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Javier Mascherano: se va el futbolista que hizo de la camiseta de la selección argentina su segunda piel
Un obsesivo del fútbol, alguien que a los 10 años, en su San Lorenzo natal, ya se había propuesto hacer todo lo que estaba a su alcance para ser jugador profesional, se despidió una tarde en un partido cualquiera, después de haber protagonizado infinidad de momentos trascendentes a lo largo de una carrera de más de 17 años en primera división.
A los 36 años, siete meses antes de que venciera su contrato con Estudiantes de La Plata, se retiró Javier Mascherano, el jugador que tiene el récord de presencias con el seleccionado argentino, con 147 partidos, a partir de 2003, cuando debutó antes en el equipo que dirigía Marcelo Bielsa que en la primera de River.
Esa plusmarca con la Argentina y una trayectoria que tuvo su núcleo en el exterior lo convierten, a los ojos del hincha de nuestro país, en un futbolista de selección, más que de un club. Esa identificación se profundizó con el subcampeonato en el Mundial 2014. Y la imagen que mejor representa esa simbiosis es su apoteósica barrida a los pies de Arjen Robben en las semifinales. En pleno auge de las redes sociales, esa acción dio origen a los #maschefacts, con Mascherano personificando al héroe que resuelve las dificultades más complejas.
Emblema, símbolo y referente de @Argentina [R][R]¡Muchas gracias por todo, Masche! [R][R] pic.twitter.com/EO4D89xPMH&— Selección Argentina [R][R] (@Argentina) November 15, 2020
Esa hipérbole era descriptiva de sus rasgos como volante central: sacrificado, comprometido, valiente, inagotable en el esfuerzo, cerebral para atender las necesidades del equipo. Un puente que conectaba a la defensa con el ataque. Masche siempre estaba para facilitarle la tarea al compañero, para socorrer a un defensor o cuidarle las espaldas a los más talentosos. Por esas virtudes fue el preferido de directores técnicos de las más variadas escuelas.
De chico, en la pensión de esa academia formativa que es Renato Cesarini, aprendió la dureza del desarraigo, a acostumbrarse a no dormir en su cama. Ya había recibido propuestas para incorporarse a Newell’s y Rosario Central, pero en el libro "Los 15 escalones del liderazgo", Mascherano cuenta por qué eligió la escuela dirigida por Jorge "Indio" Solari: "Vi el predio, conocí a su gente, y descubrí que el trato era mucho más humano que en los clubes grandes. Era algo mucho más formativo, hecho más a pulmón. Me gustó".
Ya se estaba incubando el profesional de cuerpo completo: "A los 13 años renuncié a todas las tentaciones. Dejé de salir, de divertirme, de perder el tiempo haciendo cosas de chicos. Ese entusiasmo por entregarme a lo que me apasiona me marcó desde mi niñez".
De nuestro semillero a emblema de la Selección Argentina, hoy Javier Mascherano le puso fin a su excepcional carrera como futbolista. ¡Lo mejor en tu nueva etapa, Masche! [R] pic.twitter.com/NBXUIiMq0E&— River Plate (@RiverPlate) November 15, 2020
Con esa conciencia, el impacto de su llegada a River no lo desestabilizó: "Todo lo que aprendí en Renato me sirvió mucho. Los valores que me enseñaron fueron fundamentales para entender cómo funciona el compromiso grupal".
La camiseta celeste y blanca fue su otra indumentaria oficial, su segunda piel, desde las categorías menores. Pasó por la Sub 15, Sub 17, la Sub 20 y tiene en su palmarés un logro único en la Argentina: es doble medalla dorada olímpica, en Atenas 2004 y Pekín 2008. También fue sparring del seleccionado de Bielsa en 2002.
Sin debutar en la primera de River, ya empezaba a vislumbrar que su futuro podía estar en grandes clubes del exterior. Con 17 años rechazó una oferta de Ajax, que incluía un proyecto familiar con trabajo para su padre en Amsterdam.
En River debió esperar detrás de Leonardo Astrada y Cristian Ledesma. Debutó ante Nueva Chicago: "Entré en los últimos 10 minutos, pero para mí fue muy importante. No estuve nervioso ni sentí la presión". Ya al partido siguiente fue titular ante Independiente.
Emigró de River con un título local. Le esperaba un largo recorrido en exterior, siempre con el cordón umbilical del seleccionado que lo tenía periódicamente en nuestro país. Salió junto a Carlos Tevez hacia Corinthians y de ahí dieron el salto a Europa, donde empezaron a curtirse en un West Ham que luchó hasta la última fecha para salvarse del descenso.
En el seleccionado tomó la posta que dejaron Diego Simeone y Matías Almeyda. En Perú 2004 disputó la primera de sus cinco copas América y en Alemania 2006, el primero de sus cuatro mundiales. Cinco subcampeonatos lo muestran con uno de los pasajeros de una generación para la que la gloria siempre fue un destino que se corría un poco más hacia adelante cuando estaban por ponerle los dos pies encima.
Esa frustración la mitigaba con un recorrido rutilante en los clubes, sobre todo cuando Pep Guardiola lo invitó a dejar Liverpool y ser parte de su proyecto en Barcelona. Se reconvirtió en zaguero central porque asumió que "Busquets era el mejor volante central del mundo". La jugada le salió perfecta: en el club catalán obtuvo 19 títulos, incluidas dos Champions Leagues; hizo un postgrado futbolístico en su afán de conocer la evolución y las variantes del juego, y cimentó una amistad con Lionel Messi que lo transformó en su alter ego dentro del seleccionado. De hecho, cuando Masche abandonó la selección, Leo ocupó la centralidad que dejó su amigo.
La despedida de esta tarde se empezó a perfilar en su paso por el fútbol chino. El físico ya no le permitía cubrir la cancha como lo hacía siempre. Tiró de sus pergaminos para ir al Mundial de Rusia, donde la realidad se le reveló muy cruda.
Era el momento de pegar la vuelta y aceptó la puerta que Juan Sebastián Verón le abrió en Estudiantes. La pandemia fue oxidando lo poco que quedaba del motor. "Siempre viví mi profesión al máximo y desde hace un tiempo me cuesta", dijo en el atardecer del domingo. De corazón y piernas estuvo hecha la carrera del especialista en tirarse a los pies del rival para sacarle la pelota, una y otra vez.
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