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Jorge Almirón: la alegría por llegar a la final y qué es lo que más confianza le da del plantel de Boca
El DT hizo cambios polémicos, pero fue un jugador más a la hora de festejar en el vestuario de la cancha de Palmeiras y ya apuntó a lo que viene, en el torneo local y Fluminense
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“Estatua o el fin de ciclo”, era el resumen extremista sobre Jorge Almirón y su historia con Boca, pero para nada errado. Ya llegó a la última instancia, al del “No” asegurado. Se verá si pasa a monumento, incluso logrando el título tan anhelado, ese que intentaron y fallaron varios en los 16 años de espera. El fútbol es caprichoso, dicen. Y a este técnico le ven mucho de eso en los pasillos de cada estadio. Un vaivén increíble. Los penales (Sergio Romero, siempre) lo volvieron a abrazar contra Palmeiras tras el 1-1. La receta mágica e inédita que pone al DT ante la segunda final de Copa Libertadores de su carrera.
Almirón llegaba al Allianz Parque para el momento crucial con todas las dudas a cuestas, pero también con todas las certezas. Así de paradójico, pero también era un baño de realidad sobre lo que caracteriza a su ciclo en la institución. Una montaña rusa constante, entre escasos momentos de muy buen fútbol, una excesiva falta de goles y resultados demasiado flojos en el ámbito local, pero sin derrotas (cinco igualdades) en las llaves eliminatorias de la competencia continental: los doce pasos fueron su amigo y lo depositaron hasta la semifinal que disputó anoche.
Semifinal que terminó de dejar algo en claro. No ganó en ninguno de los partidos correspondientes a los tres cruces de eliminación, pero su equipo tiene espíritu copero. Inteligencia. Sufre, es cierto. Especialmente anoche, ante un rival gigante que tiene las herramientas para complicar aun siendo básico. No obstante, a su Boca no lo vencen. También complica (más de local que de visitante), pero en tierras paulistas volvió a imponer que también sabe manejar los tiempos de un compromiso demasiado exigente.
“No era una instancia fácil, la verdad es que fue un encuentro muy trabajado. Fue un digno rival Palmeiras. Estamos muy contentos. Jugar esta final fue el primer objetivo siempre, que no es fácil, después de tantos años”, fueron sus primeras palabras en una conferencia de prensa llena de felicidad por conseguir la llave tan buscada.
Con el golpe en el superclásico del domingo pasado (0-2), el entrenador se presentó en San Pablo con 36 encuentros de saldos muy irregulares. Los previos 16 triunfos y los 20 compromisos que repartió en mitades entre derrotas y paridades lo pusieron en la situación límite. No conforma a nadie en el Mundo Boca, a excepción de sus dirigidos, que son los que más toman su mano.
No obstante, el fútbol es tan cambiante que lleva a la contradicción: ese técnico que causa reproches, enojos y hasta pedidos populares para que se vaya de la dirección técnica, hoy es el padre de una criatura difícil de describir y explicar, al borde de no entender su dinámica, pero que está a 90 minutos de volver a escribir su nombre en el trofeo que no lo deja dormir hace más de una década y media. ¿Entonces? ¿Si lo logra?
Lo mejor del partido
La Bombonera le brinda aplausos apenas perceptibles y muy separados unos de otros. Mientras que Juan Román Riquelme, vicepresidente segundo, con el tiempo fue plasmando en palabras (“Algún día, el arquero puede no atajar penales”) y malas caras lo disconforme que se siente al ver al equipo jornada tras jornada. Vuelve, seguramente, la sensación cambiante: hoy el directivo debe tener la sonrisa muy grande.
“A mi manera de ver, hoy se inicia un nuevo ciclo. Tengo que pensar en el martes, el partido con Belgrano. Nos tenemos que recuperar en el Torneo. Era muy difícil enfocarse ahí, los jugadores estaban pensando en este partido con Palmeiras. Necesitaban esto, porque muchos de los chicos vienen hace rato en el club. Es importante para empujar y que estemos todos enfocados en lo que sigue. Hay mucho por jugar y competir”, se refirió a los malos momentos que atraviesa el equipo desde la Liga Profesional hasta la presente Copa de la Liga.
