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Italia 90. Argentina-Alemania: Roberto Sensini, el futbolista que no volvió a ver la final por el maldito penal que dice no haber cometido
"Te digo la verdad, la final no la volví a ver nunca más. No es que me hace mal verla, pero siento como un rechazo. A veces me encuentro con las imágenes del penal y el debate eterno sobre si fue o no fue. Yo sigo insistiendo en que no fue penal". Roberto Néstor Sensini, en diálogo con LA NACION.
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Entre lesionados y suspendidos fue un seleccionado que iba dejando jirones a medida que avanzaba el Mundial Italia 90. Mutilado en su potencial, ninguna adversidad pudo arrebatarle su dignidad deportiva, su orgullo competitivo. A los tumbos, desfilando por la cornisa en dos definiciones por penales consecutivas (Yugoslavia e Italia), la Argentina llegó a la final frente a Alemania, que en las semifinales también había necesitado de los penales para eliminar a Inglaterra.
Para presenciar la definición que repetía a los dos países de cuatro años antes, en el estadio Olímpico de Roma se vendieron 73.603 entradas. Por esa época se informaba la recaudación: 7.150.000 dólares, con una reventa que superaba los 700 dólares por las localidades más caras.
Carlos Bilardo no contaba con Claudio Caniggia (contra Italia había llegado al límite de amonestaciones), Julio Olarticoechea y Ricardo Giusti. Diego Maradona, como en todo el torneo, tenía un tobillo a la miseria. Jorge Burruchaga arrastraba una molestia en un aductor que lo obligó a salir a los 8 minutos del segundo tiempo. El físico de Oscar Ruggeri solo aguantó la primera etapa.
Dentro de una formación diezmada, Sensini volvía a la titularidad, en reemplazo de Olarticoechea. "Boquita" había estado en el decepcionante debut con derrota ante Camerún y fue uno de los cinco cambios en la cirugía mayor que el Doctor aplicó para enfrentar a Rusia en el segundo partido por el Grupo B, en Nápoles, donde empezó la resurrección argentina. "Fue muy duro perder el primer partido. Bilardo dijo que prefería que se cayera el avión antes que quedar eliminado en la primera rueda. Y la verdad que lo lógico era quedar afuera. Pero fue un equipo que se entregó hasta las últimas consecuencias. Siempre nos aferrábamos a la esperanza del siguiente partido e íbamos pasando con lo justo. Tuvimos muchos episodios en contra. Nos hacían la vida imposible. Un día aparecía la bandera a media asta en la concentración, al otro venía el presidente de Roma a acusarnos de que rompíamos los vasos. Siempre nos pasaba algo. Muchos no querían que llegáramos a la final, esperaban a Italia o Brasil. Antes de jugar contra Brasil nos decían que preparáramos las valijas, nos cargaban. Los italianos nos decían ya sale el vuelo de Aerolíneas", expresó Sensini, que pasa sus días en Rosario, a la espera de una oportunidad para retomar la función de director técnico.
Para jugar la final, Bilardo plantó una defensa que tenía cinco zagueros centrales de origen: José Serrizuela, Juan Simón, Ruggeri, Néstor Lorenzo y Sensini, que a los 23 años, con una temporada en Udinese, disputaba el primero de los tres mundiales de su carrera. "Lo que Carlos veía mucho de Alemania era la pelota detenida. Tenía bastante altura. Buscó una formación que pudiera contrarrestar el juego aéreo. Y no nos complicaron en ese aspecto. La recuerdo como una final pareja, muy disputada y trabada, tirando a mala. De las tribunas bajaba un clima muy europeo, habían silbado nuestro himno. No nos quería nadie. En cuanto al partido, Alemania llegaba con más facilidad que nosotros a tres cuartos de cancha, pero no encontraban variantes. No hubo un dominador", agregó Sensini.
