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Julián Álvarez sonríe: volvió al gol en la selección después de 555 días y dio que hablar a Scaloni por su competencia con Lautaro
Las razones de su vigencia como titular pese a la sequía goleadora que arrastraba
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NUEVA JERSEY (Enviado especial).- Julián Álvarez tiene impresa una mirada de inocencia, una sonrisa sana, despojada de mordacidad o ironía. Su límite puede ser el rictus pícaro como mecanismo de autodefensa contra algún comentario al pasar que lo saque de su introversión. En la cancha, es raro observarlo en algún entrevero. Fuera de ella, pasa casi inadvertido entre una multitud que espera por el aura de Messi, la petulancia de Dibu, la risa socarrona de De Paul. Julián camina por la pasarela de la zona mixta y queda al descubierto una secuela reciente: un rayón largo y curvo le recorre el cuello. La uña de un defensor rival le surcó la piel hasta dejarle ese inocultable souvenir.
“Son cosas del partido, a veces toca luchar, a veces jugar, un poco de todo”.
Dice Julián, y nunca deja de sonreír. Todos lo quieren a Julián. Y él sonríe. Lo hace cuando Dibu Martínez irrumpe y destroza los protocolos de la estricta organización estadounidense. Se entromete en la premiación de un sponsor al mejor futbolista del partido y pide darle él mismo el galardón. “Buen partido, pa, la rompiste”, beso y se va Dibu, mientras el hombre de la empresa patrocinante ríe nervioso, sin entender qué ocurre. Julián, el MPV, muestra los dientes y el trofeo.
Grafica un poco, también, el ambiente que reina en una selección que sigue con apetito voraz, y que ya deja en paz a Atlanta –con el bullicio de la marea argentina y la incredulidad de los locales- para instalarse en Nueva Jersey, segunda estación del tren que intentará conducirlos a la reconquista de la Copa América.
El Westin Peachtree, la sala de operaciones de la selección en Atlanta, fue un imán para fanáticos, que no le dieron nunca respiro a las autoridades locales, que debieron hacer un rápido curso para controlar el frenesí. El termómetro de la pasión, que tiene a Messi como amo y señor de los corazones, también se enciende con Julián Álvarez. Camisetas con su nombre aparecen por todas partes, sobre todo en los más chicos.
A Julián, 24 años, 8 goles en 32 partidos en la selección, lo quieren porque es un pibe como ellos. Un pibe que ríe, que está feliz por el lugar en el que la vida lo situó. Porque no mira con desdén, porque es el rostro de la transparencia.
En la noche del Mercedes Benz Stadium, a Julián se le desbloqueó el arco rival. Algo que, si uno miraba su semblante, no parecía preocuparle. Fue su reencuentro con el gol en la selección argentina. Desde la semifinal en Qatar, cuando anotó dos tantos en el 3 a 0 a Croacia, la Araña no celebraba con la camiseta celeste y blanca. Pasaron trece partidos (en otros dos estuvo en el banco y no ingresó) sin marcar; 555 días. “Es importante para el delantero hacer goles, obviamente, para la confianza personal. Y siempre sirve para ayudar al equipo. Pero estaba tranquilo. Si bien hacía mucho tiempo que no convertía, en los partidos que me ha tocado jugar me sentía muy bien, físicamente bien y siempre trato de ayudar al equipo desde donde me toque”, explicó a la transmisión oficial, una vez finalizado el triunfo por 2 a 0 ante Canadá.
¡GOOOOOOOOL ARGENTINO!
— TyC Sports (@TyCSports) June 21, 2024
A los 48', JULIÁN ÁLVAREZ puso el 1-0 ante #Canadá. @mcdonalds_ar presenta la jugada más linda del partido. pic.twitter.com/SIIiqcu52B
Nunca demostró desesperación por la sequía goleadora, ni siquiera en un contexto muy claro planteado por Lionel Scaloni: salvo una situación excepcional, jugará siempre con un solo delantero central. Y Julián es consciente de que la competencia por ese lugar es con uno de los goleadores más voraces del planeta, Lautaro Martínez, de notables temporadas en Inter.
Contra Canadá, Scaloni volvió a brindarle la confianza a Julián. Y cuando le tocó entrar a Lautaro, fue en reemplazo del cordobés. Sin convivir, los dos respondieron con goles. Y aunque esta manera le dio grandes resultados al entrenador, en la conferencia posterior debió salir a aclarar: “Buscamos el equilibrio, somos un equipo que necesitamos eso. ¿A quién no le gustaría que jueguen los dos? Pero si juegan los dos, Leo [Messi] y Ángel [Di María]… defiendo yo. Es una realidad, duele porque son dos delanteros de primer nivel, pero ellos la tienen clarísimo. Por más vuelta que se le dé, no encuentro una solución: ojalá que le encuentres la vuelta y me lo digas”, le contestó al periodista que planteó la disyuntiva.
Scaloni respondió con humor y también se atajó para el futuro con una advertencia: “Será toda la Copa así y ojalá que sea hasta el final. Será la pregunta de ustedes en todas las ruedas de prensa”.
En un partido en el que Argentina jamás estuvo cómodo y nunca gobernó a placer –el estado del campo de juego fue la excusa perfecta para argumentar un rendimiento desparejo-, Julián se las arregló para redondear una actuación destacada. La movilidad permanente para encontrar espacios contra un rival que compactó al equipo nacional; la voluntad para ofrecer opciones de pase al vacío a partir de diagonales, y, su sello distintivo, la inagotable capacidad para incomodar a los defensores oponentes en la salida (el indicador de esto es que fue, junto con De Paul, el argentino que más infracciones cometió, con 3). Todo eso no solo sostiene su presencia en el equipo, sino que lo convierten en un futbolista fundamental. Es, como gusta decir a muchos entrenadores, el primer defensor del equipo.
En los 76 minutos que estuvo en la cancha, Julián intervino mucho menos que el resto de sus compañeros, solo 26 toques de pelota (16 de ellos fueron pases, todos acertados), según las estadísticas brindadas por Opta. Tuvo tres ocasiones de peligro: la primera, pifió el remate de zurda luego de eludir al arquero; la segunda, el gol, definición con el arco casi vacío luego de que Mac Allister le punteara la pelota; la tercera, una media vuelta que el arquero Crépeau le sacó al córner.
Es una situación paradigmática la de Julián. Ha tenido una temporada decreciente en cuanto a participación en Manchester City, donde Pep habitualmente lo llena de elogios. En los meses finales dejó de tener tantos minutos como al principio. La selección ha sido un buen refugio para él. Es importante, es reconocido y casi siempre es titular. Le faltaban los goles últimamente. Pero le tocó volver a convertir. En un partido trascendente y contra un rival complicado. Julián destrabó el nudo de la Argentina y también el propio. Y sonrió. Eso, como el esfuerzo en el campo de juego, nunca lo negocia.
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