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Independiente-River: el millonario ganó el clásico con un doblete de Rafael Borré y es puntero de la Superliga
Puede ganar, empatar o perder. Pude jugar bien, regular o mal. Pero si hay algo que River siempre demuestra es la mentalidad competitiva para responder en los momentos culmines. La tarde noche de ayer en Avellaneda fue una nueva confirmación de que el equipo de Marcelo Gallardo sostiene el convencimiento y no pierde el hambre de gloria: venció 2-1 a Independiente y alcanzó la cima de la Superliga con un doblete de Rafael Borré en una trabajosa victoria en la que el carácter fue un baluarte fundamental.
Lejos estuvo de brillar o de mostrar su mejor versión, pero River salió al campo de juego decidido y seguro para buscar el triunfo que le permitiera compartir la línea de 30 puntos en lo más alto de la tabla de posiciones con Argentinos Juniors. Y lo logró con sus armas de siempre: manejó la pelota, asumió el protagonismo, apostó por la movilidad constante y las conexiones directas, se basó en la proyección constante de Gonzalo Montiel y Milton Casco como laterales volantes, batalló en el mediocampo cuando debía y golpeó en los momentos justos con un intratable Borré, quien suma 10 goles como goleador del torneo.
Aunque mantiene una línea de trabajo y de juego indeleble, en el laboratorio del Muñeco siempre hay lugar para un nuevo experimento. Contar con suficientes variantes para brindar soluciones es fundamental en su trabajo diario. Ayer llegó diezmado para jugar el clásico y el equipo fue una incógnita hasta media hora antes del inicio. Y el DT sorprendió con la elección de un esquema 3-4-1-2 con tres defensores centrales y dos laterales adelantados que oficiaron de volantes.
Sin refuerzos, River jugó su primer partido sin Exequiel Palacios y tuvo tres bajas momentáneas de peso: Lucas Martínez Quarta y Nicolás De La Cruz por suspensiones y Juan Fernando Quintero por un síndrome gastrointestinal. Si no las sintió en demasía se debe a la facilidad que tiene para adaptarse a las diferentes circunstancias. "Podemos variar los sistemas de juego, pero nuestra idea no va a cambiar: vamos a salir a buscar y asumir el protagonismo". Así lo explicó el propio Gallardo días atrás.
Más allá de eso, las individualidades también aparecen para rescatarlo en los momentos cruciales: a los seis minutos, Franco Armani le ahogó el festejo desde el piso y con el pie derecho a Leandro Fernández para mantener el 0-0 en un partido que hasta ese entonces no tenía un rumbo definido. Desde esa acción, la historia se comenzó a inclinar para que el millonario pueda romper rachas negativas: volvió a ganar su primer partido del año después de tres años; venció y le marcó por primera vez al Rojo de visitante en el ciclo Gallardo (sumaba tres caídas y un empate); y es líder del torneo local por primera vez desde septiembre de 2017.
Únicamente en los primeros 15 minutos del segundo tiempo pareció estar en riesgo el juego. River regresó muy pasivo del entretiempo y le otorgó a Independiente la posibilidad de empatar un partido en el que no generaba peligro por sus desconexiones continuas en medio de una histeria generalizada de sus hinchas. El 1-1 de Silvio Romero al minuto del complemento le dio vida: con mucho empuje y coraje, exigió en varias oportunidades a un seguro Armani. Hasta que la expulsión de Alexander Barboza por doble amonestación frenó el envión.
Con un jugador más, Gallardo dispuso los ingresos de Cristian Ferreira e Ignacio Scocco por Leonardo Ponzio y Matías Suárez para buscar más vértigo. Y una vez más, su equipo volvió a sorprender con sus variantes constantes: Paulo Díaz apareció como un volante más y asistió con un pase sensacional a Borré para que el colombiano marque un doblete y sentencie el 2-1. Así juega River. Un engranaje colectivo en el que todos participan en ataque y en defensa.
Los jugadores millonarios se retiraron del campo de juego a puro aplausos y abrazos. No hubo un festejo desmedido, pero la sensación colectiva que envolvía al mundo River era que anoche se jugaba la primera final de un inicio de 2020 que tiene un deseo exclusivo: poder conquistar la adeudada Superliga. Habrá variantes en el sistema, cambiarán los jugadores y los contextos serán diferentes, pero el equipo de Gallardo parece siempre tener nuevas respuestas para ofrecer.
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