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Jorge Sampaoli, esclavo de sus palabras: hoy es imposible saber qué equipo es la selección
Primera verdad irrefutable: el fútbol se define en las áreas.
Segunda verdad incontrastable: el fútbol se juega en todo el campo, pero se cocina en la mitad de la cancha.
Hablar de nombres es entretenido y, si se trata de goleadores o arqueros, además es universal. Analizar pros y contras de la elección de los mediocampistas obliga a una decisión más trascendente. La complejidad pasa por los gustos, pero también por el grado de influencia que tendrá en el juego, la elección de esos nombres y el consecuente perfil que le darán al equipo. ¿Más agresividad o más control? ¿Un equipo con rasgos predominantes en lo físico y en el despliegue u otro de pase prolijo con mayores fundamentos técnicos? Los entrenadores le brindan al armado de la mitad del campo, sobre todo al eje, un cuidado especial. Allí comienza a construirse la columna vertebral de un equipo. La esencia de un conjunto surge desde el círculo central y modelos para admirar hay varios, cada uno con su sello.
Cuando veo un equipo, miro que centrocampista tiene. Cuando sé que centrocampista posee, sé que equipo voy a ver
La fórmula de España tiene en Busquets su péndulo perfecto. Thiago Alcántara puede ser un discípulo de lujo, pero en cualquier caso se trata de patrones de juego casi idénticos. Relevos casi invisibles, juego de control y a dos toques y valentía para instalarse en campo rival por convicción propia y por centrales como Piqué y Ramos que empujan hasta posicionar al equipo en la raya central. Laderos geniales como Iniesta y versátiles como Saúl o Koke para encontrar apoyos, sumado a laterales convencidos que expanden el ataque y desde allí progresan juntando pases. Parece sencillo.
Alemania hace lo propio con Khedira o Gundogan y Kroos. Habrá menos técnica en el mediocampista de Juventus, suplida con su presencia física y el achique de espacios. Si juega Gundogan habrá más tenencia y pulcritud, y a partir de allí algo más de vistosidad. Ellos dominan el juego y deciden adonde y con qué armas se decidirá el pleito.
Nombrar a Casemiro, Paulinho o Fernandinho es mencionar el corazón de Brasil. Y desde que Tite entendió como dotar al scratch de presión, manejo y orden, ese órgano vital goza de muy buena salud.
A 41 días del arranque de la Copa del Mundo, las dudas en la selección argentina incluyen las decisiones alrededor del mediocentro. La lesión de Lucas Biglia hizo crujir la estructura de Jorge Sampaoli. Para el técnico, y al fin y al cabo la selección es de él, se trata de una pieza indispensable en el eje. Lejos de encontrar a un Marcelo Díaz como en Chile o a un N'Zonzi como en el Sevilla, el mediocampista del Milan es valorado por su inteligencia para "leer" los partidos, su pase corto y su orden táctico. Se trata de un 5 de corte sin un despliegue extraordinario ni gran agresividad en la marca. Todo parece indicar que estará entre los 23, pero sus dudas le devolvieron la ilusión a otros nombres que obligan a reformular ideas, con el riesgo de no haber sido ensayadas con continuidad en su debido momento.
Con Matías Kranevitter (de buen partido ante Rusia en noviembre) el equipo sería más físico y agresivo, mientras que con Guido Pizarro (que después de jugar más que aceptablemente ante Uruguay jamás volvió a ser convocado), más similar a Biglia, podría sostenerse más fielmente la idea madre. Ninguno de los ejemplos entrega certezas y, si encima hubo pocas pruebas, todo parece aún más temerario. El menú ofrecía nombres alternativos como el de Santiago Ascacibar, de interesante recorrido en Stuttgart de Alemania, pero ya es demasiado tarde para experimentos que no se hicieron en su debido momento.
Ni que hablar del segundo medio que complete la dupla. Ni Éver Banega, a priori con ventaja respecto del resto, ni Leandro Paredes, Enzo o Pablo Pérez parecen completar el formulario con actuaciones destacadas. Manuel Lanzini o Giovani Lo Celso pueden ser variantes interesantes pero siempre hablando de jugadores que aún están en etapa de construcción.
Sampaoli escribe en su libro Mis latidos: "Cuando veo un equipo, miro que centrocampista tiene. Cuando sé que centrocampista posee, sé que equipo voy a ver".
Esclavo de sus palabras, la conclusión a seis semanas del arranque de la competencia es contundente: por ahora es imposible "ver" qué clase de equipo es la Argentina.
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