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Joaquín Irigoytía: de aquel campeón mundial y arquero del futuro al abogado en estos días
Se lució en el inolvidable seleccionado ganador en Qatar 1995, pero se cansó de los malos manejos en el deporte
- 17 minutos de lectura'
Joaquín Irigoytía es un caso particular. Cuando todavía no había cumplido 20 años, en el mismo Qatar de La Tercera -quizá sin los lujos del Lusail y de cada rincón de Doha-, fue crack del arco en el Mundial Sub 20 de 1995. José Pekerman, a quien pocos conocían, se comenzaba a mostrar como lo que era y es: un notable formador de futbolistas, además de un destacado entrenador, claro. Pero en el arco, inmenso y casi invencible, el Vasco -como le decían y le dijeron siempre en su carrera como futbolista- se mostraba como la gran aparición en un seleccionado juvenil en el que también estaban y se destacaban Juan Pablo Sorin, Mariano Juan, Walter Coyette, Ariel Ibagaza y Leonardo Biagini, entre otros. Comenzaban las comparaciones: ya le veían futuro de Ubaldo Fillol, el Pato, el ídolo que heredó de Teco, su padre. O del Vasco Goycochea, que en el lustro previo a ese 1995 se había recibido de Superhéroe de la Selección. Parecía que su llegada había sido tocada por una varita mágica: en su ingreso a River, Amadeo Carrizo dijo que era “su pollo”.
El futuro de ese idilio fue otra cosa en el ámbito deportivo: vaivenes, buenas actuaciones, tropiezos, más que un par de decepciones por cuestiones ajenas a él y a su voluntad. Cuando se dio cuenta que ciertas cosas del fútbol moderno no coincidían con su manera de entender el mundo, comenzó a imaginarse sin las atajadas, sin el arco, sin los entrenamientos, sin la posibilidad de una ovación. Pero no se quedó atrapado en la obsesión de triunfar bajo los tres palos o descolgando centros del mejor de los modos. Nada de eso. Rearmó su vida: estudió, se convirtió en abogado. Y abrazado a ese proyecto abrió otros caminos, incluidos los familiares, los profesionales y los personales. Esos que le agradan, que lo hacen feliz y que le permiten sentirse orgulloso.
El que responde es el doctor Joaquín Irigoytía, de 48 años, el abogado que disfruta la mansedumbre del territorio que habita y que, ahora en la entrevista con LA NACION, cuenta, retrata. Aquel arquero brillante ya quedó guardado en algún rincón de los recuerdos lindos...
Empecemos por el presente: ¿qué es de tu vida tan distinta a la que tenías en tus tiempos de futbolista?
-Actualmente resido en Pueblo General Belgrano, que es un municipio nuevo que está a escasos cinco kilómetros de Gualeguaychú, y vivo en Altos de Ñandubay, que es un emprendimiento inmobiliario en el que la naturaleza es el valor primordial. Mi estudio jurídico lo tengo en Gualeguaychú. Estoy matriculado en la provincia de Entre Ríos y en CABA, dada la cercanía, ya que estamos a solo 230 kilómetros. Mi vida es, desde hace mucho tiempo, podría decirse que netamente familiar, aunque mis tres hijas están viviendo en CABA, una de ellas es abogada (Belén, de 25 años), y las mellizas Clara y Victoria, de 21 años, una estudiando tercer año de abogacía en la Universidad de Belgrano, y la otra tercer año de psicología en la Universidad Favaloro. Mi vida es obviamente más tranquila que en mi etapa de jugador de fútbol, pero la disciplina y el deseo de superación que tenía como futbolista lo conservo en mi vida comercial y profesional, eso no se pierde ni se olvida.
-¿Por qué elegiste el ambientalismo? ¿Y qué causas te hicieron sentir orgulloso de abordar?
