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Javier Castrilli al filo: errores, amenazas y política con el Sheriff que hoy vende pintura
El hombre del rostro imperturbable dirigía atravesado por las emociones. "El miedo es algo que te acompaña siempre. Yo tuve una ventaja: me formé en el fútbol del interior. Ahí uno convive con una seguridad precaria y, a veces, inexistente, en el interior profundo, en campos sin alambrado, sin policía. A fines de los 70 y a principios de los 80. Entonces, cuando uno llega a Primera, y sale a estadios seguros como los de Boca o los de River, otros son los miedos con los que uno convive. Con el miedo escénico, con el miedo al papelón. Y, en el momento de la verdad, hay que saber sobreponerse", destaca Javier Castrilli.
-¿Y en el interior profundo alguna vez la pasó muy mal?
-Muchísimas veces. Muy mal.
-¿Un caso extremo...?
-Muchos… cobrar un penal faltando cinco minutos y que te rodee todo el pueblo, con un gaucho que mueva un facón de un lado a otro.
Ya dirigía en Primera y manejaba un taxi, un Taunus viejo que vendió en 1992. Iba a las canchas en colectivo, hasta que un día, al bajarse del 42 frente a la cancha de River, el comisario de la seccional 51° lo persuadió de los riesgos. Hoy vende pinturas Alba. Ese hombre construyó una carrera hasta convertirse en el mejor de su época. El precio, quizás, fue la condena interna. "Sufría mucho mis errores. Siempre busqué la excelencia porque sentía que detrás de una equivocación estaba perjudicando a un jugador o a un equipo. Y muchas veces, también, me pasó que detrás de los elogios de la crítica especializada yo encontraba errores y decía ‘¡menos mal que no se dieron cuenta!’. Pero sufría hasta con un lateral mal sancionado. Luego lo veía por TV y me castigaba", cuenta. Nunca hizo terapia. Y avanza: "Yo convivía con los insultos y con las amenazas, para mi eran cotidianas".
-¿Amenazas dijo?
-Sí, yo recibía amenazas todos los días. Todos los días mi contestador telefónico estaba desbordado de insultos, agravios y amenazas, también. Ahora, ¿cuál de todas esas fue seria? Bueno, presumo que ninguna porque acá estoy. En la cancha las veces que me dijeron ‘de acá no te vas vivo...’
Tantos años más tarde, acepta hablar de su familia. "Ellos sufrieron mucho... Mis hijos mayores especialmente [se refiere a Javier y Juan Manuel], porque el menor, Agustín, nació justo el año que me retiré. Llevar el apellido Castrilli no fue sencillo en un momento..., ellos, con edad de adolescentes, en la escuela, no fue sencillo".
Zurdo, lateral, ni se acuerda desde cuando no juega más al fútbol, pero hace memoria y se sonríe por una roja que alguna vez le sacó Juan Carlos Crespi. Dice que no guarda rencor con nadie, que utiliza el Twitter [@castrillijavier] casi una catarsis didáctica y sugiere algunas innovaciones que serían constructivas: que los árbitros que se ubican detrás del arco puedan intervenir en todas las acciones, que haya un juez por cada mitad del campo y que árbitros hagan declaración jurada de sus bienes... "Hay árbitros, o ex árbitros, que no saben cómo demostrar lo que ostentan", dispara.
Dice que estuvo "enclaustrado" tres semanas en su departamento cuando renunció, pero que en público nunca tuvo problemas... "más allá de alguien que pasó en auto, me reconoció, y a toda velocidad me reputeó. Hoy siento respeto de parte de la gente, y eso no lo comprás en la farmacia". Todavía firma autógrafos y mantiene la costumbre de preguntarle el nombre a quién se lo pide. Siempre fui introvertido y la exposición pública me daba cosa; con los años fue disminuyendo, pero también pasó el tiempo, las generaciones fueron cambiando y ahora solo los que tienen más de 40 saben quién soy", detalla.
Desde principios de siglo incursionó en política. Buscó ser Jefe de gobierno porteño, alguna vez se vinculó con Carlos Ruckauf y también con Mauricio Macri. La gobernadora María Eugenia Vidal lo eligió para integrar la Subsecretaria de Deportes bonaerense..., pero al tiempo se marchó. Huyó. "La política quedó en el pasado como consecuencia de frustraciones. La política, para mí, resultó como una pintura impresionista: más te acercás a la pintura y más se degrada. No quiero generalizar, no corresponde. Lamentablemente, muchas veces me decepcioné, entonces uno toma distancia. De brindarse las condiciones en un futuro…, no lo sé. Siempre fui una persona que quiso cambiar la realidad que me rodea".
