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Italia 90. Sergio Goycochea, héroe nacional: el reto de Bilardo, la cábala del buzo multicolor y la fama que le voló la cabeza
Se fractura Pumpido. Entra de apuro Sergio Goycochea, el partido con Unión Soviética apenas empieza. Se reanuda el juego con un córner para el rival, y el brazo derecho de Maradona –otra divinidad tramposa– salva la caída del arco. Así comienza la película del héroe nacional. Goycochea se entera de la grave lesión de su compañero solo al terminar el encuentro. Bilardo había ordenado ocultarle la verdad para no sugestionarlo. Bilardo convoca de urgencia a Ángel Comizzo. Los medios instalan un rumor: el arquero de River llegaría para ser titular. Otra vez Bilardo, que pone sus manos sobre los hombros de Goycochea: "Mirá, mirá, mirá, quedate tranquilo, no le des bola a nada… Lleguemos hasta donde lleguemos, el arquero sos vo’, sos vo’, vo’, vo’..." Nada sería sencillo para el héroe nacional que estaba escondido.
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El campeonato colombiano se había suspendido, por eso Sergio Goycochea y Julio César Falcioni estaban más preocupados que nadie a principios del ‘90. Uno atajaba en Millonarios y otro en América de Cali. Ninguno podía mostrarse para convencer a Bilardo de que lo debía llevar como tercer arquero al Mundial de Italia. Los principales estaban resueltos, serían los mismos de México ‘86, Pumpido e Islas. Pero unos meses antes de la Copa, el entrenador le confirmó la titularidad a Pumpido e Islas pegó un portazo. Entonces, el elegido ya no sería el N°3, sino el 2. Cuando Goycochea supo que se trataba de él, les pidió a sus padres, en la localidad bonaerense de Lima, que le grabaran en VHS el comienzo de las trasmisiones, ahí cuando aparecen las formaciones y el banco, para poder mostrarle a sus hijos, mucho tiempo después, que su padre había participado de un Mundial. Participado. Pero el destino traería mejores noticias para el ‘Vasco’, que en 1986 casi se rompe los ligamentos de la rodilla con la pirueta que se le ocurrió para celebrar el gol de ‘Tata’ Brown ante los alemanes.
Junto con la delegación, Goycochea se marchó del país el 22 de abril de 1990 con la placidez que viaja el arquero suplente. Volvió el 9 de julio elevado al pedestal que la Nación les reserva a los patriotas. En el medio le cambió la vida para siempre. Miles de personas coreaban su nombre en la Plaza de Mayo. Ya no había que grabar nada, vivía en cadena nacional. ¿Cómo no se mareó? "¿Y quién dijo que no se me voló la cabeza? Que no se hayan dado cuenta es otro tema. Que no lo hayan notado no quiere decir que no se me haya volado. No fue fácil, nada fácil. Pasé a tener una exposición... Hoy, 30 años después, muchas personas a través de las redes sociales hacen un culto de la exposición, pero en esa época no era así. Y yo de repente tomé esa condición de popular sin entrenamiento, sin nada. No pasé ni siquiera por un proceso de adaptación ni aprendizaje. Fue una piña que llegó sin aviso". Andaba por los 26 años ‘Goyco’.
"Ya había debutado en Primera, claro, pero era uno más, digamos, y cuando volví estaba en el balón de la Casa Rosada, tironeado por miles de desconocidos... Si alguien te dice que está preparado para eso, es un mentiroso. Fue muy difícil para mí. No sé cómo explicarlo... Mirá, 30 años después sigo hablando de Italia ‘90... No tiene comparación con nada… Quizás por ser arquero todo se agigantó, tal vez..., un defensor saca cuatro goles hechos en la línea y seguro que con el tiempo ya no lo recuerda nadie, en cambio, atajás un penal y quedás en la memoria de todos. Los penales fueron como el gol de Diego a los ingleses, quedaron grabados en el corazón de la gente", compara.
-¿Y tu familia cómo sobrellevó esa fama?