-Está muy buena la pregunta porque me permite aclarar una cuestión referida al Derecho Ambiental. En realidad, lo que yo comenté en alguna entrevista que me hicieron hace tiempo, es que tengo la Especialización en Derecho Ambiental que dicta la UBA, la que cursé entre los años 2010 y 2011, presentando mi tesis final y obteniendo el título que otorga la especialización, pero en realidad no soy un abogado que ejerza activamente esa rama del derecho, sino que ejerzo otras más vinculadas a lo civil, comercial y laboral e incluso en algunas oportunidades relacionadas al derecho penal. Efectuada la aclaración, debo mencionar que tengo el honor de presidir una asociación de defensa de los consumidores y de derecho ambiental que está naciendo, llamada A.P.C.A. (Asociación Protección de Consumidores y del Ambiente) y que es la tercera registrada en la Provincia de Entre Ríos, lo que es un orgullo tanto para mí como para las personas que la integran, dado el gran sentido de pertenencia y las ganas de contribuir en el asesoramiento a los consumidores y usuarios entrerrianos, y en la defensa de éstos, sea en clave individual o colectiva, además de difundir estas dos grandes ramas del derecho que se encuentran en permanente avance y evolución en comparación con otras, mediante la información permanente a quienes lo soliciten.
-También te destacás en el ámbito inmobiliario, ¿cómo es eso?
-Como dije al principio, Altos de Ñandubay es un barrio en el que el valor naturaleza y la tranquilidad son los activos principales, y en el que cada vecino que apuesta a este proyecto se convierte en parte de algo que en su momento fue un sueño y hace ya más de veinte años es una realidad. Estamos muy cerca de la costa del río Uruguay, cuyas aguas cristalinas y diversidad en especies es única, atrayendo a muchas familias que vienen a conocerlo desde distintos puntos del país.
-¿Encontraste tu lugar en el mundo?
-Vivo desde hace más de diez años en Pueblo General Belgrano. Y si bien mi actividad profesional en Entre Ríos la ejerzo en Gualeguaychú, puedo afirmar que mi lugar en el mundo está en Altos de Ñandubay.
-Te retiraste en 2006, con un muy buen nivel en Aldosivi, parecía que el arquero del futuro, aquel de Qatar, estaba de regreso. ¿Cuál fue el principal impulso para cambiar de rumbo?
-Luego de haber decidido retirarme en el año 2005 me hablaron de Aldosivi, y la situación era deportivamente compleja, ya que el equipo había ascendido al Nacional B. Después de realizar una campaña bastante pobre, al punto de que antes de comenzar la segunda rueda el equipo se encontraba prácticamente descendido, les dije que no, que me encontraba estudiando Derecho (ya tenía cursada y aprobada la mitad de la carrera). Me insistieron y dije que sí, pero puse como condición que mi contrato fuera de enero a diciembre, a fin de priorizar la continuación de mis estudios, ya que terminado el contrato y luego de sacarme las ganas de jugar, aunque fuera un año más, agradecería al club y volvería a terminar la segunda parte de la carrera. Llegaron junto conmigo el Turu (José) Flores y Patota (Sebastián) Morquio, y lo que sucedió es que el nivel que tuve me sorprendió a mí mismo; respondí en gran nivel, en especial en los tres últimos partidos de ese torneo, que eran clave. A pesar de la muy buena campaña, teníamos que ganar los tres partidos para no descender, y uno de ellos era contra Chacarita, de visitante, que era quien había estado liderando todo el torneo. Este nivel hizo que quienes dirigían el club en ese momento me ofrecieran extender el vínculo por seis meses más de lo acordado, pero me negué. Entonces la relación con el club se rompió. Me realizaron las amenazas que se le suelen infligir a los jugadores de futbol, dejarte colgado, no pagarte el contrato, hacerte mala campaña para que no te contrate nadie, ensuciarte con la prensa, pero en realidad antes de esto ya tenía la decisión tomada de que mi carrera se terminaba al finalizar el contrato, y así fue, por eso nada de lo anterior me conmovió siquiera un centímetro y, finalizado el contrato, volví a Buenos Aires a terminar mis estudios.
