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Jorge Burruchaga: "Barcelona le hizo mal al fútbol"
No le había quedado nada de la final. Ni los botines, porque después de coronarse en México 86 los siguió usando hasta que los tiró, ya en Nantes, vencidos por el desgaste. Solo guardaba la camiseta del defensor Thomas Berthold, intercambiadas en el vestuario cuando los alemanes pasaron a saludar al nuevo campeón del mundo. Entonces, Jorge Burruchaga se desprendió de la que vistió en el primer tiempo. ¿Y la otra, la que llevaba en el minuto 83 cuando venció al arquero Harald Schumacher y entró en la inmortalidad? La casaca 7 más deseada de las cuatro últimas décadas estaba olvidada en el cajón de un ropero en Quilmes. Doña Cata, su madre, la conservó hasta 2002, cuando falleció. Y quedó envuelta en un mueble..., durante años. Hasta que la descubrió un hermano de Burruchaga y se le apareció con el regalo al héroe del Azteca. Ahora está enmarcada, pero por insistencia familiar. "¿La verdad?, eso no me atrapa. Esas cosas te llevan a la nostalgia, te atan al pasado. Y esto sigue. Esta carrera te jubila a los 35 años, pero la vida sigue", asume. Y enseña.
Prefiere las emociones, y esas viajan en su corazón. México ’86 está fundido en su alma, y Jorge Valdano entra en acción. "Noooo, mirá lo que es Briegel", me dijo Jorge durante el Himno. Era un ropero, y Carlos [Bilardo] le había pedido que lo siguiera. Las medias no le subían por el tamaño que tenían sus gemelos..., menos mal que en el gol nunca me di cuenta lo cerca que estaba antes de definir", relata. Y más allá de las bromas, recuerda una poética definición de Valdano: "Jorge dice que nunca me la quiso pedir porque yo ni lo miraba. Y es verdad, ¡jamás miré a nadie! Él dice que no me quiso molestar".
A Hans-Peter Briegel nunca más lo tuvo cerca. A Schumacher volvió a cruzárselo muy pronto, en 1987, en Mar del Plata, cuando el arquero llegó con el FC Colonia para participar del torneo de verano. "Jamás soñé con el gol ni lo erré en alguna pesadilla, no, no. Siempre la vi adentro. A todo el mundo le hago la misma advertencia: ‘no me vas a decir que la adelanté demasiado, ni que el arquero salió mal. Fue gol’. Fabulosas son las anécdotas que se han ido acumulando por ese gol en estos 33 años. Hace poco, una persona me cruzó en la calle y me dijo que por ese gol le volvió a dar un abrazo a su viejo después de mucho tiempo. Esas cosas te estremecen... ¿Qué pensé en ese momento? Mi infancia estuvo llena de carencias. No teníamos nada. De pibe, para ayudar, a los 7 años empecé a vender diarios y helados en Quilmes... Después del gol fui corriendo para el córner, me arrodillé, miré al cielo, en ese silencio –porque para mí había silencio pese al griterío del estadio–, me dirigí a mi viejo, que ya no estaba, que había muerto a mis 14 años, y le dije: ‘Valió la pena’. El no quería que jugara, cuando yo empecé el fútbol no era un buen negocio".
En el mitológico segundo gol de Maradona a los ingleses, alguien corre desde el comienzo de la jugada muy cerca del capitán. Pocos metros a su izquierda, siempre con línea de pase. Burruchaga. "Diego dice que de reojo lo veía a Jorge [Valdano], que sé yo, esas cosas de Diego, pero el que venía por el medio, el que estaba más cerca era yo, Jorge estaba más abierto... Realmente pensé que me podía dar la pelota cuando enfrentó al último, a Terry Fenwick, porque ahí hizo un amague... A medida que el arquero Shilton venía saliendo, a mí el arco me iba quedando vacío, entonces pensé que ahí me la pasaba. Y quizá, Diego también jugó un poco con eso. Llegaba jugado, con el último grandote encima, si hasta algunos dijeron que ese inglés tocó la pelota y fue gol en contra. ¡Por Dios!, si el ‘Gordo’ armó una apilada fenomenal".
El ‘Gordo’ le dice a Maradona. Y suena reverencial. Terminada de cincelar la obra maestra, el Diez siguió corriendo hacia la derecha y Burruchaga lo atrapó en el banderín del córner. "Llegué antes que nadie y le dije ‘que hijo de re mil putas que sos, que gol que hacés’. Y en ese gol hay que tener en cuenta otra cosa: hoy todas las canchas son billares, y esa era un desastre. En el Azteca se jugaron 50 mil partidos durante el Mundial. La cancha era mala, picaba para todos lados. Yo, en mi gol contra los alemanes, le pego para adelante dos veces y no gambeteo a nadie; él se va sacando seis tipos con la pelota pegada al pie. La cancha era un desastre, y el ‘Gordo’ también pudo contra eso". Otra vez el ‘Gordo’. Un viaje a aquella intimidad, en código de admiración eterna.
–¿El fútbol argentino te debe algún homenaje?
