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Javier Saviola: "Me faltó un poco de mala fe o algo de egoísmo"
A los 31 años, tras 15 en primera, el hombre que jugó con los mejores hace una mirada interna
Málaga.– La conversación comienza en Benalmádena, sobre la Costa del Sol, en el área metropolitana de Málaga. Y sigue en la zona mixta de La Rosaleda, después del partido de Liga ante Barcelona (1-3). Javier Saviola sale del campo con dos camisetas bajo el brazo: la de Xavi y la de Mascherano. "La de Messi se perdió por el camino", ríe... A los 16 años, debutó con River y el Mono Burgos lo bautizó Conejo. Y a los 19 llegó al Camp Nou, escenario al que regresó el 16 de enero, para jugar, con Málaga, el encuentro de ida por los cuartos de final de la Copa del Rey (2-2). Su equipo quedaría eliminado en el desquite (2-4). Ya cuenta 31 años y está a punto de ser padre.
—Parque Chas, River, Barcelona, Mónaco, Madrid, Sevilla, Benfica, Málaga... Perdón, ¿de qué equipo sos?
—De River. En Parque Chas me crié y disfruté del fútbol como no lo hice más, no volvió a ser lo mismo. Llegó la responsabilidad, la presión... Si he de besar una camiseta es la de River. Al Mono Burgos, Astrada, Berti... les alcanzaba pelotas y a los 16 años entré en su vestuario. No salí corriendo por poco. Antes había caudillos, ahora está lleno de pibes. Antes te pegaban porque había que pagar el derecho de piso, sabías que no iba a ser fácil; no sabés qué era aquello.
—Me imagino. ¿Y qué hiciste?
—Aprender. Si ahora no hablo mucho en el vestuario imaginate entonces. Yo trataba de ser humilde porque les tenía una admiración enorme. El otro día estuve con el Mono. Un fenómeno, de esa gente que necesita un vestuario para unir, para relajar.
—Estuviste en muchos. ¿Se parece un vestuario a otro?
—No, todos los vestuarios son diferentes. Hay personalidades y culturas distintas, hay un holandés que viene, se entrena y se va; un argentino que pone música y sigue ahí dos horas después de la práctica, o gente religiosa como Kanouté, que estaba de Ramadán, llegaba sin desayunar y rezaba en una esquina. Siempre dejé un amigo. Ese es mi mayor orgullo, saber que donde fui creció un amigo. Soy un tipo tímido, pero tuve compañeros a los que sigo viendo. Casi no hay un equipo rival donde no tenga un amigo.
—En el Barça, Xavi...
—Somos muy amigos. Es de las personas que más han influido en mi vida por cómo me recibió. Tuvimos química en el primer entrenamiento y hasta ahora.
—¿Qué recuerdo guardás de tu paso por el Barcelona?
—Cuando vuelvo al Camp Nou vuelvo a casa. Fue una época difícil, dura. No se ganaba nada, la cosa salió complicada. Tenia 19 años, era un adolescente y apenas llegué falleció mi padre. Cuando más necesitaba su apoyo y su consejo, lo perdí. Siempre tuve a mi mamá y buenos amigos que me ayudaron, pero me sentí solo. Maduré rápido, me tuve que hacer hombre inmediatamente. Recuerdo mucho a Charly [Rexach]. La pasé muy bien, era un tipo divertido, especial, diferente, que siempre trató de llevar la cosa con naturalidad, buscando que el jugador se sintiera relajado. Rexach fue diferente de todos los que tuve. ¡Y tuve mil!
—Futbolísticamente, ¿qué queda de aquel Conejo?
—Poco. ¡Pasó tanto! No queda nada. Aquel era un chico que empezaba y uno es ahora otra cosa, más maduro, sabiendo que entro en la etapa final de mi carrera, pero feliz y contento de ella, de lo que conocí. Siempre guardé las cosas buenas.
—En Barcelona te quisieron tanto que ni se te echó en cara ir al Madrid. ¿Lo sentís así?
—Sí, siempre me trataron muy bien. ¡Me aplaudieron cuando volví con el Real! Volver al Camp Nou es volver a casa. Pasé cinco años en Barcelona, volví muchas veces, de vacaciones, y siempre noté afecto. No vieron como una traición que me fuera, porque no lo hice ni por rencor, ni por desprecio... Sencillamente busqué un equipo donde pudiera jugar, había terminado con Barcelona y no pude decirle que no a Madrid. Tampoco llegué en un momento espectacular, la verdad.
—¿Es muy diferente el impacto del Madrid y del Barça?
—No, la verdad. Desde dentro siempre vi dos clubes gigantescos. Y era impresionante ir con el Barcelona a los sitios, como lo era en el Madrid. No, en ese sentido la dimensión es pareja.