-¿Qué cosas vinculadas al fútbol te quitaron las ganas o la pasión?
-Cuando me hice profesional comencé a ver cosas que no me gustaron. Fundamentalmente, de parte de directivos e intermediarios o representantes. Esas cosas que no me gustaban las tuve que soportar durante toda mi carrera, o mejor dicho, mi carrera duró hasta que no lo soporté más. En su momento dije cuáles eran, incluso antes de mi retiro, pero lo hice convencido de que nada lograría con ello, y la verdad no me equivoqué, porque por lo que me comenta gente que continúa vinculada al futbol profesional, está cada vez peor.
-¿En qué momento de tu carrera considerás que fuiste feliz?
-Fui feliz en la selección Argentina sub 20 que logramos el sub campeonato sudamericano y el campeonato mundial de 1995. Luego hubo otras selecciones campeonas, pero ese campeonato fue uno de los más importantes para el futbol nacional por distintas razones. Había comenzado un nuevo proyecto con un cuerpo técnico encabezado por Peckerman por el que nadie, salvo Grondona, apostaba dos centavos. La selección venía de una suspensión del mundial anterior, ya que no la habían dejado competir por un escándalo en el mundial Sub 20 de Portugal. Jugábamos amistosos en el interior del país con combinados locales provinciales, y en lo personal, llegué al Sudamericano de Bolivia con un solo amistoso internacional contra Chile. A la selección no la invitaban y/o no había presupuesto para jugar torneos internacionales previos al Sudamericano y al Mundial de Qatar. Jugamos en La Paz un grupo tremendo, a mas de 4.000 metros de altura, y aún ganando los cuatro primeros partidos casi quedamos afuera con Bolivia faltando nada para terminar el último partido del grupo, en una pelota que alcanzo a rozar con los dedos y luego pega en el travesaño. En esa pelota se nos habría terminado el sueño. Es decir, Argentina, a nivel selecciones juveniles, comenzó a ser tenida en cuenta en el plano internacional sólo y únicamente luego de la obtención del Mundial de Qatar 1995, no antes, con lo cual considero que les abrimos muchas puertas a los jugadores que integraron las selecciones subsiguientes a la nuestra. También fui feliz cuando me formé en las inferiores de River, y en mi tiempo como profesional en esa institución.
Irigoytía y la inolvidable consagración en Qatar, en 1995
-En River, donde hiciste inferiores y arrancaste, te cruzaste con un montón de cracks, con equipazos. ¿Quiénes eran los que más te sorprendían por sus condiciones?
-Si te digo quiénes, en su mayoría no los vas a conocer. Uno de los mejores equipos que integré fue el de la quinta división campeona en River en el año 1993, y de ese equipo llegamos a Primera solo tres: Hernán Crespo, Gustavo Lombardi y yo, pero te puedo asegurar que había jugadores para nutrir la plantilla de primera división de cualquier equipo grande a nivel nacional, pero lamentablemente por distintos motivos eso no pudo ser.
-Estuviste con Gallardo: ¿ya asomaba que sería el mejor entrenador de la historia de River?
-Marcelo es un año menor que yo, por eso no compartimos división en inferiores, a no ser por un par de ocasiones que lo subieron para jugar con nosotros. De él siempre me llamó la atención, aparte de ser un fuera de serie como jugador, desde siempre, su aplomo y su personalidad, ya que siempre pareció un muchacho mucho más maduro de lo que indicaba su edad. También me llamaba la atención cuando en medio de un partido, con las pulsaciones al máximo, hablaba con otros compañeros sobre cómo veía el partido y lo que pensaba que el rival iba a hacer en cuestión de planteo táctico, y qué cambios él presumía que el otro equipo haría. Generalmente se cumplía lo que analizaba.
-En Colón ganaste una amistad, con Leonardo Díaz, pero perdiste otra cosa que te marcó: ¿cómo fue aquello?
