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La Bombonera. Siete años y cuatro obras: todos los planes fallidos de Boca para mejorar su campo de juego
El club de la Ribera anunció en varias ocasiones la realización de obras para resolver su frágil sistema de drenaje; hasta el momento, ninguna funcionó; la nueva promesa apunta al primer trimestre de 2022
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Con el pago de su cuota, el socio de Boca abonó cuatro veces, en siete años y con diferentes dirigencias, una obra que sigue sin resolverse: el drenaje de la Bombonera.
“Es un trabajo que se tuvo que haber planificado hace 20 años. Pero no se hizo. Ahora está el compromiso de hacerlo”, exclamó en la mojada noche de este domingo Jorge Bermúdez, uno de los integrantes del Consejo de Fútbol. Y prometió: “Termina el torneo y el 13 de diciembre comenzamos las obras, que llevarán el tiempo necesario, y lo respetaremos para que la cancha quede como se necesita.”
El compromiso es grande. Sobre todo, porque el Patrón dejó en claro que el equipo iniciará su temporada 2022 jugando los partidos del torneo local y de la Copa Libertadores en otros escenarios. Más claro: según sus directivos Boca no volverá a jugar en su estadio hasta tanto no estén concluidos los trabajos que dejen en el pasado los problemas de drenaje de su campo de juego.
La expectativa crece. Máxime porque en los últimos 7 años el club realizó, y promocionó con bombos y platillos, obras relacionadas con este tema puntual, que en los papeles no resolvieron el tema de fondo.
El más pomposo de todos fue a fines de 2014. En diciembre de ese año, durante la primera presidencia de Daniel Angelici, en Brandsen 805 levantaron todo el césped, a 20 años de la última vez que se había realizado un trabajo similar (cuando la Bombonera tuvo su última gran reforma, con la construcción de los nuevos palcos). Y encontraron un artilugio para hacerlo dinero: vendérselo a los hinchas.
“Llevate a casa el pasto sagrado y volvamos a sembrar ilusiones”, rezaba la propuesta. Y se detallaba: “El campo de juego será sometido a un intenso tratamiento: cambio total del césped, movimiento de suelo, mejora de la pendiente para la evacuación del agua y mejoras de la infiltración. La idea es que esté impecable para el regreso del fútbol en febrero”, propuso el club a través de su página web a fines de 2014.
El negocio fue perfecto. El campo de juego mide 105 metros de largo x 68 metros de ancho, es decir que el terreno tiene alrededor de 7.100 metros cuadrados. Como cada maceta ofrecida medía cerca de medio metro cuadrado y se vendía a 200 pesos, por esa operación ingresaron a las arcas xeneizes casi $ 3.000.000, algo más de U$S 300.000 al tipo de cambio oficial de entonces. “La recaudación será destinada a construir un nuevo predio de entrenamientos en la localidad de Ezeiza”, dijeron.
La Bombonera vuelve a ponerse verde tras los trabajos de movimiento de suelo y drenajes: http://t.co/W7CRh9kiI1 pic.twitter.com/czUG4bBUif
— Boca Juniors (@BocaJrsOficial) December 29, 2014
Según detalló el club en su página web, “al sistema existente de drenaje interno en el subsuelo se le realizó un saneamiento para mejorar su eficiencia. Estos trabajos, con la ayuda de una cámara de televisión y agua a alta presión, incluyeron: verificación visual con la cámara, de la situación: taponamientos de tierra, roturas, etc.; donde era posible el agua a presión limpiaba de tierra de la cañería y, donde no era suficiente o los caños estaban rotos, se realizaba la reparación localizada; se construyeron varias bocas de inspección, para permitir la periódica limpieza del sistema.”
En tanto, en lo referido a los desagües externos, “se cambió y amplió la totalidad del sistema de desagüe del agua superficial”.
Pero la obra falló. “El objetivo es cuidar cada detalle para que la cancha vuelva a lucir a pleno para el debut del 15 de febrero, contra Olimpo, por el nuevo torneo”, destacaba el club en su página oficial en los primeros días de 2015.
En los videos que se difundieron entonces llamó la atención el bajo grosor de los panes de césped colocados sobre la tierra. Pero el día de partido hubo sol. Y Boca le ganó 3 a 1 a Olimpo.
Menos de un año más tarde regresaron los problemas. Que inicialmente se disimularon porque los días de partido no hubo tormentas. Y el club rentó un sistema de iluminación artificial que acelera la fotosíntesis. Pero bastaron tres días seguidos de lluvias fuertes en abril de 2016 para que todo el sector paralelo a los palcos (en donde menos da el sol) se convierta en un barrial.
Angelici le echó la culpa a los palcos que están sobre Del Valle Iberlucea. Según el presidente, la sombra y la pantalla contra el viento que genera ese edificio hicieron que el terreno se humedezca y se ablande. Lo cierto es que entre 1996 y 2015 ese problema no existió. Algo mal se había hecho.