–Qué se yo..., mirá... Por ahí, sí. Tal vez, por cómo soy yo... Como me dice siempre Oscar [Ruggeri]: ‘Si yo hubiese hecho el gol que vos hiciste en la final, todavía lo estaría gritando’. Pero yo vivo de otra manera, pienso de otra manera. Si yo hubiera querido vivir del gol, me hubiese armado un ‘speech’, pero elegí no vivir del gol en México ‘86. Porque no lo sentí ni lo siento. El gol lo hicimos todos. Pero el fútbol de hoy, quizá por todos los satélites que andan, no es igual que antes. Es más individualista. Tengo el ejemplo de Oscar y de Hugo Villaverde, que nos decían: ‘Yo me tiro de cabeza y los mato a ellos, pero ojo ustedes con las pelotudeces que hacen; hagan goles, que si hacemos goles ganamos y ganamos plata’. Hoy no encontrás esos razonamientos.
–¿Hoy los futbolistas no apuestan por un bajo perfil?
–Mirá: en el año 84, cuando íbamos en el avión a Tokio a jugar la Intercontinental contra Liverpool, el ‘Pato’ Pastoriza les dijo a los periodistas que viajaban con nosotros: ‘¿Por qué no le hacen notas a Burrito –así me decían–, si es el mejor jugador del fútbol argentino? Y uno le contestó: ‘Sí, le hicimos, pero no dice cosas relevantes ni hace quilombo’. Ese día entendí cómo es este juego: te gusta jugarlo o no. Y yo elegí no jugarlo. Y eso fue en el ‘84, hoy es 50.000 veces peor. Prefiero decir las cosas puertas adentro. Yo tuve discusiones tremendas con Julio Grondona y no las voy a contar nunca. Como me pasó ahora con mi salida de la selección, pero todo lo que tenía que decir lo dije en la cara de quien correspondía.
–¿Ya no es así?
–Todo ha cambiado, han bastardeado la palabra códigos, y ahora no hay códigos con tal de trepar. Sucede en toda la sociedad, pero en el fútbol es más visible. Hoy es la lucha entre el entrenador y los grupos, y aparecen los egos… Este es un juego de equipo y debés privilegiar un espíritu colectivo. Hoy, ante los problemas, hay miedo a mirarse a la cara y decirse las cosas. Y un buen grupo es vital. Por ejemplo, se percibe que Racing lo tiene y hoy eso no es fácil de encontrar.
–Ego, grupos, liderazgo..., ¿quién es Lionel Messi?
–Es el mejor del mundo, sin dudas. Él se crió en Europa, le tocó jugar en Barcelona y coincidió con los años de locura de acá, pero el pibe quiere ganar algo con Argentina. En su carrera le falta algo, y quiere lucharla. Estuvieron re cerca tres veces, y en esas circunstancias es plata o mierda. ¿Si le falta algo? Sí, le falta un título, y corre detrás de él. Y está bueno que lo haga.
–Jugaste con Maradona, viste de cerca a Messi. ¿Es difícil jugar con el mejor del mundo?
–Claro que es difícil. Porque con estos tipos que son extraterrestres, tenés que estar atento constantemente. Estos tipos de la nada te sacan un conejo de la galera, te meten pases de espalda, como me los daba Diego. No comparto ese simplismo de que es fácil jugar con ellos porque son unos monstruos. No, esos tipos te obligan el doble.
–¿Y cómo se los ayuda?
–Hoy no hay tiempo de entrenarse, y ese es el principal problema. ¿Con quién se lleva mejor Messi en la cancha? Con Di María. Con Agüero también, y no es casual, con ellos ha jugado mucho tiempo. Con estos chicos nuevos casi no tiene partidos, y en el fútbol mucho se basa en automatismos, en repeticiones. Su sociedad en Barcelona con Jordi Alba es producto de compartir mil prácticas y partidos. El peor error que cometió el fútbol argentino en los últimos años fue decir que la selección debía jugar como Barcelona. Nooooooo. A veces lo digo en joda, pero es en serio: el Barcelona le hizo mal al fútbol. ¿Por qué? Porque muchos quieren ser el Barcelona, y ese equipo fue único, marcó una época. No todos lo pueden hacer, pero hoy, para muchos, si no intentás jugar así, no sirve o no es fútbol lo que hacés. Y acá tenés un gran ejemplo: River es el equipo más pragmático, resuelve según las necesidades.
–¿La selección sufrirá el recambio?
–Si vas a la historia, después de cada camada, siempre vino otra. Eso es lo bueno que tiene Argentina, pese a todo. Lógicamente fue una gran camada, pero el fútbol argentino te demuestra que siempre resurge. Y va a volver a pasar. Ahora, ¿cómo será la transición? Y, hay que esperar, y eso acá cuesta horrores. Tiempo, desarrollo, aprendizaje, experiencias y derrotas… Pero acá enseguida queremos victorias. Después de Batistuta y Crespo pensamos que nunca más íbamos a tener un N°9 así, y sin embargo vinieron Agüero e Higuaín. Hay y habrá jugadores.
–¿Está bien que Scaloni dirija a la selección?
–Podía ser este, el otro, o Simeone, o Gallardo..., bueno, decidieron abrir un interinado y pensar. Y después Tapia decidió prolongarlo hasta junio. Vamos a ver, según dice Menotti, después de la Copa América llegará el tiempo de las evaluaciones. Yo ya no estoy allí, solo digo que hay un montón de muy buenos entrenadores argentinos.
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