—¿Hace mucho que no ves a [Joan] Gaspart?
—Lo vi un día en un hotel... Tuve muchos presidentes. Normalmente, los veía el día de la firma, por fin de año y el día en que me despedía.
—¿Por qué nunca tuviste continuidad en un club?
—Esa pregunta me la sigo haciendo yo, pero no culpo a nadie; será por mi personalidad, que me jugó en contra. Me faltó mala leche o mala fe, algo de egoísmo, ser de otra manera que no soy. Por ahí pareció que me da igual, que no me involucro, o alguno igual pensó que es fácil dejar a Saviola afuera porque no va a protestar. Por mi personalidad, por ser un tipo introvertido, me cuesta quejarme y esa forma de ser me jugó en contra. Me decían andá con el técnico, decile esto y lo otro, protestale... pero no. Siempre traté de adaptarme y aceptar lo que se me pedía. Jugué solo arriba, de enganche... pisando el área o por detrás del delantero. Me gusta más a la espalda de un nueve, no te sentís tan solo porque tocás, rotás... Pero siempre guardo lo bueno, de todo aprendí, no soy rencoroso. Si tengo que elegir un técnico, me quedo con Gabriel Rodríguez. Lo tuve a los 8 años, en River. Venía del Futsal y pasé a cancha grande. ¡Eso era un mundo! Él me enseñó a pararme, a saber correr, los movimientos... de ahí vino todo. Pero está también Ramón Díaz, que tuvo el coraje de ponerme a los 16 años, en contra de todo el mundo. Ahí aguantó y le salió bien.
—Y Pellegrini, ¿a quién te recuerda?
—En el estilo, en la tranquilidad que transmite, en cómo le habla al jugador, me recuerda a [Frank] Rijkaard. Pero cuando se enoja parece [Louis] Van Gaal. Lo de van Gaal era tremendo. Te gritaba y te gritaba muy cerca de la cara, así que reconozco que a veces asustaba. Tenía esa forma de sentir el juego, con fervor, con una pasión... Rijkaard era tranquilo, suave; el otro era un cable pelado. Con Bielsa ganamos el oro en Atenas, con Juande, la Copa de la UEFA con el Sevilla... ¡Tuve tantos!
—Repasar la lista de los compañeros también marea...
—Sí, sí, jugué con los mejores, con el Ronaldinho de su mejor época; con Crespo, que era impresionante... Con Patrick Kluivert y Rivaldo, que eran una maravilla.
—Con Rivaldo jugaste, pero te la pasaba poco.
[Ríe] —Sí, pero era una maravilla verlo. De todos, creo que es Pablo Aimar, con el que tengo una relación desde chico, con quien tuve más afinidad dentro de una cancha. Jugué con Navas, con Van Nistelrooy... Y con Raúl... ¡También jugué con Riquelme! Román era un espectáculo, cuando tenía ganas de jugar no le podías sacar la pelota. ¡Todo un tipo Román! Lo disfruté mucho. Fui un privilegiado. Creo que tengo una camiseta de todos ellos.
—Y jugaste con Messi.
—Sí, en Alemania 2006. Probablemente, el partido del que mejor recuerdo guardo remite a ese Mundial.
—¿Le regalaste una camiseta cuando Leo era chico?
—Sí. Le rompieron la nariz y un amigo periodista, el Topo López, que me hablaba siempre de lo bueno que era Leo, me contó que estaba mal... y le mandé una camiseta para animarlo. Luego, coincidimos en el último tiempo en Barcelona. Venía a entrenarse con nosotros y, en 2006, fuimos al Mundial. Buen tipo, humilde... Sigue igual en lo personal, pero futbolísticamente ha cambiado. Ahora es tremendo, elige el momento y mata; antes iba a todas, para un lado, para el otro, arrancaba y transportaba, pero ahora elige el tiempo, entiende el juego y decide cuándo mata por puro talento. Eso pueden hacerlo muy pocos futbolistas.
—¿Viviste del gol?
—Aprendí a no hacerlo, traté de vivir de algo más.
—De todos los que hiciste, ¿con cuál te quedas?
—Con el del día de mi debut con River, en Jujuy. Tenía 16 años, era River, mi club. ¿Cómo olvidarme?
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son los goles que hizo Saviola por torneos locales en sus equipos: River (46 tantos), Barcelona (49), Mónaco (7), Sevilla (9), Real Madrid (4), Benfica (24) y Málaga (5). Jugó 371 partidos. - 10
son los títulos locales e internacionales que Saviola cosechó en su carrera: dos con River, uno con Barcelona, dos con Real Madrid, uno con Sevilla y cuatro con Benfica.
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