la paciencia
Máximo Perrone se lució ante River también, pero el zurdo ya había hecho levantar al público para aplaudirlo de pie en su debut en Vélez, un amistoso de pretemporada ante el equipo de Marcelo Gallardo en el Monumental, bajo las órdenes de Pellegrino. Sin embargo, más allá de sus cualidades técnicas y tácticas y que siempre se destacaba en cada división, cada escalón que subía le costaba. ¿En qué aspecto? En la formación física para estar a la altura.
Ahora Perrone tiene 19 años y se lo ve con un despliegue impresionante, pero incluso hasta no hace mucho le costaba mantener continuidad en la Reserva. Se trabajó en su peso, en la masa muscular, en la fuerza. Se hizo un trabajo especial y se determinó darle la continuidad necesaria para evaluarlo. Aldosivi, a través de su entrenador que lo conocía por haber estado en el club y por su parentesco futbolístico a la hora de jugar (Fernando Gago) sondeó la posibilidad de llevarlo a préstamo, pero desde el área juvenil de Vélez se determinó que todavía necesitaba tiempo porque su lugar iba a estar en el primer equipo de Liniers. Muchas veces hay apuro en los propios juveniles que se ven tapados en buscar nuevos horizontes. Y por ahí la mejor “titularidad” está en progresar donde están. Si no estaba preparado para ser titular en la Primera de Vélez, ¿por qué iba a estarlo para asumir ese desafío en Aldosivi? Sus evaluaciones internas para que no tenga todavía el vuelo necesario no tenían que ver con sus condiciones, sino con los tiempos de maduración y formación profesional.
Abiel Osorio (20 años) ingresó con un desparpajo tal ante River que hizo recordar movimientos del Turu Flores. Autor de la jugada en el descuento que terminó con el remate en el travesaño de Armani, parece ser otro de esos futbolistas en donde sólo necesitan que un DT los pongan. Pero allí también hubo un proceso.
Tapado Osorio por otros delanteros –Florian Monzón, Mateo Pellegrino y Santiago Castro-, jugaba en Cuarta División. Participando en amistosos con clubes del ascenso, despertó el interés de algunos equipos. Martín Perelman, DT de Cañuelas y Comunicaciones en su momento, siempre buscó la posibilidad de contar con él. Este año, dirigiendo al segundo equipo de Orlando City fue decidido a llevárselo, ya que lo veía lejos de que lo utilicen incluso en la Reserva. Lo pidió, pero Vélez lo mantuvo porque veía que su proyección a primera no estaba lejana. Tras ceder a Florian Monzón (Platense y Almirante Brown) y Mateo Pellegrino (Estudiantes), llegó la oportunidad para Osorio, que demostró que jugando con otro ‘tanque’ como Pratto pueden convivir juntos, dependiendo el contexto y las ideas de Medina.
De angustiarse a ser capitán
Valentín Gómez tendrá un posgrado ahora. A los 19 años le tocará compartir el vestuario (y por qué no el campo de juego) con Diego Godín, un central histórico uruguayo de 36. Pero su camino también tuvo espinas: en infantiles, cuando empezó a entrenar, le costaba la adaptación y se angustiaba. No se sentía cómodo, estaba tenso, como abrumado por la propia responsabilidad que puede generar jugar en Vélez. Le costaba el día a día desde lo emocional, a tal punto que su entorno llegó a dudar si realmente valía la pena continuar. Desde el área de Infantiles le pidieron a sus allegados que le den tiempo porque tenía muchísimas condiciones. Con trabajo personalizado y contención, el chico no sólo se asentó sino que al poco tiempo ya era uno de los capitanes de la categoría.
A raíz de estas historias de resiliencia y superación, se consultó a Guillermo Morigi, coordinador general del departamento del fútbol infanto-juvenil de Vélez, sobre los cambios en la llegada a primera división desde los tiempos en donde él fue juvenil y debió atravesar por ese proceso: “Hoy en día, a diferencia de otras épocas, se trabaja analíticamente en muchas cuestiones colectivas que tienen que ver con todo, desde la parte defensiva, la zona media y ataque”.
Y con respecto a la formación global, comenta: “Ahora se hace mucho más hincapié en el cuidado, que lo chicos empiecen a pensar como profesionales en edades de juveniles. Esto tiene que ver con la nutrición, el descanso y la recuperación, para que ya se empiecen a crear hábitos que van a necesitar el día de mañana. Cuando hacen un ‘clic’ en ese aspecto, el cambio es rotundo. Y el club los ayuda desde el departamento de nutrición, desde el departamento de psicología. Los entrenadores son los que están encima de los chicos, los que los ayudan en el proceso del día a día”.
¿Cuál es el punto a tener mayor injerencia en la actualidad? Lo explica Morigi: “Hoy hay mucha más información y otro aspecto a trabajar con los chicos es manejarles la ansiedad. A diferencia de nuestra época, por ahí ahora están más ansiosos por llegar a primera, por tener la chance de dar un paso hacia adelante. Hablamos con ellos y les hacemos ver que esto es un proceso, hay ejemplos como el de Prestianni, que llegan rápido, y también como el de Garayalde, que se empiezan a destacar de más grandes. No todos son Prestianni ni todos soy Garayalde pero sirve como ejemplo para hacerles ver que tienen que tener paciencia y constancia”.
El ex mediocampista agrega: “En ese sentido, destaco el trabajo de todos los entrenadores y preparadores físicos, todos piensan desde la estructura colectiva. Si bien nosotros bajamos una línea desde la coordinación, son ellos los que hacen el trabajo con los chicos, los que comunican e incentivan para seguir formándose como jugadores. Existe un grupo muy bueno y un sentido de pertenencia que potencia todo eso, que hace que hoy se vean los resultados y es algo que nos enorgullece porque todos sentimos que colaboramos un poquito para que se vea este presente”.
De los que jugaron ante River el miércoles pasado, diez chicos fueron surgidos de la cantera del Fortín: ocho llegaron con edad de infantiles y dos con edad de juveniles (Ortega -9na- y Osorio -8va-). Detrás del entrenador que los pone en primera (Heinze, Pellegrino, Medina) están el Departamento de Scouting, los entrenadores y preparadores físicos de las inferiores, liderados por Morigi y Hernán Cabrera, Coordinador de Infantiles. Los chicos mencionados no fueron los primeros y tampoco serán los últimos que Vélez proyecte desde sus entrañas. Pero valen como ejemplo porque (pase lo que pase el miércoles ante River) tienen muchos desafíos por delante desde lo individual y colectivo. Pudieron haber estado o no, tuvieron entrenadores que los impulsaron a seguir y hoy están acá, jugando una instancia decisiva de Copa Libertadores.
Dicen los especialistas que el jugador, aún con varios partidos en primera, debe seguir aprendiendo y evolucionando, y que el camino no es fácil. Pero si hay voluntad de crecimiento, todo es posible. La dedicación que entregue cada futbolista para superarse es clave, tanto como las herramientas que le aporten los entrenadores y preparadores físicos que se topen en su camino. Al fin y al cabo, incluso en las etapas de formación, el fútbol se sostiene mejor con un trabajo en equipo.
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