No tenía paz Bilardo. Ni siquiera luego de consagrarse campeón en México 86 y tras llegar a otra final en Italia 90. Se sentía cuestionado y con la necesidad de dar explicaciones cada vez que alguien encendía un micrófono cerca suyo. Esa es la primera sensación que se desprende de su columna en LA NACION del 8 de julio de 1990, el día de la definición contra Alemania.
"Hoy dirigiré mi último partido en la selección. Me voy tranquilo, sin rencor. Inclusive a los que hicieron de la crítica hacia mí una diversión. Fueron ocho años de lucha", comienza aquel texto escrito desde la concentración de Trigoria. A horas de dirigir su segunda final de la Copa del Mundo, su primer pensamiento estuvo dirigido a sus detractores. Nada simboliza más la conducta del técnico por esos tiempos, en estado de alerta permanente.
Recordó, también, las dificultades para realizar un trabajo profundo, otro tema que lo perturbaba. "Intenté, en un fútbol con gente que emigra cada hora, recomponer el plantel. Y algo supongo que se habrá conseguido si estamos nuevamente en un encuentro decisivo", describió.
El mensaje apuntaba a que la Argentina tenía a 14 de sus 22 futbolistas en el exterior y las posibilidades de entrenamientos eran limitadas. No existía el sistema de eliminatorias y ventanas internacionales actual, que permite que los seleccionados se reúnan varias veces por año. Entre el título de México 86 y el debut ante Camerún en Italia 90, la selección de Bilardo jugó 32 partidos en cuatro años. En tanto desde la final con Alemania en Brasil 2014 y hasta el debut en Rusia 2018 con Islandia, la selección jugó 48 encuentros. La falta de trabajo para un DT obsesivo como Bilardo era un problema. Paradójicamente, había quienes acusaban a Bilardo de boicotear el armado de amistosos. Es que el equipo tenía un rendimiento tan flojo que las derrotas lo dejaban en posiciones inestables y mellaban la confianza.
Una prueba de las pobres performances fue el récord negativo que se estableció entre julio de 1989 y marzo de 1990, cuando el equipo estuvo siete partidos sin meter un gol.
El análisis de Carlos Bilardo sobre la final
Sobre la final, Bilardo tenía una mirada realista. Sabía que no tenía las mismas posibilidades que cuatro años antes. Analizó a Alemania: "El líbero y los stoppers no son muy seguros de abajo. Cuando le tocan la pelota son pesados y superables. Eso sí, nuestros defensores tendrán que estar atentos mil por mil. El peso ofensivo de Völler y Klinsmann es muy grande". La Argentina no iba a atacar lo suficiente a los alemanes como para probar si su rival era endeble, pero la final se definiría por ese penal de Sensini a Völler para el triunfo por 1 a 0 de los europeos.
Además, agregó: "A Alemania lo conozco de memoria. Conozco todos sus movimientos. Si eso bastase para ganar ya estaría dando la vuelta olímpica. Pero son los jugadores los que producen el desequilibrio. En estas circunstancias anormales hay que tener paciencia"
¿Cuáles eran las circunstancias anormales? La selección perdió a Pumpido por la fractura en el segundo partido. Y para la final se sumaron las bajas de Giusti, Batista, Caniggia y Olarticoechea, por acumulación de amarillas. Además, estaban heridos Ruggeri, que debió dejar el partido final en el entretiempo, y Maradona, que jugó toda la final pese a las lesiones en ambos tobillos.
Para los hinchas argentinos la ausencia que preocupaba era la de Caniggia, la única alternativa ofensiva de jerarquía para acompañar a Maradona. Bilardo ni lo mencionó. Sufría por otras cosas. "Será fundamental el mediocampo", decía. "Damos muchas ventajas. Se los dije a los muchachos. Vamos a tener que reemplazar a hombres como Giusti u Olarticoechea en esa zona".
El equipo tenía remiendos por todos lados, pero Bilardo no se rendía. "Si alguien me dice que el segundo puesto sería satisfactorio, lo saco a patadas. ¿Cómo puede alguien creer que habiendo llegado donde llegamos, luego de haber sufrido tanto, no vamos a pelear como fieras por el título?".
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