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Javier Báez y Marcelo Guerrero, héroes por un día: goles eternos en ambas veredas de Avellaneda
El defensor de Independiente anotó en el clásico del Apertura 2010 y el jugador uruguayo lo hizo en 2005, en un clásico que cortó 12 años de sequía para la Academia en el Cilindro
Javier Báez
A las 14.55 del 10 de octubre de 2010, en el estadio Libertadores de América, Javier Báez prefirió seguir su instinto. Deambulaba Racing sobre los márgenes de su área pequeña cuando Báez irrumpió como un tiburón unos metros más atrás. Iban 45 minutos del primer tiempo del clásico y el defensor, en un tiro de esquina desde la derecha, eligió ir al segundo palo en vez de al primero, a contramano de lo que estaba planificado. Cansado por el ritmo del partido, con el ácido láctico que le condicionaba el esfuerzo, pensó como pudo y cambió su zona. Pero lo que pudo haber sido una desobediencia a la programación de Antonio Mohamed, que ese día debutaba como entrenador de los Rojos, fue lo que confundió a la defensa rival, que había estudiado hasta el centímetro los movimientos de un duelo luchado. Si el fútbol es un deporte de engaños, el lateral, esa tarde, fue Houdini. E Independiente ganó 1-0.
Báez apareció donde nadie lo esperaba, detrás de su marcador, Marcos Cáceres, que se encegueció con la pelota y perdió la referencia. El envío de Leandro Gracián cruzó el perímetro por arriba. Durante un momento Báez intentó anticiparse, pero en la marcha corrigió su rumbo, se arqueó levemente hacia atrás y esperó. No tuvo que saltar. Se agachó y la pelota le quedó de frente, domesticada. Fue entonces cuando gatilló un cabezazo cruzado, al palo opuesto, imposible para De Olivera, que picó en la línea y se metió. Aquel partido fue correspondiente al torneo Apertura 2010. “El gol se da por una situación rara. El Turco (Mohamed) me había pedido que fuera al primer palo. De hecho, ése era mi lugar. Pero era la última jugada del primer tiempo, me desconcerté y opté por quedarme en el segundo. Seguí mi instinto”, dice Báez, casi siete años después, desde Sinaloa, México, en donde se destaca para los Dorados, equipo que este sábado afrontará el partido de ida para ascender a la primera división del fútbol azteca. “Acá estoy muy bien. Me gusta el fútbol mexicano, es atractivo, dinámico. Todo un desafío para los defensores. Y la vida en Sinaloa, a diferencia de lo que muchos pueden creer, es tranquila”, reconoce.
–¿Qué recuerdos te quedan de aquel gol?
–Los mejores. Fue increíble, no me lo voy a olvidar nunca. Todavía me acuerdo de la gente, de cómo estaba el estadio. Se me eriza la piel de sólo pensarlo. Fue raro porque era el primer partido del Turco y yo, la verdad, no sabía si iba a jugar. El Chivo Pavoni y Pancho Sá me habían dado la oportunidad, pero al principio, cuando llega un DT nuevo, uno nunca sabe bien qué busca. La semana estuvo cargada de sensaciones: por un lado se venía el clásico y por el otro, teníamos pocos entrenamientos con el nuevo técnico. Por suerte se dio todo bien.
–¿Qué te dicen los hinchas ahora, después de tanto tiempo?
–Cada vez que me ven me agradecen ese gol. Para mí, que me formé en el club, es todo un orgullo. Cuando estoy por Avellaneda me brindan su cariño. Son cosas que se valoran. De alguna manera quedé en el recuerdo de la gente. Y eso me reconforta.
–Tenías 20 años y de un día para otro apareciste en la tapa de los diarios, ¿cómo manejaste todo lo que vino después?
–No me costó tanto porque mi familia me ayudó mucho. Ellos estuvieron en todo momento, en las buenas y en las malas. Los jugadores grandes del plantel también fueron determinantes: con pocas palabras me dijeron cómo me tenía que manejar.
Marcelo Guerrero
Los años pueden ser una unidad de medida convencional para medir el tiempo, pero no en términos absolutos. Para algunas situaciones, doce años pueden ser mucho o casi nada. Para un equipo, ver pasar una docena de temporadas sin poder vencer al rival de toda la vida en su estadio parece una eternidad. Para un futbolista que logró romper esa racha en uno de los clásicos más importantes de la Argentina y que doce años después juega apenas unos minutos en una liga regional amateur de Uruguay parece demasiado poco. Así es la historia del uruguayo Marcelo Guerrero, 33 años, que marcó un gol clave el 10/4/2005, cuando Racing venció 3 a 1 a Independiente y cortó una larga seguidilla de clásicos sin poder festejar en el Cilindro. Del otro lado del teléfono, del otro lado del Río de la Plata, el Colorado ya sabe por qué lo puede llamar un periodista argentino por estos días: “Estoy al tanto de lo que sucede porque acá pasan todo el tiempo los partidos. Ya sabía que jugaban Racing-Independiente, pero igual siempre algún conocido me avisa porque en la previa te pasan los goles de los partidos viejos. ‘Te vi en Fox’, hasta me dijo un conocido el otro día”.
–¿Qué recordás de esa tarde?
–Nosotros teníamos un lindo equipo. Fue un buen torneo, peleamos hasta el final pero fue campeón Vélez. Ese partido era especial, como todo clásico. El estadio estaba lleno. Fue un partido duro, del otro lado estaba Independiente con Menotti, que jugaba mucho al achique. Me acuerdo que esa semana practicamos mucho jugar abiertos y aparecer por sorpresa con diagonales desde afuera. Lisandro López estaba en un gran momento, nos ayudó mucho. Y teníamos al Cholo Simeone, que para el equipo era fundamental. Es de los partidos que más recuerdo en mi carrera.
–¿Fue el gol que te marcó?
–Uno lo recuerda con mucha emoción, sobre todo cuando lo ve ahora con el tiempo. En el momento no tenía conciencia. Además, no había redes sociales ni nada por el estilo. No es como ahora que enseguida salta a todo el mundo. Todo lo que uno hace en el fútbol argentino trasciende. Tiene mucha más vidriera que el fútbol mexicano u otro de Latinoamérica. Así que fue una marca para mí jugar en Racing. Acá en Uruguay hay muchos que reconocen mi paso por Nacional, pero siempre me preguntan cómo es jugar en Racing de Avellaneda. Quieren saber del mito de la hinchada, que acompaña, que alienta.
–¿Y qué les contestás?
–Se sentía distinto jugar en la cancha de Racing. Jugué en otros equipos de la Argentina y se notaba la diferencia. Vos entrabas a la cancha y ya el ambiente te marcaba que estabas en un momento especial. Entrabas con una motivación más alta de lo normal, porque la gente empuja, pareciera que tenés un jugador más de lo normal. Por más que uno quiera enfocarse en el partido, no te podés abstraer. Lo que se dice no es sólo un mito. Es real. Yo jugué en contra en la cancha de Racing y eso lo notás.
Ahora, Guerrero juega en una Liga del Interior de Uruguay (Porongos, del Departamento de Flores). “Te pagan por ir a jugar, pero es amateur. Me sumo cuando el físico me da”, explica. En Flores, el rival de Porongos se llama Independiente y usa la camiseta roja. La semana pasada se cruzaron. Fue empate 1 a 1. “Entré 20 minutos, no pude convertir. Pero en la semana sabés cómo los cargaba a todos con lo de Independiente. Les mandaba el gol al grupo de WhatsApp y les decía: ‘Contra Independiente se define así’”, bromea, como para comprobar que un gol en un clásico te marca para siempre.
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