Nunca le importó que lo llamaran el ‘sheriff’. No le despertaba nada. "Siempre acepté lo que dijeron de mí. Cuando trabajás en público, y tu trabajo afecta intereses de terceros, tenés que aceptar la crítica. Sea despiadada o constructiva". ¿Y cómo asumió el retiro? "El arbitraje ocupaba una centralidad muy marcada en mi vida. A mis 40 años, había pasado 22 como árbitro. Y eso es muy fuerte. Tras el retiro, todo lo que hacía me recordaba al árbitro. Superarlo fue algo traumático y tardé mucho en conseguirlo, pero me impuse que la vida no era solo una pelota. Siempre me interesó leer, estudiar, siempre me consideré una especie de autodidacta y eso me sirvió mucho para comprender y redescubrir a otra persona que tenía que sobrevivir a la adversidad de ya no ser.
-Hace más de 20 años que no dirige. ¿Qué clase de hincha es?
-La actividad del arbitraje te va apagando al hincha. Y más cuando vos tomás la actividad como algo en serio, muy serio. Algunos la toman en broma. De solo pensar que una decisión tuya puede afectar el estado de ánimo y la sensibilidad del hincha, ya es muy trascendente. Hay personas que ha llegado a quitarse la vida por un resultado. Nunca nadie tendría que tomarse el arbitraje como algo menor, porque puede generar mucho daño. Mucho daño. El árbitro tiene que trabajar con una asepsia, como un cirujano, y para eso debe apagar los sentimientos. Debe saber que en un momento tendrá que cortar, debe extirpar, sabiendo que se la van a venir las dos torres gemelas encimas. Y de todos modos lo tiene que hacer.
El informante de Passarella que se desvive por Messi y recuerda la "inteligencia sobrenatural" de Julio Grondona
Javier Castrilli dirigió en el Mundial de Francia ’98. Después de arbitrar Croacia vs. Rumania, por los octavos de final, sabía que si avanzaba la Argentina se acaba el torneo para él. La selección eliminó por penales a Inglaterra y fue la despedida de Castrilli... ¿o no? Al día siguiente lo llamó Daniel Passarella y lo invitó a acompañar la delegación, que en cuartos chocaría con Holanda. Castrilli le pasaba informes de los jueces que le tocaban a la selección..., cómplice del Káiser, al que en mayo de 1992 había expulsado, junto con otros cuatro jugadores de River, probablemente en el primer gran escándalo de su carrera arbitral.
Con Julio Grondona tendría fuertes diferencias... "Diferíamos sobre la mirada del arbitraje. Siempre. Cada vez que empezábamos a hablar no podíamos coincidir. Siempre se lo exponía y siempre se enojaba, jeje. Cuando tuve problemas con Boca, con River, con San Lorenzo… porque todos los presidentes, desde Macri, Davice, Miele..., todos, fueron a pedir mi cabeza. Ninguno puede decir que no. Todos le pidieron a Grondona que me cortara la cabeza. Y Grondona no me cortó la cabeza. Él sabía muy bien con qué bueyes araba. Diría que Grondona tenía una inteligencia sobrenatural. También tenía una notable capacidad de gobernabilidad, concordando o no con sus metodologías. Uno tranquilamente puede tomar distancia por cuestiones éticas. Y era muy respetuoso de aquellas formas que no aceptaban ingresar en otro terreno que no fuera el de la legalidad".
Con Diego Maradona también vivió una inolvidable escena en un Vélez-Boca de 1996. "Me despierta alegría que esté dirigiendo, uno desea que a él le vaya bien, a él y a Gimnasia". Y cuando aparece Lionel Messi, se enciende: "Pagaría por dirigir a Messi, pagaría por dirigir a Messi... Es incomparable. Ojalá Dios quiera que antes de que se retire, lo puede ir a ver jugar allá, a Barcelona, con mis hijos. No lo conozco personalmente. Como jugador me parece inigualable, fuera de competencia. Nadie puede competir con él. No hablemos de Cristiano, Neymar..., no, no, ellos son otra cosa. El mundo se saca el sombrero ante Messi".
-¿No le molestaron las desbordes que tuvo en la Copa América?
-No pude despegarse al ser humano de la equivocación, y él también se ha equivocado. Y esas equivocaciones lo vuelven humano. Porque si fuese solo por verlo jugar, no es de este planeta. Y aun en las equivocaciones, salvo excepciones, me parece un tipo que se ha manejado dentro de la mesura y la prudencia. Creo que el peso de la injusticia y de la ingratitud lo ha llevado a recorrer el camino de esas expresiones un tanto indeseadas que le vimos en la Copa América.
-Dirigió a muy buenos futbolistas. ¿Disfrutaba de su juego?
-¡Claro! Un día a Borghi, que estaba a mi lado, en el círculo central, lo vi hacer una rabona que pegó en el travesaño. Todo el estadio lo aplaudió. Dirigí a Francescolil, a Maradona, al Dani Garnero, a Gorosito, al Mago Capria, a Palma, al Tata Martino... yo los tenía al lado y hacían las cosas con una naturalidad que vos te creías que también las podías hacer. ¡Mentira, solo ellos podían! ¡Con qué facilidad jugaban!
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