-Con Ana Laura llevábamos 6 meses de casados, imagínate, mi mujer se bancó todo, todo... Estábamos aprendiendo a ser un matrimonio, y en medio de todo eso, tenía que aprender a ser popular y famoso. Y ella, acompañar ese cambio enorme. Después llegaron los chicos, y la fueron llevando... Cuando mis hijos eran pequeños no entendían por qué la gente se me acercaba... Un día, mi hijo mayor, Juan Cruz, me llegó a preguntar: ‘Papá, ¿vos de qué trabajás que la gente te busca tanto?’ Después lo fueron entendiendo y, así, naturalizándolo también.
En el debut contra Camerún, los tres arqueros vistieron un buzo gris. Lo hicieron desaparecer. Para el segundo juego, con Unión Soviética, se pusieron uno verde y violeta. El del estreno de ‘Goyco’, que también lo usó contra Rumania. Desde los octavos de final, con Brasil, apareció el multicolor que sería furor para una generación de chicos. Ese buzo era el tercero. Igual que Sergio, fue avanzando hasta quedar en el mural eterno. El ‘Vasco’ sabe que en algún lugar de su casa están la camiseta de la final, los guantes, las medias y los botines. Pero no vive pendiente de los objetos. Los guantes contra Yugoslavia se los arrojó a los hinchas y los que uso con Italia se los regaló al periodista Adrián Paenza.
-Matthäus era el encargado de los penales en Alemania. ¿Te sorprendió que fuera a patearlo Andreas Brehme?
-No me sorprendió porque tampoco lo pensé mucho en ese momento. Me puse en la cabeza que era el quinto penal de la serie, que era decisivo para ganar, que tenía que atajarlo. Estaba tan concentrado en eso que no pensé quien se podía parar para patear. Cuando vi que era Bremhe..., sí, lo tenía a él como una opción.
-Brehme era zurdo, pero se paró con perfil de diestro. En la definición de la semifinal, contra Inglaterra, había ejecutado un penal al mismo lugar. ¿Lo sabías en ese momento?
-No. Lo que analicé en ese momento fue: tenía una magnífica pegada con las dos piernas, pero aunque jugaba de 3, pateaba con la derecha todas las pelotas detenidas de Alemania. Le quedaba cómodo levantar la pelota. Entonces yo intuí que iba a patear adonde finalmente fue la pelota, pero pensé que le iba a pegar hacia arriba. Me esperaba un chanflazo alto, una acción que para él era habitual. No esperaba el rastrón. Por eso yo arranqué medio encorvado, no agazapado, imaginando que iba a patear alto. Aunque fui para la esquina, llegar tan abajo y esquinado se me hizo imposible.
-¿Fue penal?
-Pasaron muchos años, se repitió mil veces desde todos los ángulos y el debate siempre estará abierto. ¿Qué es un penal cobrable? Sí, es cobrable. Pero a mí, la imagen que me va a quedar siempre, es mi primera imagen, la de la cancha, con la pierna de Sensini llegando primero a la pelota, y cuando la pelota ya ni siquiera está en juego, que casi está saliendo por el fondo, recién ahí se produce el contacto con Völler.
-Matthäus acepta que el de Sensini no fue penal. Pero dice que sí fue penal el tuyo sobre Klaus Augenthaler.
-No, no... fui con la rodilla para adelante y él me llevó, nos chocamos; yo me tiro para adelante, inclusive, con las manos atrás, no, no, no me quedó la sensación de que fuera penal. Yo me le fui muy encima rápido.
Cuando Goycochea entró con Unión Soviética, casi ni se dio cuenta. Para Rumania, faltaban cinco días… "Esos días me mataron porque tuve tiempo para pensar lo que me iba a jugar: podíamos quedar afuera del Mundial. Con el empate garantizamos estar entre los mejores terceros, pero no sabíamos para qué lado de la llave íbamos a disparar".
-Y justo, cayó Brasil. Llegaba con tres jugados y tres ganados...
-Pero siempre es indo que te pase eso en un Mundial: si te saca, te echa un grande; y si ganás, bueno, pasa lo que pasó...
-¿Salvaste a Maradona contra Yugoslavia?
-No..., yo no lo salvé. Porque Diego no pateaba el último, el decisivo. Si hubiésemos perdido con Yugoslavia, claro que se hubiese dicho ‘erró Maradona’, pero no hubiera sido la imagen de la derrota.
