Hacia cualquier dirección que se mirara, en aquella concentración había caos. Las turbulentas horas antes de la final contra Alemania son apenas una prueba de ello. Entre lesionados y suspendidos, la selección argentina campeona del mundo en México 86 ya no ganaba partidos por imponer su superioridad. Ahora, en Italia 90, se mantenía viva por conceptos que solo se explican desde el amor propio, la cohesión grupal, la inocultable jerarquía de varios futbolistas y alguna que otra jugada milagrosa.
Diego Maradona, limitado por sus tobillos maltrechos, y sus compañeros, estaban lejos del rendimiento que los había llevado a la gloria. El capitán argentino eligió, entonces, la peligrosa estrategia de jugar fuera de la cancha, para encontrar allí la rabia que potenciara lo que la selección ya no podía sostener futbolísticamente.
Organizó su propia guerra. La semifinal con Italia se jugó en Napoles, una ciudad que aún hoy, 30 años después, lo tiene como su máximo ídolo. "Ahora que Italia juega acá consideran a los napolitanos italianos, pero ¿el resto del año?", declaró.
El objetivo de quebrar a un país en dos para encontrar apoyo fue un arma de doble filo. Funcionó en Napoles... "Ya habíamos jugado contra Unión Soviética en el San Paolo. En las ventanas de los edificios y de las casas colgaban banderas italianas. Pero cuando volvimos para la semifinal, los napolitanos las habían sacado por respeto a Diego. Increíble", dice hoy Julio Olarticoechea."Después, el partido fue épico. Sacamos del Mundial al favorito. Fue un golpe durísimo para ellos", agrega.
La final era en el Olímpico de Roma, el 8 de julio. Además, la Argentina había elegido Trigoria como lugar de concentración, el predio del conjunto romano. Los problemas más graves ocurrieron en la noche del jueves 5. Camarógrafos de la red O'Globo, de Brasil, filmaron un tumulto en la puerta de la concentración. Se veía a Maradona agredir a un encargado de seguridad. Maradona explicó lo ocurrido: "Fue una provocación. Mi hermano (N. de la R.: Raúl, más conocido como Lalo) me pidió salir a dar una vuelta en la Ferrari T-40 y el que estaba en la puerta lo vendió, porque sabía que no tenía registro. Después le fui a pedir explicaciones y me insultó. Bueno, ya todos saben lo que pasó. Prefiero no hablar del tema, que ya quedó solucionado con el pago de la multa". Dino Viola, presidente de Roma, defendió a los empleados de Trigoria. Y amenazó con demandar a Maradona después de la final.
El embajador argentino en Roma, Carlos Ruckauf, salió al cruce y advirtió: "Maradona tiene inmunidad diplomática, por haber sido designado embajador deportivo". Así era. Unos días antes, Diego Maradona había recibido el nuevo pasaporte. En la ceremonia estuvo el presidente de la Nación, Carlos Menem.
A la mañana siguiente hubo un nuevo conflicto: "Bilardo nos despertó con golpes en las puertas en cada habitación para mostrarnos lo que había pasado", recordó hace algunos años Goycochea. Y lo que había pasado era que el entrenador argentino llevaba en sus manos era una bandera argentina tajeada.
En el ingreso a Trigoria había tres mástiles. En uno estaba la bandera del club Roma, en el otro la de Italia y, en el centro, la bandera de la Argentina, ubicada allí a modo de bienvenida. Bilardo les dijo a los futbolistas que los italianos habían destrozado la bandera argentina. "Nos volvimos locos, era el condimento para motivarnos, nos queríamos comer crudos a todos", explicó Goycochea.
Enseguida comenzaron las sospechas de que los argentinos habían cortado la bandera para buscar motivación. "Algunos dicen que fue una treta de Carlos -recuerda Olarticoechea entre sonrisas-. Pero la motivación nuestra era otra. Bilardo nos pasaba videos de cómo estaba la Argentina, cómo salía la gente a la calle después de nuestros partidos". Gabriel Calderón, prefiere no darle importancia: "No recuerdo eso. Escuché comentarios, diferentes cosas, pero no necesitábamos que nos mostraran ni nos dijeran nada".
Maradona asumió el mensaje de Bilardo de manera pública. "Lo de la bandera es una vergüenza, no lo voy a perdonar nunca. El que lo hizo es un ignorante que puso en dificultades a todos los buenos italianos. Lo vamos a tener en cuenta para poner todo lo que tenemos en la final. Creía que nos iban a respetar más. Esto va más allá del fútbol. Nunca creí que hubiera gente que nos quisiera hacer tanto daño. Me duele porque tengo contrato por tres años con Napoli y va a ser muy duro".
–¿Creés que es algo en tu contra?
–Si es contra mí, no sé qué tiene que ver la bandera argentina. A mí me tratan de antipático y me dicen de todo, pero eso no me importa. Lo que me interesa es que me quiera mi madre, mi mujer y mis hijas.
–¿Bilardo dijo que fue una equivocación elegir Trigoria?
–Sí. Nunca debimos estar acá. Tuvimos problemas desde el primer día. No puede ser que el presidente de Roma (Dino Viola), venga a revisar si rompimos vasos, si están todas las sillas… Piensa que somos indios y que nos sentamos en el suelo. Desde hace tiempo venimos peleando por la comida, por esto, por lo otro…
La Argentina iba a ser visitante como nunca antes en esa definición con Alemania. Todo pareció una estrategia de victimización. Olarticoechea cree que no los afectó: "Diego bancaba todo, no afectaba al grupo. Al contrario: cuando silbaban el himno, nos daba bronca y nos potenciaba". Pero el grupo llegó agotado, rodeado de problemas dentro y fuera de la cancha. "Si el árbitro [N. de la R.: el uruguayo Edgardo Codesal] nos cobraba un penal que me hicieron a mí antes del que cobró, podíamos haber ganado", explica Calderón. "Llegamos muy mermados. Diego tenía el tobillo hinchado, le costaba caminar. Burruchaga, también, lesionado. Ruggeri tuvo que salir en la final. Estaba con pubialgia. Yo compartía habitación con él y lo tenía que ayudar para levantarse de la cama. Encima estaban suspendidos Caniggia, Batista, Giusti, el Vasco Olarticoechea... Se juntó todo".
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