El defensor surgido de las inferiores de Newell’s recuerda cuál era su misión: "Arranqué como un volante interno por la derecha o por la izquierda, tenía que intercambiar posiciones con Troglio. Más centrado estaba Pepe Basualdo". Una de las pocas sonrisas que le arranca aquel partido es el recuerdo de que la llegada más peligrosa de la Argentina en el primer tiempo fue un pase atrás alto de Andreas Brehme que exigió un esfuerzo del arquero Bodo Illgner. "Nos quedaba lejos el arco, nos costó", reconoció Sensini.
Las complicaciones aumentaron a los 20 minutos del segundo tiempo, con la tarjeta roja directa a Pedro Monzón -había sustituido al lesionado Ruggeri- por una fuerte entrada sobre Jürguen Klinsmann. El ex Independiente fue el primer expulsado de la historia en una final mundialista. "Con diez pasé a jugar por la izquierda en una última línea de tres", agregó Sensini.
A cinco minutos del final, por ese sector protagonizó la acción que decidió el partido y que Sensini carga como una pesada mochila: "Así como Burruchaga quedó en la historia de los momentos positivos por el Mundial 86, yo quedé en la de los momentos negativos por el del ‘90. Llega a pasar ahora, que hace tanto que no ganamos nada, y no puedo volver a la Argentina (se ríe)". Se refiere al penal que sancionó el árbitro mexicano –uruguayo de nacimiento- Edgardo Codesal por un foul sobre Rudi Voeller.
Una infracción que Sensini niega haber cometido: "Me acuerdo que después de un ataque habíamos quedado algo desacomodados, con el equipo largo y abierto. Cuando cruzo la pierna agarro pie y pelota. En el momento que Voeller ve que yo voy a barrer y pongo el pie, se me tira encima para provocar el contacto y se tira. Hoy, cualquier jugada de ese tipo es penal, por la acción nada más. En aquella época no, cuando vos te tirabas y la pelota cambiaba de dirección, siempre hay un contacto con el muslo y el pie del rival. La impresión que me queda es que había tocado la pelota y barrido el pie de él. Quedamos de espaldas a Codesal, él nunca puede ver si toco o no la pelota. El que lo podía ver mejor era el juez de línea".
Ante lo irreversible, las sensaciones: "En ese momento se te viene el mundo abajo, esa es la realidad. Quería llevarme la pelota para que no patearan el penal, agarrarlo del cuello a Codesal, pero ya teníamos uno menos. Protestamos y sacó un par de amarillas".
Y las secuelas que no se disipan inmediatamente: "No fue tan simple de decir bueno, fue penal, ya pasó, se equivocó Codesal. Después de la final querés desaparecer, dormirte y que pasen los días. Esa es la realidad. No fue un episodio fácil de superar. Más allá de que pasaron 30 años, seguís sintiendo una sensación de impotencia, enojo y amargura por la importancia del fallo que estaban cobrando. En el vestuario me sentía como aturdido, abombado, con ganas de desaparecer. Por orden alfabético me había tocado la camiseta N° 17, la desgracia. No lo volví a usar nunca más".
El cruce de Sensini sobre Voeller
Solo Caniggia y Néstor Fabbri eran más jóvenes que Sensini en aquel plantel: "Había campeones del 86, jugadores hechos, de mucha personalidad. Sin ese tipo de gente, después de haber perdido el primer partido contra Camerún, con la expectativa que había, no te levantás. Esa selección no se entregaba nunca. Y Carlos (Bilardo) era muy especial, detallista. Le tengo un gran afecto, en mi carrera fue un punto de referencia importante".
Fue necesario el regreso a la Argentina para empezar a mitigar la decepción: "Nos llevaron a la Casa Rosada y la gente nos recibió como si hubiéramos ganado el Mundial por todo a lo que nos sobrepusimos y las dudas que había dejado la final". A Sensini le quedaban 15 años de carrera por delante y el aprendizaje de convivir con un maldito penal.
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