Entonces, en mayo de 2016 Boca aprovechó el receso por la Copa América Centenario, realizada en Estados Unidos, para volver a meter mano en el césped de la Bombonera.
La nueva obra consistió en la generación de seis nuevos canales, con cambio de perfil del suelo drenante. Según se explicó, “dichos canales atraviesan de manera longitudinal el campo de juego y tienen como función recoger el agua de las precipitaciones en la franja de 25 metros cercana al sector de los palcos, área donde se genera la mayor concentración de humedad”.
Fue muy llamativo que se realizaran esos trabajos a tan poco tiempo del partido contra Independiente del Valle, por la vuelta de las semifinales de la Libertadores de ese año. Pero el remiendo logró pasar disimulado.
Una vez más, todo duró demasiado poco. El 4 de marzo de 2017 Boca jugó un amistoso en la Bombonera contra Argentinos. Fue 1 a 0, con gol de Darío Benedetto. Esa tarde, tanto los jugadores como el cuerpo técnico conducido por Guillermo Barros Schelotto notaron que el terreno estaba demasiado blando en la parte de abajo, lo que hacía que se levantasen las matas de pasto ante cada movimiento, y quedasen a la vista los pozos que ya se habían observado a comienzos de 2016.
El reclamo fue enérgico, sorprendidos porque habían pasado casi tres meses del último encuentro disputado sobre ese césped. La dirigencia pidió explicaciones y, a contrarreloj, el club metió otro parche: una resiembra para llegar al partido ante Talleres (programado para el 19 de marzo) de la mejor manera posible.
Como si fuera un laberinto sin salida, Boca volvió a iniciar ese círculo vicioso, sabiendo inconscientemente que volvería a tropezar con la misma piedra.
El 10 de noviembre de 2018 el campo de juego de la Bombonera no soportó una de las tormentas más intensas de ese año. La consecuencia dio la vuelta al mundo: suspensión de la primera final de la Libertadores contra River cuando las populares ya estaban colmadas. Después de pedirle prestado al club de Núñez cinco secadores especiales, el encuentro se jugó el 11 y terminó 2 a 2, sobre un terreno más amigable.
Cuando en diciembre de 2019 cambió la dirigencia, el tema de resolver el mal drenaje de la Bombonera fue un punto central. Pero la pandemia alteró los planes. Por el Covid-19, entre marzo y septiembre de 2020 las obras no estuvieron permitidas en CABA.
El fútbol volvió poco antes de la primavera del año pasado, pero sin público. Entonces, Boca optó por seguir estirando los tiempos y no mudar entonces a su equipo a otro estadio durante los meses que demandara una obra fundamental. El club podría haber hecho esta obra a partir de septiembre de 2020. Pero pasó el receso de verano sin novedades y los partidos de local continuaron disputándose en la Bombonera.
Recién en julio de 2021 se hizo un trabajo superficial que, una vez más, se promocionó como si fuera algo fastuoso. Y se anunció que la segunda etapa se retomaría a fin de año.
Mejoramos el sistema de drenaje del campo de juego, mientras se planifica la obra total para el próximo receso.
— Boca Juniors (@BocaJrsOficial) July 5, 2021
Más Obras. Más Bombonera.
Más Boca. 💙💛💙 pic.twitter.com/2ekH8PYP73
Apenas un mes más tarde, Boca y Argentinos igualaron 1 a 1 sobre un campo de juego imposible. Los charcos fueron evidentes y fueron más los “piletazos” que el juego asociado.
En ese entonces, las diferentes patas del club coincidieron en poner manos a la obra urgente y, por ende, no jugar en la Bombonera hasta 2022.
Sin embargo, todo quedó en palabras. El regreso de los hinchas a los estadios argentinos echó por tierra esa idea. Boca optó por patear para adelante un problema real y evidente, para no asumir el costo político de recibir críticas de sus socios y abonados, por la falta de aprovechamiento del estadio cerrado.
Hace tres meses, la dirigencia xeneize deslindó culpas. “Queríamos hacer este trabajo cuando terminamos de jugar la Copa de la Liga (31 de mayo) y comenzaron las Eliminatorias y la Copa América. Como nos dijeron que algunos partidos se iban a jugar acá, se complicó todo”, le confiaron desde el Consejo de Fútbol a LA NACION en agosto, sobre la postergación de los trabajos de desagües.
Cuando Conmebol, ante la baja de Colombia, proyectó realizar la competencia de selecciones en la Argentina, la Bombonera pudo haber sido sede. Pero nunca se oficializó esa chance. De hecho, todo terminó en Brasil.
Ahora parecería que sí. Que lo que Boca no hizo (o hizo mal), desde hace 7 años, finalmente lo resolverá desde mediados de diciembre. Y verá a qué estadios traslada a su equipo (y a sus hinchas) en los primeros meses de competencia de 2022.
Luego, como ocurre siempre, serán los hechos y las evidencias las que definan si, finalmente, Boca resuelve su problema de drenaje o no.
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