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Independiente se complica: un empate con sabor a poco ante Gimnasia, sin alegrías en el regreso de sus hinchas a Avellaneda
El Rojo empató 1-1, quedó muy lejos de la pelea por el campeonato y también en la tabla anual para entrar en la Copa Libertadores
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La irregularidad, que no es patrimonio exclusivo de nadie en el fútbol argentino, torna imprevisible cualquier partido, al margen de las circunstancias que puedan rodearlo. Volvió el público a la cancha de Independiente, pero el equipo no le regaló una actuación convincente. Apenas rescató un opaco 1 a 1 frente a Gimnasia que no solo cancela de manera definitiva sus opciones de pelear el título en el torneo, sino que también complica sus aspiraciones de clasificación para la Libertadores 2022.
La camiseta nueva, con mangas y pantalones blancos al estilo del Arsenal londinense, y el escudo rodeado por las 18 estrellas de otros tantos títulos internacionales. Los reencuentros de los hinchas con los compañeros de tribuna después de 582 días de obligada abstinencia y la caída de alguna que otra lágrima emocionada. Un aforo permitido de 24.000 personas cubierto desde bien temprano que obligó a cerrar las puertas varios minutos antes del arranque del encuentro. La notable ausencia de la barra y las banderas, doce días después del violento enfrentamiento entre dos facciones en las calles de Avellaneda. Y el runrún preelectoral que empieza a ganar espacio en las charlas entre socios antes de que empiece a rodar la pelota.
Estaba tan llena de decoración externa la previa en el Libertadores de América que, contra todo pronóstico, terminó por vaciar de decoración futbolística prácticamente todo el resto de la jornada.
Ni la energía que transmitían los cantos de la gente, ni el antecedente inmediato de los muy buenos 45 iniciales que el Rojo brindó una semana atrás en el Amalfitani le inyectaron dinámica e imaginación a Independiente. Ni Domingo Blanco ni Alan Soñora hicieron pie en todo el partido, se vio retenido más de lo habitual Fabricio Bustos debido a la peligrosa presencia del veloz Johan Carbonero, perdió más de las que ganó en la gambeta Alan Velasco y la pelota nunca “le corrió” con fluidez al equipo de Julio César Falcioni.
Tampoco por el lado de Gimnasia abundaron las ideas, más allá de que algunas apariciones esporádicas de Brahian Alemán o el Pulga Luis Miguel Rodríguez le dieran algo más de sentido al juego visitante, y los desmarques de Rodrigo Holgado denotaran la falta de ritmo competitivo de Joaquín Laso, que tras superar lesiones e inhibiciones de la FIFA por fin pudo debutar en el Rojo.
Con semejantes ingredientes fue imposible engrasar un partido digerible. Trabado en el medio, preso de las imprecisiones, las faltas permanentes y las quejas de los técnicos después de cada roce (Pipo Gorosito pidió con vehemencia un penal por agarrón de Sergio Barreto a Maxi Coronel, que Germán Delfino entendió mutuo) diseñaron 90 minutos gobernados más por la ofuscación más que la emoción.
Las reacciones de la gente resultaron suficientes para explicar el partido. La poca respuesta que llegaba desde el césped fue apagando lentamente la fiesta inicial. A medida que nada ocurría en las inmediaciones del arco de Rodrigo Rey, y como en tiempos prepandémicos, incluso llegó a asomar tímidamente algún grito apelando a la carga de testosterona de los jugadores.
El resquemor subió de intensidad cuando a los 44 una pisada de Alemán hizo pasar de largo a Lucas Romero y la cortada exacta dejó a Carbonero mano a mano con Sebastián Sosa, que le ofreció todo el arco para que pusiera el 1 a 0. Era fácil adivinar una despedida poco apacible para el local, pero en la última jugada de la etapa, Independiente enhebró la primera (y casi única) acción criteriosa de la jornada: la llevó desde atrás con paciencia el Rojo hasta que combinaron Lucas Romero, Braian Martínez, Silvio Romero y Bustos. El lateral despachó el centro desde la derecha, el goleador del Rey de Copas controló y la puso junto al palo derecho para calmar la inquietud.
El descanso trajo muy pocas novedades. No logró alterar Falcioni el ritmo descoordinado de Independiente con los ingresos de Lucas González y Rodrigo Márquez, encontró escasa compañía el zurdo Alemán, el más lúcido de todos, y empujó la gente intentando mantener la alegría del reencuentro con los suyos pese a la pobreza futbolística.
Un cabezazo de Barreto a los 33 a la salida de un córner salvado también de cabeza por Cecchini pudo darle el triunfo al Rojo. No hubiese sido del todo justo. En definitiva, lo único que se salvó de la chatura fue ver otra vez las gradas colmadas.
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