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Javier Mascherano: la pieza clave
El hombre que hizo del mundial uno de los mejores momentos del año; el que nos motivó, nos mostró el camino y nos hizo sentirnos campeones otra vez
Definitivamente es un emblema de la selección. No hacía falta su consagratoria tarea en el Mundial. Antes de Brasil 2014,Javier expresaba mejor que nadie qué siente un jugador por la camiseta de su país. Eso sí: la Copa del Mundo que revivió el entusiasmo de los argentinos por la selección lo marcó para siempre y será inolvidable. Lo transformó en más que un ídolo futbolístico. Lo elevó a la categoría de ícono nacional.
Lo conozco desde hace mucho tiempo y siempre supe que llegaría lejos en su carrera. Lo hizo especialmente con la camiseta de nuestro seleccionado. Sé lo que significan para él nuestros colores. De hecho, de chico, de muy chico, se destacó apenas pisó el predio de la AFA y desde entonces hizo su camino: dejó una huella imborrable.
Así fue desde el primer día y desde su debut con los mayores. Su marca indeleble quedó estampada en celeste y blanco antes de llegar a la primera de River. Su entrega sin límites, la inclaudicable personalidad, la conmovedora forma de sentir su pertenencia a la selección contagió a todos: chicos y grandes, mujeres y futboleros, hinchas e intelectuales, hasta elevarlo al Olimpo de los próceres.
La disponibilidad que siempre mostró lo integra al selecto grupo de los grandes futbolistas que defendieron la camiseta nacional. Su compromiso no supo de concesiones. En cada llamado, en cada partido, en cada torneo, se puso al servicio de la selección. De chico. Y ahora de grande. Su espíritu no cambió. Se ocupó de jugar tanto como de construir la convivencia interna. No se limitó a un quite, al relevo de un compañero, al cierre milagroso, a la estirada providencial. Javier fue y es más que eso. Es el adalid de una forma de sentir. Es quien se pone al frente de las necesidades del grupo. Responde en la cancha, responde afuera. Quienes comparten un plantel con él saben que es la mejor garantía para pelear y ocuparse de todo lo que el grupo y cada uno necesita. Es un señor con todas las letras, en ese envase de chico maravilloso. Es el jugador que todos quieren. Es el ser humano que no repara en riesgos a la hora de asumir las responsabilidades.
Mascherano es sinónimo de selección. Es la selección que todos queremos. Por sus condiciones futbolísticas, pero también por sus valores humanos. A nuestra generación, que lo precedió, nos llena de orgullo que se haya formado a nuestro lado. Es un genuino continuador de todos los valores que involucra jugar con la camiseta argentina.
Recuerdo un momento único que compartimos en 2007. La felicidad se dibujaba en su rostro. Contagiaba la alegría más sana. Irradiaba una sensación inigualable. Fue cuando hizo su primer gol en el seleccionado, en la Copa América de Venezuela, ante Paraguay, el 5 de julio. Ganamos 1-0. Y él fue el protagonista. Su incontenible sonrisa de chico se dibujaba entre un montón de abrazos del plantel. No lo podía creer. No era un sueño. Era realidad.
Como hincha de la selección, no ya como uno de sus integrantes, no puedo dejar de mencionar lo que me inspiró, lo que nos inspiró su actuación y su entrega en Brasil 2014. Transmitió emoción. Nos despertó con cada gesto. Con cada acción. Con su voz de mando. Con ese aliento motivador. Nos mostró que todo es posible. Con ese carisma que le permite sobrellevar lo más difícil que le plantea la selección a un futbolista profesional: mantenerse, sostener la continuidad, sentir que cada partido es como el primero.
Jugar y rendir al máximo es todo un desafío en cada convocatoria. Desde que debutó, Mascherano siempre lo hizo. Con sus ganas y motivación, se convirtió en referente. Por su rendimiento, está en la elite de los deportistas. Eso explica su vigencia, su carácter de pieza clave en donde juegue, como en su club, Barcelona. Es siempre un aliado para sus compañeros y para el entrenador. Hace al equipo.
Desde que irrumpió en la vida del seleccionado, su presencia en el medio campo no se discute. Su despliegue incansable es la mejor garantía para sus compañeros. Porque a la hora de desplegarse en ofensiva, el equipo descansa en él, en el quite y la presión sobre el rival. Más aún, es la fuerza mental, es el espíritu que impulsa a todos hacia adelante. Siempre. Con su estilo. Con su sello. Desde el alma.
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Javier Zanetti
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