Ivan Perisic, el verdugo de España al que ya nadie se atreve a llamarlo gallina

Ivan Perisic es un trotamundos. Nació en Yugoslavia un año antes de que se disuelva esa nación, desarrolló su vida futbolística en Francia, Bélgica, Alemania e Italia, tras ser visto en Eslovenia, y juega para Croacia. A este seleccionado es el que llevó a la primera posición del Grupo D de la Eurocopa con su gol a tres minutos del final que significó el triunfo 2-1 ante España.

En 45 partidos en los que ha vestido la camiseta croata, el volante ofensivo anotó trece goles y su equipo sólo ha perdido en uno de los juegos donde convirtió: la tarde que su selección cayó 3-1 con México y quedó afuera del Mundial de Brasil. Seis de sus gritos llevaron a Croacia a la clasificación para este torneo europeo.

Campeón con Borussia Dortmund, en cinco oportunidades, y con Wolfsburgo, en dos ocasiones, Perisic llegó el año pasado a Inter de Milán, donde algunos ya le ponen el rótulo de ídolo. Veloz, con habilidad y personalidad, aseguran que Perisic lleva en el ADN la escuela balcánica. En el debut de la Eurocopa, ante República Checa, apareció con un mapa de Croacia y el número 4, el que lleva en la camiseta, dibujados en la cabeza. Ya nadie se atreve a llamarlo Koka, su apodo de la infancia, que significa Gallina.

Hace una década, en el verano europeo de 2006, dejó imprevistamente las inferiores de Hajduk Split sin siquiera haber podido debutar en la Primera División del club en el que había soñado jugar desde niño. Hoy es común que los clubes croatas vendan a sus principales joyas de adolescentes, aunque apenas hayan jugado algunas temporadas a buen nivel en categorías menores, pero su desembarco en un humilde equipo del fútbol francés marcó un camino a los de su generación por aquellos días. Las razones se harían públicas sólo ocho años después, cuando Wolfsburgo estaba por recibir 20 millones de euros por su pase al Inter.

Su padre, Ante Perisic, reveló al periódico Slobodna Dalmacija que tenía enormes dificultades financieras y su negocio de pollos estaba al borde de la quiebra. Y como necesitaba con urgencia el dinero, convenció a su hijo que aceptara la oferta del Sochaux y viajara con su madre y una hermana en el avión privado que había enviado el club francés. Mientras tanto, él se quedaba para tratar de salvar un negocio que no ha vuelto a traerle problemas.

Ivan solía ayudar en la granja de pollos de su padre a las afueras de su ciudad natal de Omis, en la costa, y nunca le importó su apodo, que luego de diluyó cuando llegó a Split para jugar en las categorías inferiores del Hajduk, luego de que Zoran Vulic, su entrenador, quedara impresionado al verlo durante un entrenamiento de pretemporada en Eslovenia. Por el contrario, se mostró rebelde en otros tiempos: su viaje a Francia derivó en un conflicto entre clubes, que se solucionó al pactar entre ellos un resarcimiento de 360.000 euros por los derechos formativos, y hasta estuvo al borde de recibir una multa de 15.000 euros cuando, integrando el plantel de Borussia Dortmund, protestó en la televisión croata porque quería más minutos en cancha y Jürgen Klopp, el DT, lo dejaba en el banco.

El cambio de actitud fue determinante para lo que siguió, ya lejos de su tierra y el look de cabello enrulado, pero también del Sochaux, donde no llegó a jugar en el primer equipo, porque permaneció en el filial y en 2009 fue cedido a Roeselare, un modesto equipo belga, que precedió su fichaje en el Brujas, donde en 2011 fue el goleador de la Liga, con 35 goles. "Si es necesario me ofrezco para cargar con los balones del entrenamiento, sólo por tener la oportunidad de jugar con genios como Luka Modric y Niko Kranjcar", dijo, por aquellos días, convocado para la selección por Slaven Bilic. Ahora es uno de los líderes del equipo y mandó a España a eliminarse con Italia en los octavos de final.

cd

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