En Colón tuve una gran amistad con Leo Díaz, uno de los mejores con quien tuve el agrado de competir por el puesto, destacando que pasaba que algún torneo jugaba él y otro yo, según la decisión del entrenador de turno, pero siempre el que estaba afuera era el hincha número uno del que jugaba. Aún seguimos en contacto. Eso, lamentablemente, no me pasó en algunos planteles que me tocó integrar. En cuanto al otro lado de la moneda que me tocó vivir con otro colega, también en esa institución a la que quiero y respeto mucho, lo dije en su momento, es decir cuando se deben decir y hacer públicas estas cosas, en la que estaba mi cuestionamiento al entrenador de ese momento, pero nada cambió y luego debí irme de Colón con mucha tristeza, cuando estaba atravesando un gran rendimiento individual y también en lo grupal, ya que a los pocos meses el equipo se clasificó a copas internacionales como hacía mucho no lo hacía. Esto lo encuadro dentro de las cosas que odié del profesionalismo y que hicieron que prematuramente abandonara la actividad. (Nota de redacción: el entrenador de Colón en el lapso que refiere -2002- fue Jorge Fossati)
-¿Qué fue lo mejor y lo peor de los otros clubes en los que estuviste: Hércules, Cerro Porteño, Cobras de México, Almagro, Lanús y el cierre en Aldosivi?
-La verdad es que recuerdo haber dejado lo mejor de mí en todos los lugares donde fui, pero también recuerdo que el arribo a alguno de esos lugares fue determinado por algunas circunstancias anómalas, que de no haber existido, yo jamás habría jugado en esos lugares. Un ejemplo es mi ida de River hacia el Hércules de Alicante, un club que al llegar tenía muchos problemas por ser una sociedad anónima deportiva; entonces, como me llevaba una facción que tenía la mayoría de las acciones y que no quería la afición, me empezaron a hostigar desde antes de que el avión aterrizara. El plan era adaptarme en un club chico de España para luego recalar en uno grande, pero mi decepción al llegar allá fue tal, que a la semana ya me quería volver a Argentina. Pensé que era otra cosa. Obviamente me traicionó mi ansiedad por jugar en esa liga, y eso, a punto tal que, en los años sucesivos, cada vez que me llamaban para jugar en alguno de los equipos de allí decía que prefería jugar en el Nacional B antes que me transfirieran a algún club español. Y lo más llamativo de todo es que por ese tipo de problemas extrafutbolísticos ajenos a mí, solo pude jugar dos partidos. Lo más increíble fue que la empresa echó al entrenador, que era un desastre, pero dejándolo hasta el final del torneo. Lo que sucedió es que todos los jugadores que llevó esta empresa, entre los que estaba yo, prácticamente no jugamos más. Luego de allí recalé en Colón de Santa Fe.
-¿Elegiste la carrera de Derecho por mandato paterno o te interesó por otros motivos?
-Un poco sí, ya que en mis primeros años trabajamos juntos. Luego abrí mi propio estudio jurídico, y actualmente estoy enfocado en ejercer la profesión con mi hija como socia y en la Asociación, como te comenté. Digo que sí porque al salir de la universidad necesitás, si es que vas a ejercer la profesión ya que muchos se reciben y no la ejercen, aprender nuevamente la carrera, ya que vivirla al ejercerla dista mucho de estudiarla, ya que la realidad es algo absolutamente distinto. Y también digo que en parte no fue un mandato paterno haber estudiado derecho porque, entre otras razones, quería sacarme de encima al jugador de fútbol y convertirme en alguien capacitado para enfrentar lo que me queda de vida, lo que es mucho tiempo, ya que el futbolista se “jubila”, por así decirlo, muy joven.
-¿Cómo fue la vida universitaria?
