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Jorge Almirón, al final, cuidó jugadores: puso suplentes y Boca no pasó del empate ante Estudiantes pensando en la Copa Libertadores
El DT cambió la idea (él prefería que los titulares lleguen con rodaje a la final del sábado con Fluminense) pero al final preservó a futbolistas por temor a lesiones
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Se terminó. Para Boca ya no hay más cabeza en dos lugares. Quizás, lo de anoche haya servido sólo para eso: para que el equipo de Jorge Almirón le pusiera fin al “martirio” de tener que pensar en la final de la Copa Libertadores y sufrir en el ámbito local. Estudiantes, el primer rival que visitó la Bombonera y lo derrotó (0-1) –allá por el pasado abril– en el amanecer de un ciclo del que no se conocía aún qué camino tomaría, este sábado fue el que lo despidió antes de emprender el viaje a Río de Janeiro. Otra vez, con un resultado negativo para el Xeneize: una igualdad sin goles que lo aleja, prácticamente, de clasificarse entre los cuatro mejores. Para Boca es la Copa o la Copa (Libertadores).
Muchas veces, el ciclo Almirón estuvo marcado por la palabra “sorpresa”. Quizás, nadie esperaba que en el aperitivo previo a la fiesta que los hinchas armarán en Río de Janeiro, sus decisiones también causaran el levantamiento de las cejas. Es que su supuesta planificación para potenciar la mejora del funcionamiento y, a la vez, ir administrando cargas concluía con la presencia de sus mejores hombres este sábado, a una semana exacta del duelo ante Fluminense. Sin embargo, extrañó el volantazo a último momento por más que generara alivio el cuidado de los titulares: tras utilizar también a los suplentes el martes pasado frente a Racing, su primera línea llegará a suelo carioca con más de dos semanas sin jugar un partido desde el inicio (la noche del triunfo con Unión).
Lo mejor del partido
De hecho, consciente de que el entrenador elegiría a los titulares, el público exigía una sola determinación: no ver entre ellos a Miguel Merentiel, que ya había disputado prácticamente los 90 minutos en el Cilindro por la molestia que sufrió Darío Benedetto. Lo dicho: evidentemente, al técnico lo hicieron recapacitar en la concentración del plantel (jugadores y hombres del Consejo de Fútbol).
La despedida, de todas maneras, estuvo. Una hora antes del duelo ante el Pincha la hinchada empezó a lanzar un repertorio que aumentaría en el encuentro. “¡Y dale, dale, Bo, queremos la Copa!”, “¡En Río de Janeiro vamos a ganar y la vuelta vamo’ a dar!” y hasta reversionando una de sus clásicas canciones: “La Boca es alegría, La Boca es carnaval, vamos a dar la vuelta en el Maracaná”. Con la salida del equipo, el calor aumentó. A las tradicionales bengalas de humo azul y oro se le sumaron fuegos de artificio desde dentro del campo.
Todo fue fiesta. Las tribunas rugieron, incluso, hasta cerca de la media hora del compromiso. Se acordaron de la obsesión copera y de River continuamente. Sin embargo, fueron los propios hombres que jugaron con los colores de Boca los que fueron bajando la euforia. Es como si hubieran vuelto de repente a la realidad de cada fin de semana. Aquel que no entiende de titulares o suplentes.
Ese que necesitaba dejar una buena imagen de tres puntos para poner a la Copa de la Liga en un stand by que, al menos, dejara la ventanita lo suficientemente abierta como para aspirar a entrar a los cuartos de final en las tres fechas restantes, algo que no logró. Obvio, en caso de obtener la séptima Copa Libertadores de su vida institucional, los fanáticos se encargarán de revolear otros objetivos hacia cualquier lado. Si algo nacional cae, de todas maneras, del lado azul y oro, mejor todavía. El dolor de cabeza empezará a ser insoportable si no consigue el título en Brasil, entre los pocos puntos que acumula (11 de 33) y una Copa Argentina por definirse.
Boca tuvo chispazos individuales, principalmente por un gran arranque de Vicente Taborda y su despliegue. También, por las gambetas que en alguna acción se atrevió a hilvanar Ezequiel Bullaude. No mucho más que eso en la primera mitad. De hecho, la única acción que levantó el entusiasmo de la parcialidad boquense fue el remate fortísimo y bien direccionado del joven Jabes Saralegui que exigió a Mariano Andújar, que respondió bien hacia el córner.
Le costó mucho al anfitrión. Por ejemplo, en darse cuenta que lanzar múltiples centros entre las tres torres (Santiago Núñez, Ezequiel Muñoz y Zaid Romero) que Eduardo Domínguez plantó en la línea de cinco defensores se trataba de un intento que no prosperaría, a excepción de una distracción demasiada grande de un equipo híper ordenado.
Boca se va a Río. El hincha, antes de que la igualdad se cerrara, ya se lo dejó claro: “¡Quiero la Libertadores!”. El negocio es claro: la versión flojísima en la Copa de la Liga se soporta, siempre y cuando, el séptimo título continental se consiga el sábado.
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