-¿Contra Yugoslavia te cambia la vida?
-Ese 30 de junio me empezó a cambiar la vida. Después, Italia superó todo. Porque si no atajaba los penales contra Italia, hoy nadie se acordaría de los penales contra Yugoslavia. Seamos sinceros. Treinta años después, todos me hablan de Serena y Donadoni, nadie me pregunta por Brnovic y el otro [Hadzibegic]. La imagen es Siamo fuori della copa… es el penal de Serena. Cada 100 pregunta por Serena, me hacen diez por Donadoni y una o dos sobre los penales contra Yugoslavia. Italia tapó todo.
Le patearon 11 penales a Goycochea en Italia ’90: atajó 4, uno pegó en el palo contra Yugoslavia y le convirtieron 6. En la definición con Italia, antes de atajárselos a Donadoni y Serena, casi se los saca a Baggio y a De Agostini. "Con Baggio me resbalo al salir, por eso me demoro y llego a la pelota con la mano en 45° en lugar de llegar con la palma derecha, por eso me pega y entra", cuenta hoy y todavía se le nota la rabia. En 7 de los 11, se arrojó al sitio adonde fue la pelota. "Nunca me tiraba por tirar. Ni en los que atajé, ni en los que no llegué o en los que directamente fui para el otro lado, siempre me basé en determinado análisis del rival. Por eso digo que no es una cuestión de suerte, nunca me paraba y me tiraba sin sentido", aclara. Detesta que el azar aparezca como única explicación en el análisis.
-¿Lo volviste a viste a ver a Aldo Serena?
-No físicamente, me mandó un video para mi cumpleaños 50, a través de la producción de un programa de Fox, en 2013.
-Te contó que todavía está haciendo terapia para intentar salir de su casa…
-Ja, y... viste, él fue mi contracara. Cuando te vienen a abrazar tus compañeros es como que te están dando el pésame. Cuando vienen a levantarte, te arruinan. Le están diciendo al estadio y al mundo ‘éste fue, por éste quedamos afuera’. En realidad, el que falla es apenas una parte del todo, pero en ese momento, ese tipo, queda marcado. Y queda marcado mucho más que el arquero. Digamos que yo también fallo si no lo atajo, pero siempre el que erra es el culpable.
-¿Seguís escuchando el silencio del estadio San Paolo?
-Sí, sí, lo escucho todavía hoy. Tengo que recuperar el crudo con la imagen, sin relato, donde hasta se escucha el tacazo que le pego al palo para sacarme el barro de los botines. El silencio antes del penal de Serena, y especialmente después, es inolvidable. Sigo escuchando a ese San Paolo mudo.
-¿Cómo festejaste los goles de Caniggia, contra Brasil e Italia?
-Contra Brasil lo grité solo. Salí corriendo casi hasta la mitad de la cancha, pegué la vuelta para mi arco y miré al cielo como diciendo ‘Dios, terminalo, ya está’. Y contra Italia, no sé si fue un presagio o la misma intuición que tenía para los penales, pero lo grité cortito, sentía que faltaba mucho, que había mucho por hacer todavía.
-Los penales te dieron inmortalidad deportiva. Pero en Italia ’90 también tuviste buenas atajadas: elegí la mejor
-Hay un bombazo de un ruso al centro del arco apenas entro. Un tiro de Alemao que alcanzo a rozar, luego pega en el palo y se va al córner; también contra Brasil, al minuto y medio de juego, le saco con el pie un remate a Careca, que si esa entraba de hubiese sido otra historia. También un tiro de media distancia de los rumanos. Pero, técnicamente, las más difícil fue un tiro libre de Roberto Baggio, ya en el primer tiempo suplementario. Fue sobre mi brazo derecho y la saqué. Si nos vacunaban ahí, estábamos afuera.
-Aquellos fueron años soñados para vos. Después de Italia ‘90 y la fama, a la selección llegó Alfio Basile y ganar se volvió algo natural para la Argentina.
