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Javier Milei, arquero: cuando se creía Rambo y gritaba cada vez que volaba de palo a palo
Admirador del “Pato” Fillol, jugó en San Lorenzo y Chacarita; así lo recuerdan sus excompañeros
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Argentina, 1985. Llueve en Buenos Aires y las divisiones inferiores de Chacarita se entrenan en canchas donde el barro le gana por goleada al césped. “Uy, ¡qué pelota que te saqué!”, exclama el arquero de la Quinta, melena rubia al viento, luego de volar de un palo a otro del arco. El chico se cree Rambo, una de las películas de moda en la época. Es el primero en terminar los ejercicios físicos. Hace todo rápido. Quiere demostrar que puede atajar en primera. El chico se llama Javier Edgardo Milei y admira a Ubaldo Matildo “Pato” Fillol. Quiere ser como él.
La economía y la política estaban lejos de la vida del hoy candidato presidencial. Le apasionaban el fútbol y la música. El rock and roll de los Rolling Stones, sobre todo. Armando “Cacho” Alejos, captador del Funebrero, lo llevó al club luego de terminar la escuela primaria en el colegio Cardenal Copello. “Hoy aparece con el pelo castaño, pero era rubio. Tenía una contracción al trabajo muy grande: quería ser arquero profesional”, evoca Eduardo Grecco, su entrenador en el equipo de San Martín, en diálogo con LA NACION. “Era una persona educada, aplicada. Sus padres lo acompañaban a todos lados. Lo dirigí durante un año y medio”, agrega. Grecco, toda una institución en Chacarita (sigue formando jugadores en el club), hace trabajar a su memoria: “Tenía muy buen físico. Se diferenciaba de los demás en que era un arquero atajador, volador. Mucho mejor debajo de los tres palos que saliendo. Eran tiempos en los que los arqueros no jugaban con el pie”.
“¿Un partido? No se puede medir su capacidad sólo por un partido. Pero me acuerdo patente de un 2-1 contra River en la cancha auxiliar del Monumental. Fue su mejor actuación con la camiseta de Chacarita, y la figura de ese encuentro de la Sexta”, continúa Grecco. “No le hacía asco a nada. Entrenábamos en canchas que eran bien de potrero. Lloviera o hicieran cuatro grados, practicábamos igual. No importaba nada. Y él hacía cosas que nosotros nos preguntábamos...¿para qué las hace? Yo me tiraba y era aguerrido, pero Milei ya era eufórico”, cuenta Gabriel Bonomi, compañero suyo en “La 70″ de Chacarita, su categoría.
Como defensor central, Bonomi (uno de los cerca de 15 juveniles de esa camada que llegaron a la máxima categoría) escuchó varias veces los gritos del referente de “La Libertad Avanza”. “Hablaba como la mayoría de los arqueros. No más que eso”, evoca.
Puertas para adentro, en el vestuario, a Milei le costó encontrar su lugar. ¿La razón? En los equipos juveniles suele pagarse derecho de piso. Y conviven aspirantes a futbolistas de todas las clases sociales. Alguno no le perdonaba al “Loco del Arco” (se ganó ese apodo por su estilo) que no le faltara nada: padre empresario del transporte y madre ama de casa, lo acompañaban siempre. “Había que convivir con esa gente. No sé si se habrá agarrado a trompadas con alguno. Sí sé que de alguna forma se plantó. Y los otros dijeron: ‘No nos metamos con este’”, evoca Bonomi.
“No era el macho alfa del vestuario”, agrega su ex compañero. “Tampoco de los que te alentaban constantemente. Se daba aliento a sí mismo: se autoexigía”, continúa Bonomi, hoy dedicado a una empresa petrolera. “Hubiera sido un muy buen arquero, con la adrenalina a tope todo el tiempo; una especie de Chilavert”, compara. Y hace un balance de la carrera futbolístico del candidato presidencial que ganó las PASO: “Jugó unos cuantos partidos en Chacarita y adentro de la cancha era tal cual es ahora en la política: temperamental, efusivo, apasionado. Me hace acordar al ejemplo de los espartanos en la película ‘300′: Temperamentales, vehementes, fieles a lo que piensan. La imagen que da ahora no es un papel de teatro. Él es así y está convencido de lo que dice”.
