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Independiente-Lanús: un empate que dejó una sonrisa para el Granate y silbidos para el Rojo
No hay paz para el Independiente 2019. Ni siquiera cuando toma una ventaja de dos tantos en el primer suspiro del segundo tiempo. Silvio Romero marcó un golazo antes del primer minuto del complemento, puso 2-0 y al Rojo se le apagaron las luces. Lanús acabó igualando el encuentro y si no lo ganó fue porque no supo acertar con el remate decisivo ante un rival que vivió un largo cuarto de hora en estado de nocaut de pie.
Había celebrado Sebastián Beccecece la llegada del parate de quince días luego del tropiezo en Paraná, porque era un tiempo que dijo necesitar para entrenar y afianzar los conceptos que pretende ponga en práctica su equipo. La realidad le pegó un nuevo cachetazo. No en forma de derrota pero sí en en cuanto al rendimiento y, sobre todo, con el sonido de una estruendosa silbatina para despedir al equipo. Un coro de chiflidos como hacía mucho no se oía en la vereda roja de Avellaneda.
Las cuestiones teóricas que se enseñan en videos y pizarrones solo valen cuando se condicen con la ejecución a partir del momento en que se levanta el telón. Si no, resultan puro papel mojado. El técnico del Rey de Copas asegura tener firmes sus convicciones y saber cómo transmitirlas, pero hay algo que no funciona en la sala de máquinas y otra vez fue imposible disimularlo.
Lanús fue un adversario condescendiente. Se contentó con no pasar apuros y mover la pelota tan lejos del arco propio como del que tenía enfrente durante el primer tiempo. No tuvo que esforzarse en exceso para conseguirlo. Las imprecisiones de Independiente en los pases, la enorme distancia entre los que arrancaban desde atrás en la salida y el resto de sus compañeros, la inoperancia de Blanco y Palacios por afuera le facilitaron las cosas al Granate.
Solo una suma de casualidades en una acción aislada que Silva armó por izquierda y Silvio Romero desvió con suavidad en el centro hizo que la chapa mostrara un 1-0 para el local cuando se fueron a los vestuarios. El juego enseñó los mismos altibajos de encuentros anteriores.
Maneja el Rojo ciertos conceptos que guardan relación con la salida elaborada, los pases largos y cruzados de los centrales para romper líneas cuando el rival achica alto, el compromiso para morder bien arriba, la intención del centrodelantero de tirarse atrás y participar en el circuito. Pero esta suma de movimientos no alcanza a concretarse ni en dominio ni en gestación de acciones de riesgo ni en control de la situación.
Independiente da la sensación de ser en todo momento un equipo expuesto y de mandíbula frágil. Lanús tiró dos veces el balón dentro del área de Campaña sin mayores intenciones y el fondo local fue un mar de dudas. Cuando en el envión final se propuso hacerlo con más continuidad encontró ventajas de todos los colores y si no se llevó el triunfo fue porque el arquero uruguayo, muy flojo hasta ese momento, tapó dos ocasiones claras a Moreno y Sand.
No resulta fácil discernir dónde comienzan los problemas para el conjunto de Beccacece. El público le apuntó a Alexander Barboza, de flojísima actuación y, de modo indirecto, al propio entrenador, que
insistió en su contratación y lo mantiene en la titularidad pese a su evidente falta de solidez. Es solo una de las puntas del ovillo para explicar el andar bamboleante de un equipo cuya actualidad está a años luz de sus aspiraciones. Porque las fallas abarcan todas las líneas, poniendo en discusión el propio diseño de la idea. Carece Independiente de fluidez en el traslado, de creatividad en tres cuartos de cancha y tampoco le sobra potencia en la definición. La lógica indica que el resultado final no puede ser satisfactorio.
Lanús le planteó un 4-3-3 en espejo al Rojo y lo fue anulando con el simple expediente del agrupamiento defensivo, el cierre de las bandas y el despliegue de los volantes en el ida y vuelta. Después que Valenti y Sand igualaran el marcador en un abrir y cerrar de ojos, y en ambos casos en acciones de balón parado, directamente se hizo dueño del partido hasta el punto de marcharse lamentando el empate.
En ese contexto, ni Beccacece ni los jugadores abundaron en respuestas. Nada se modificó desde la banda, nada ocurrió en el césped. Solo el crecimiento de un nerviosismo que comienza a resultar pernicioso y convertirse en ansiedad.
Pasaron los quince días para afianzar conceptos y todo sigue igual en un Independiente que pinta feo. Lanús fue un rival magnánimo que no se atrevió a pegar el golpe definitivo para mandarlo a la lona. Los hinchas se marcharon con la sensación de que no siempre le pasará lo mismo
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