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Independiente-Colón, por la Copa Liga Profesional: las manos de Sosa salvaron una vez más al Rojo
Al final de cada uno de los cuatro partidos de Independiente en esta temporada, los compañeros van a abrazar y felicitar al arquero Sebastián Sosa. El ritual se repite y está plenamente justificado, porque el invicto se sostiene en las atajadas salvadoras de quien ya justificó ampliamente su contratación.
Independiente estuvo perdiendo ante Colón durante más de 75 minutos, lo empataba a los 44 del segundo tiempo con un cabezazo cruzado del lateral Lucas Rodríguez y pareció que se iba derrotado en el descuento con el discutible penal que cobró Trucco por mano de Lucas Romero. Sosa se arrojó sobre su derecha y una vez más le sacó las papas del fuego a Independiente. Despejó el penal de Olivera y después, al ir al rebote, se jugó el cuerpo al tapar la entrada de un rival. La mejor versión de un arquero: seguro y valiente. El león que tiene tatuado en su cráneo rasurado es el símbolo de un equipo que da pelea, pese a sus notorias limitaciones.
"Colón es un rival difícil, en nuestra cancha no podemos perder. Este equipo está en crecimiento. Quizá se resalta lo mío porque me tocó intervenir en jugadas importantes al final de los partidos, pero el equipo está bien, va a ir mejorando", expresó Sosa, que viene del fútbol mexicano y resignó un monto importante en lo económico para adecuarse al magro presupuesto de Independiente.
El resumen del partido
Aun en la eliminación de Atlético Tucumán en la Copa Sudamericana y en el arranque con victoria en Santiago del Estero, se sospechaba que este Independiente va muy justo de recursos y cada partido es un desfile por la cornisa. Cuando ganó, no le sobró nada, y para empatar puede sufrir hasta el último segundo. Por ahora está evitando el duro golpe de una derrota, pero no se puede descuidar porque es una amenaza latente.
La confianza de un par de resultados positivos es relativa cuando no hay un trasfondo futbolístico, una estructura colectiva consolidada, individualidades que acudan al rescate o un director técnico con el debido respaldo. Independiente no puede presumir de ninguna de esas virtudes.
La palabra de Sosa
Los partidos de Independiente venían dejando una incógnita: ¿qué pasaría cuando Sosa no fuera la figura, cuando su elasticidad y reflejos no llegaran a evitar lo que parecía un gol rival? Esa posibilidad parecía hacerse realidad sin que el ataque de Colón fuera un asedio. A los 13 minutos, Chancalay ejecutó un córner alto y bombeado, con una parábola que quedó fuera del alcance del arquero uruguayo. En el segundo palo, Morelo definió tras desprenderse de la marca de Lucas Romero.
La desventaja expuso a Independiente a hacer lo que más le cuesta: crear juego, ser profundo. Y a Colón le quedó la parte del plan que le calza como un guante: esperar, achicar espacios en campo propio y acelerar con algún contraataque. Al Rojo, el control de la pelota se le hizo ocioso, improductivo, acusó la falta de ideas.
Lucas Pusineri tiene a futbolistas en diferentes sintonías. El doble pivote lo forman un Lucas Romero demasiado atropellado y un Pablo Hernández de toque cansino, ordenado, pero sin sorpresa. La salida desde atrás de Independiente no era limpia y la persiana se le bajaba definitivamente cuando pisaba los últimos 30 metros, ahí donde Roa no entendía ni él mismo lo que quería hacer, el juvenil Velasco intentaba ser explosivo y Silvio Romero era un navegante solitario entre los zagueros centrales visitantes.
Colón estuvo firme y concentrado. Con ese le alcanzaba para controlar a un Independiente que exponía un nervioso creciente en los apuros de Bustos, que en más de una ocasión se superponía con Blanco por el flanco derecho.
Con algún centro cruzado, el Sabalero descubría la falta de sincronización entre Franco y Barboza. El fútbol rudimentario en la cancha y la falta de ambiente en las tribunas rebajaron el partido a una categoría muy chata, casi desprovista de atractivos
Desde el temprano 1-0, el encuentro tuvo un guion repetido, entre la impotencia local y la solidez sin asumir riesgos de Colón. Pusineri mandó una tanda de tres cambios, con los ingresos de Lucas González, Soñora y Federico Martínez; después sumó otro delantero con Messiniti. Más que una búsqueda de variantes, fue una demostración de lo plano que es el plantel.
El tedio se rompió en el final con una ráfaga de emociones. Silvio Romero definió sin convicción a las manos de Burián y la chance del empate parecía esfumarse definitivamente. Lucas Rodríguez sacó petróleo al conectar de cabeza un centro alto y llovido desde la derecha. El 1-1 ya no se modificaría, pero sí tendría el agregado que anima y estimula la actualidad de Independiente: las manos salvadoras de Sosa.
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