-Sí, fueron años increíbles. Después del ‘90, ganamos la Copa América ‘91 en Chile; la Rey Fahd y la Artemio Franchi en el ’92; la Copa América del ‘93... y después vuelvo al banco, justo, en el Mundial de los Estados Unidos ‘94. Como si cerrara un círculo en cuatro años, del banco al banco. Y ya fue el final.
-Las vueltas de la vida: desde que dejaste de ser el arquero de la selección, arrancó una sequía que llega hasta hoy. La Argentina nunca más ganó nada.
-Sí, sí... desgraciadamente. No quiero escuchar más ‘ustedes son los últimos campeones...’ El otro día hablaba con el ‘Cholo’ [Simeone] y le decía: "Te hubieses imaginado, cuando estábamos dando la vuelta olímpica en Ecuador, que, como mínimo, por los próximos 28 años no íbamos a dar ninguna vuelta más..." Bueno, en el ‘91 cortamos una racha de 32 años sin ganar nada. Y otra vez ya nos estamos acercando a esa marca.
-Bilardo siempre alentó la idea de que nadie se acuerda del segundo. Que el segundo es el primero de los perdedores. A 30 años de Italia ’90, seguimos recordándolos. Paradójico, ¿no?
-Quedamos en la gente. Creo que en el ’90, nosotros recogimos la alegría y hasta la gratitud de la gente por lo que había sucedido en el ’78 y en el ‘86. Creo que nosotros disfrutamos de ese fervor. Tardamos 6 horas para llegar de Ezeiza hasta la Casa Rosada, fue terrible. Hubo una épica, sí, pero nosotros teníamos 7 u 8 jugadores que cuatro años antes te habían dado un título del mundo al país, entonces, ¡la gente cómo iba a insultar a esos tipos que en el ‘86 te habían regalado una vuelta olímpica! Y ahora te habían llevado a otra final, y además, en el subconsciente futbolero, nos habían robado. Pensalo así: si en el 2010 ganábamos el Mundial en Sudáfrica, y cuatro años después perdíamos contra Alemania, aunque 'Pipita' se perdiera el gol y Leo jugase la final que jugó, ¿te creés que alguien les hubiese reprochado algo?
En septiembre de 2003 -Goycochea ya se había retirado en Newell’s, en 1999-, en Wolfsburgo, en el entretiempo del partido entre los locales y Bayern Munich, por la Bundesliga, se volvió a encontrar con Brehme en una acción de sponsoreo. Brehme vs. Goycochea. Y nuevamente se impuso el alemán. Pero hay una historia detrás... "A finales de marzo me había operado porque me había roto los ligamentos de la rodilla izquierda. Estaba en plena recuperación. No me podía tirar. Compartimos la previa, charlamos, pero nunca le dije que estaba operado. Yo siempre supe que me iba a tirar al mismo lado del ‘90. Para el otro, sencillamente no podía, no podía caer sobre esa rodilla operada. No se lo dije porque no le quería dar esa ventaja, obvio, le quería atajar el penal. Yo hice lo único que podía hacer, y él me cambió de palo".
-Últimas preguntas, volvamos sobre la final de Italia ’90. ¿Realmente creían en un complot? ¿No jugaron perseguidos contra Alemania?
-... Por ahí estábamos un poco perseguidos... Estábamos enojados, pero especialmente por como estábamos nosotros. Veníamos de dos alargues, Bilardo no había podido disponer de todos sus jugadores; anotá: no tuvimos a Batista, Giusti, Olarticoeche, Caniggia, Diego al 50%, Burruchaga y Ruggeri lesionados..., fue mucha ventaja. Nosotros sabíamos que esa final iba a ser muy muy difícil por como llegábamos. Y sabíamos, que antes las divididas, Codesal no iba a marcar para nosotros.
-Iban 84 minutos y el partido seguía 0-0. ¿Ya pensabas en los penales?
-... Sí. Pasaban los minutos y yo iba sintiendo el respeto de los alemanes. Yo creo que íbamos ganando un partido psicológico, de a poquito los íbamos llevando a nuestro terreno. A medida que pasaban los minutos, era más peso para ellos y más logro para nosotros. En los penales, el terreno psicológico hubiera pesado...
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