-Mi etapa como estudiante universitario fue realmente enriquecedora en todo sentido, como persona y como jugador de fútbol. Estudié en la Universidad de Belgrano, que es donde se recibió mi hija Belén y donde está cursando su tercer año de la carrera mi hija Victoria, y allí encontré mucho apoyo, comprensión y afecto de parte de los profesores e, incluso, de sus autoridades, en especial de mi gran amigo, el doctor Dino Bellorio Clavot, que sin duda es uno de los mayores exponentes del Derecho Ambiental tanto en el país como en Latinoamérica, y hoy es merecidamente el Vicepresidente y Decano de esa gran Casa de Estudios. En todo mi tiempo allí me sentí valorado y respetado, algo que en el ambiente futbolístico no siempre había sido así, ya que al jugador de futbol se lo destrata e insulta como algo normal, llegando incluso a recibir agravios y frases racistas. Hoy, gracias a la determinación y valentía de muchos deportistas de élite que han decidido retirarse del campo de juego ante estos hechos de suma gravedad, estos inadaptados están cuidándose de este tipo de actitudes y las autoridades están tomando nota de ello. Hace apenas unas semanas algo de esto le sucedió a Ocampos, jugador del Sevilla, en un partido en el que un aficionado del Rayo Vallecano lo tocó de manera repugnante cuando el jugador se aprestaba a realizar un saque lateral.
-Te alejaste del fútbol a qué nivel: ¿vas a la cancha? ¿Ves fútbol por TV? ¿Jugás con tus amigos, con colegas?
-Hace aproximadamente un año y medio River me invitó al palco de honor a ver un partido. Desde mi retiro no había vuelto a aproximarme a una cancha de futbol. No me reconfortaba al punto de hacerme mal. Fui porque una de las mellis, que es de River, me convenció. Estuve con el presidente Jorge Brito, y con los dos vices, Matías Patanian e Ignacio Villarroel, con quienes hablé y sinceramente me hicieron sentir como en mi casa. Luego de esa oportunidad no concurrí nunca más a una cancha de fútbol, a pesar de haber sido amablemente invitado a algunos eventos. No juego al fútbol, ni con amigos ni tampoco con colegas. Miro de vez en cuando fútbol de la Liga inglesa, ya que me parece que es donde este deporte se juega como corresponde, y allí están los mejores jugadores del planeta.
-Fuiste una de las figuras del primer Mundial que ganó la Argentina en Qatar. En aquel Sub 20 la FIFA te eligió como el mejor arquero y como el Balón de Bronce del campeonato. ¿Qué recordás de aquel momento en el que todos te veían futuro de Pato Fillol o de Vasco Goycochea?
-La verdad es que nunca me hice eco de cómo me veían los demás. Siempre tuve claro que no hay trabajo cuyos logros sean más efímeros que los de un futbolista. El recuerdo que tengo es que lo que sucedió lo deseé con toda el alma y se cumplió. Y eso me marcó para toda mi vida. Lo que vino después ya no lo deseé con la misma intensidad.
-Siguiendo en Qatar, ¿cómo viviste la consagración en Qatar?
-Para serte sincero, no miré la mayoría de los partidos, y no vi ninguno de manera completa, salvo la final. Mucha gente vive el éxito de ese equipo como si fuera propio, y para el momento social que atravesaba la Argentina, el triunfo en el Mundial logró atenuar el ánimo crispado que exhibía la mayoría de la sociedad. Eso es lo fantástico que tiene el fútbol. Por supuesto que me alegré mucho, fundamentalmente por el cuerpo técnico, ya que conozco personalmente a algunos de ellos.
-Inevitable pregunta: ¿qué podés decir de Dibu Martínez?
-Creo que es el mejor desde hace dos años a esta parte, superando a los europeos Neuer, Oblak o Courtois, y la verdad es que no descubro nada con esto. En todo equipo campeón el arquero es fundamental. Ningún equipo sale campeón con un soquete en el arco. Ahora debe mantener su nivel tanto en su club como en el seleccionado, lo que no es fácil, pero hasta ahora lo viene haciendo y muy bien.
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