La Bombonera, de estreno. La experiencia de volver a ver un partido sin acrílicos

En poco más de un mes, la nueva dirigencia de Boca maquilló la Bombonera con un trabajo arduo y a contrarreloj que, aún por pequeña que pueda ser la magnitud de cada obra, no deja de ser significativa y emocionalmente efectiva.

El hecho de que se hayan reubicado los abonados a la platea del sector K (justo debajo del cartel LED) para que esa zona vuelva a ser popular o el pintado de toda la fachada de todo el estadio (en un acuerdo con la empresa a cambio de publicidad), o incluso que la Voz del Estadio vuelva a ser el locutor Claudio Orellano van de la mano del eslogan de campaña: recuperar la identidad xeneize. T también se decidió quitar el reloj que contaba la cantidad de días que lleva Boca sin descensos.

Sin embargo, lo más innovador y arriesgado es lo que se hizo en la platea baja, donde se quitaron todos los acrílicos y se construyó una pequeña baranda de contención. A la vez, en el campo de juego se cavó una trinchera para que se ubique el personal de seguridad.

Así las cosas, los que se sentaron en ese sector pudieron vivir una expe-riencia de partido diferente, mucho más cerca de los protagonistas y sin la obstrucción visual que generaban esos paneles.

La experiencia anoche fue positiva. "Realmente fue una buena idea, se ve muy bien, es cómodo. Ojalá los hinchas sepamos aprovechar la oportunidad", dijo Miguel, abonado desde hace años.

No es algo nuevo. Desde su nacimiento, hace casi 80 años, esa zona (popular socios) estaba comunicada con las cabeceras, y los socios podían caminar de la tribuna norte a la sur sin inconvenientes. Un alambrado de poca altura y un foso separaban a los hinchas del campo de juego. Recién en 1993 se interrumpió la conexión entre una popular y la otra. La popular socios le dio paso a la platea L y se mantuvo el alambrado bajo y el foso como separadores con el césped.

Tres años después, cuando Mauricio Macri tomó la decisión de derrumbar la zona de palcos para reformarlos, la obra dirigida por el arquitecto Carlos Salaberry incluyó la remodelación de la platea L: se suprimió el foso y se agregaron los paneles de acrílico, que al comienzo fueron bien acepta-dos, pero con el paso del tiempo derivó en cuestionamientos porque se empañaban y porque se fueron oscureciendo. Eso no solo obstaculizaba la visión, sino que obligaba a los plateístas que están más cerca del nivel del césped a solo poder ver la acción del juego de pie.

"Es importante entender que de la misma manera que haremos todo lo posible para que cada vez se los respete más, seremos implacables con aquellos que no sepan comportarse", anticipó el vice Mario Pergolini horas antes del clásico con Independiente. Y dejó en claro: "Usaremos todos los elementos disponibles en nuestros estatutos para tomar severas medi-das con aquellos socios que no se comporten correctamente".

La inauguración fue monitoreada con mucha atención por los organismos de seguridad de la Ciudad de Buenos Aires, ya que había preocupación por considerar que por momentos el nerviosismo atenta contra la sensatez de los hinchas.

No es la única experiencia de este tipo en el corto plazo en el fútbol argentino. Banfield, a mediados del año pasado, hizo algo parecido en su estadio. Desde entonces, con un estricto control de seguridad, no se produjeron incidentes. El flamante estadio de Estudiantes tampoco tiene alambrado ni acrílicos al borde de la platea principal.

El fútbol argentino busca un cambio. Algunas señales positivas están llegando desde las tribunas

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