Sin embargo, el más tranquilo siempre pareció ser el propio técnico, aunque en los últimos días se lo haya notado, contrariamente, algo nervioso y desorientado al poner sus análisis en los arbitrajes (como ante River) y no tanto en la autocrítica del mal funcionamiento y algunas decisiones desprendidas de su cabeza. Sabía que se jugaba mucho en el césped sintético de Palmeiras.
De hecho, todavía hacen ruido algunos cambios que decidió (o no) durante el duelo en Allianz Parque, incluso, con la ventaja parcial por el gol de Edinson Cavani en el primer tiempo. “El rival también cuenta: hizo cambios ofensivos, metió muchos delanteros, gente fuerte arriba y tiraban centros. Todos jugaron un gran partido. Se nos venían porque estábamos ganando. Con la expulsión [Marcos Rojo se pierde la final) se nos complicó, sino el partido era para sostenerlo y, seguramente, algún contragolpe se nos iba a presentar. Justo, viene la roja con el empate de ellos”, analizó Almirón y explicó por qué decidió ciertas modificaciones.
Aunque la prolongó con una reflexión, evidentemente, muy metida en su cabeza: “Fue todo muy trabajoso, ellos tienen muchas virtudes. Somos justos ganadores porque también fuimos muy superiores en el partido de ida. Hoy (por ayer) nos tocó sufrir. Lo importante es el resultado final. A veces, jugando bien, te quedás afuera. Esta vez fue muy táctico y físico. Somos muy merecedores de jugar esta final”, completó, muy satisfecho.
No obstante, de esa cantidad de encuentros que cargaba desde abril, una sola vez repitió el mismo equipo consecutivamente: el éxito ante Racing (3-1), por la Liga Profesional pasada, y –a los cuatro días- con Colo Colo, en Chile (2-0), por la presente Libertadores, mientras buscaba el mejor equipo previo a cumplirse su primer mes a cargo.
Si se toma el reciente superclásico (lo jugó con suplentes), el conjunto inicial que plantó este jueves no contabilizaría como la segunda vez en 37 encuentros. Sin embargo, encontró la seguridad de repetir en la revancha los mismos once futbolistas que disputaron la ida. Y si bien el corto plazo dirá si esa convicción pasó por considerarlos los mejores de su plantel o porque los de afuera, de bajos rendimientos, le causan todo lo contrario, con sus primeras impresiones impuso que en su decisión hubo convencimiento compartido.
“La seguridad me la daba la convivencia con los jugadores. Después del partido de Palmeiras en Argentina hablé con algunos de ellos. Por venir a jugar de visitante, a veces, uno piensa o siente que puede cambiar algo, pero la verdad es que los jugadores estaban convencidos de lo que hicieron. Por eso repetimos, más allá de que uno de local se hace más fuerte. Por eso, venir de visitante era complicado. Con el sintético y un muy buen equipo que se hace fuerte de local. No dudé en cambiar porque los jugadores estaban convencidos. Eso me hacía sentir con mucha confianza”, dijo con una sonrisa cuando el periodista le recordó que el mismo mediodía del jueves se habían cruzado en el ascensor y el DT le advirtió: “Vamos a jugar la final con Fluminense”.
Almirón tiene su revancha. Llevó a Lanús, en su mejor etapa como entrenador (tres títulos en el Sur), a la final de la edición 2017, pero cayó ante Gremio. Ahora, es Boca y “Chiquito” Romero el que le da más vida y una soñada final.
“‘Chiquito’ viene siendo fundamental. En este momento de su carrera es brillante. Es sumamente importante llegar a esta final. Quiero agradecerle a mi cuerpo técnico, que es fundamental en este trabajo y venimos juntos hace rato. Nos tocó jugar la final con Lanús y ahora será con Boca. Los más importante son los jugadores, trabajamos en conjunto. Como en cada partido se destacaron”, terminó la conferencia repartiendo elogios y agradecimientos.
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