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La camiseta de Diego, una historia anglo-argentina
El ex jugador inglés Steve Hodge llegó en 2002 a la BBC con una modesta bolsa de plástico de supermercado Tesco. Así llevaba la camiseta que Diego Maradona le había regalado tras el partido de México ’86. El productor del programa mandó urgente a un asistente a comprar un envoltorio más presentable. Cuando el conductor Johnny Vaughan anunció su nombre, Hodge entró al estudio con un hermoso maletín. Allí dentro, dijo Vaughan, está “el objeto más infame de la memorabilia del fútbol mundial. ¿Están seguros de que realmente quieren ver este objeto que está goteando con la transpiración del demonio?”, preguntó Vaughan a la tribuna. “¿Quieren que suelte al demonio?”. “Yeeeees”, gritó la gente. Hodge abrió la valija con suspenso. Y apareció la camiseta de “La Mano de Dios” y “El Gol del Siglo”. Terminado el programa, el productor aconsejó a Hodge que la guardara mejor. Es la camiseta que Sotheby’s subastará a partir de hoy por un récord, estimado en entre 5 y 8 millones de dólares.
Buena parte de los tesoros de la humanidad están en Inglaterra. El Imperio saqueó monumentos, obras de arte y hasta mármoles y estatuas del Partenón de Atenas, históricamente reclamadas por Grecia y que son atractivo central del Museo Británico. Millones de piezas de todos los continentes (algunas pocas devueltas en estos años) apoderadas con el pretexto de que en los grandes museos de Europa Occidental tendrían mejor cuidado y porque pasaron a ser “patrimonio de la humanidad”. También hay un “lado B” en Sotheby’s, la casa de subastas fundada en 1744 en Reino Unido. Lo cuentan algunos libros (El arte de robar) y hasta la historia de Al Taubman, su propietario cuando Diego convirtió “La Mano de Dios” y que en 2002, con 78 años, fue encarcelado diez meses en Estados Unidos por un esquema de fijación de precios con Chritie’s, su competidora. La camiseta de Diego, cuya subasta online se extenderá hasta el 4 de mayo, no es fruto de ninguna piratería. Y, para dolor de algunas hijas del 10, es auténtica.
La mejor reconstrucción de aquel momento está en El partido, el gran libro de Andrés Burgo sobre el Argentina 2 vs. Inglaterra 1 de cuartos de final de México ’86. Camisetas azules más livianas exigidas por Carlos Bilardo y que costureras mexicanas confeccionaron hasta pocas horas antes del partido. La 10 –ya sabemos– fue pedida por Hodge a Diego cuando ambos se cruzaron en los pasillos. Y, ya dentro del vestuario argentino, Diego cambió la 18 de Hodge por la 10 de Gary Lineker, que le cedió Oscar Garré. Días atrás, en una entrevista radial, Burgo le contó a Garré que Hodge le había dicho en su momento que estaba interesado en recuperar su propia camiseta. “Cinco palos”, lo cortó rápido Garré y estalló la carcajada. Los campeones de México ’86 (su grupo de Whattsapp tiene de fondo a Diego, Tata Brown y José Luis Cuciuffo, los tres fallecidos) ganaron 33.000 dólares cada uno. “Tres cuartas partes de un departamentito de dos ambientes que compré en Ramos Mejía”, nos dijo Garré en el programa Era por abajo (Radio de la Ciudad).
La camiseta de Diego –es cierto– es “patrimonio” del fútbol mundial. Pero más aun es patrimonio nuestro. En todo caso, es preferible Inglaterra, el histórico adversario vencido, antes de que la compre en subasta un jeque o magnate nuevo rico de la pelota. Casi no he conocido futbolero inglés que no quiera o admire a Diego. Es cierto que Hodge guardó la número 10 durante catorce años en su casa y que la llevó en una bolsa de supermercado al programa de 2002. Vaughan, que a los 21 años estuvo preso por drogas, ironizó esa noche si la camiseta tenía un cierto olor. Se rió otro de los invitados al estudio, el gran jockey Frankie Dettori (pero también a él lo tocó la cocaína). Dettori se probó la camiseta de Diego ante la cara aterrorizada de Hodge y Vaughan estimó que el tesoro podía cotizarse en trescientas mil libras esterlinas. Hodge advirtió esa noche que sería mejor guardar la camiseta en el Museo Nacional del Fútbol, en Manchester.
La camiseta permaneció ocho años colgada en un sector internacional, junto a la de la brasileña Marta, gloria del fútbol femenino. El Museo, que contiene buena parte de la historia del fútbol inglés, la declaró en junio de 2020 “objeto de la semana”. Miles la vieron y sintieron “infelicidad, alegría, o incluso desesperación”, dice Wiebke Cullen, gerente de colecciones del Museo. “Ese gol [el segundo, claro], que fue poesía en movimiento, arte, ópera”, se emociona Dickie Felton. Hoy ex vocero del Museo, Felton me responde vía mail: “Trabajé más de doce años en diferentes museos, inclusive en el Museo Marítimo de Merseyside, donde había un salvavidas de un sobreviviente del Titanic. ¡Imaginá! Pero tenía tenía trece años cuando seguí con mi padre el Mundial de México y, personalmente, esa camiseta fue el objeto más importante”. Felton me pide que escuche “Diego”, canción flamante que el músico Ian Prowse compuso en pleno dolor de pandemia. “Estabas loco, loco, loco. / Nadie lo hizo como vos”. Prowse, que es de Liverpool, canta también sobre Villa Fiorito. “Amor” y “libertad”, dice. Y muerte. Glorias de Manchester United publicaron mensajes ese día. “Mi primer héroe futbolístico”, escribió Rio Ferdinand. “El más grande, el mejor, el artista, un líder…”. Y Eric Cantona: “Antes Johan Cruyff, ahora Diego Maradona. El fútbol que amo ya no existe”.
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