“Jugué con él cuando teníamos 15 años”, recuerda por su parte, Walter Basile, un todoterreno que también se calzó la camiseta de Chacarita y llegó a la selección Sub 16, dirigida por Carlos Pachamé. “Tenía la imagen de loco, pero era un buen pibe. Salía, gritaba. No era mal arquero: si se la tenía que jugar se la jugaba sin problemas. Hubiera tenido futuro, pero como arquero es mucho más difícil llegar a primera que como jugador de campo. Y más en Chacarita, que es un club especial y siempre traen arqueros”, cuenta Basile, quien compartió los entrenamientos en Ezeiza con consagrados como Juan José Borrelli, Alejandro Allegue, Pablo “Moncho” Fernández y Christian Dollberg. Basile dice que a Milei le hacían pocos goles porque “la defensa era genial”. Y que en los córners “gritaba y los ordenaba”. Con la misma fuerza con la que hoy propala los eslóganes de “La Libertad Avanza”, su partido político.
La trayectoria del “Loco del Arco” tuvo otra camiseta, además de la roja y negra de Chacarita. Si bien no estuvo fichado, Milei se probó y quedó en San Lorenzo. También formó parte de “La 70″ del Ciclón, la misma categoría de Juan José Cardinal, Gustavo Tempone y Osvaldo Ozzán, y a la que se sumaría también Juan Carlos Docabo, hoy entrenador de arqueros del plantel principal del equipo azulgrana. “Llega en 1987 con edad de Quinta o Sexta”, rememora Martín Ortiz, también arquero; también clase 70. “Llega a mitad de año tras haber jugado en Chacarita. No lo fichan, porque el equipo titular estaba integrado por chicos que llevaban años en el club. En el tiempo que llevó en el club, nunca estuvo dentro de los líderes del vestuario”, agrega Ortiz, hoy peluquero.
En el local de Ortiz, sobre la calle José Bonifacio al 100, pleno corazón de Caballito, no hay casi nada que remita al fútbol. De política, cero. Sí hay cajas de vino. Y una máquina de café. En “La 70″, Ortiz es “Chúcaro”, apodo que le puso Juan Carlos Carotti, entrenador suyo en San Lorenzo. “Era rápido y cuando corría movía mucho las piernas”, cuenta el exarquero, que se rompió jugando al papi-fútbol y, si bien fue operado, ya no volvió a ser el mismo. Dejó de jugar. “Milei se comparaba con Rambo y hacía toda la preparación física muy rápido. Quería demostrar. No era muy alto y a veces quedaba pagando: los delanteros definían por arriba. Siempre fue un arquero histriónico”, relata Ortiz entre tijeras.
Cuando Milei llegó desde San Martín, Ortiz era todo un veterano en San Lorenzo: estaba en el club desde la Novena. “Lo veíamos muy excéntrico. Ya era un terremoto, eléctrico. Sacaba una pelota y pegaba un grito. Se autoarengaba: ‘¡Uy, la pelota que te saqué!’”, evoca su competidor en el puesto, habitual titular hasta la llegada al club de Juan Carlos Docabo desde River. “Milei no era de los jugadores principales, que hacían rancho aparte. En el vestuario había grupos, jerarquías. Y él siempre quiso incorporarse, quería ser parte. Como nunca fue fichado, dejó de ir a entrenarse y le perdimos el rastro”, completa “Chúcaro” Ortiz.
“La 70″ de San Lorenzo recuperó el rastro del hoy economista y aspirante a la presidencia hace poco tiempo. “Hablé con él y le dije que teníamos un grupo de WhatsApp. Le pregunté si quería sumarse y me dijo que sí, pero que no era de participar mucho. Lo sumé y, como suele pasar, recibió alguna crítica por parte de los que no son afines a su ideología”, rememora Ortiz. Milei, ya en la piel del economista y político que es hoy, abandonó el grupo sin avisar. “Al mes y medio se fue solo”, completa su excompañero.
“La 70″, que jugó siempre junta en las inferiores del Ciclón, se desarmó al llegar a la cuarta categoría, ya sin Milei. “Ya nada fue igual”, cuenta Ortiz, el arquero. Sin embargo, el candidato libertario disfrutaría de un título de campeón durante su pasaje por el club de Boedo. “El coordinador del fútbol amateur era Osvaldo Diez (ya fallecido), y solía armar torneos para que quienes no jugaban a menudo y los que no estaban fichados pudieran tener minutos. Milei juega una de esas competencias y sale campeón. El equipo se llamaba Forzosos de Almagro”, rememora su excompañero.
Fanático del entrenamiento en su época de arquero, amante del fútbol italiano (”Es el fútbol-ciencia”, dijo alguna vez), émulo del “Pato” Fillol, bilardista por naturaleza y admirador de Fabio Capello, Javier Milei no llegó a ser profesional. Apenas, algunos entrenamientos con el equipo principal de Chacarita. Ahora, con 52 años. aquel “Rambo” clase 1970 que se daba aliento para llegar a una pelota imposible y que practicaba voladas con una barra puesta a un metro y medio del piso aspira a ser presidente; sueña con lograr como político lo que no pudo como futbolista: jugar en primera.
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