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Independiente, aún lleno de cicatrices, levantó la guardia ante un Racing muy híbrido
El empate en el clásico le sentó mejor al Rojo, que sigue sin ganar, pero mostró orgullo y temple en la adversidad, además de sentirse perjudicado por el discutible penal que cobró Falcon Pérez
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Con solo dos prácticas es muy complejo mejorar a un equipo de fútbol, y más a este Independiente, con las deficiencias que arrastra. Al Ruso Zielinski no se le podía pedir un milagro futbolístico, solo estaba en condiciones de levantarle el ánimo al plantel, de crearle una burbuja para aislarlo del proceso degradante que el club viene viviendo, dentro y fuera de la cancha.
El clásico ante Racing le exigía a Independiente dar la cara, demostrar que todavía tiene de dónde agarrarse para no seguir cayendo escaleras abajo. Orgullo y temple no le faltaron para irse con un empate 1-1 que frena el derrumbe, con margen para sentirse víctima de un perjuicio por el penal que Yael Falcón Pérez cobró para Racing (una falta afuera del área que no mereció intervención de Darío Herrera desde el VAR).
Como en la previa de casi todo clásico, en la semana empezó el partido psicológico. Racing hizo trascender su malestar porque Falcón Pérez es empleado de la municipalidad de Lanús que gobierna Néstor Grindetti, presidente provisional de Independiente tras la renuncia de Fabián Doman. Desde el Rojo respondieron que se estaba hilando demasiado fino y viendo fantasmas donde no los había. El supuesto conflicto de intereses tuvo una deriva en la que fue Independiente el indignado con el arbitraje. El capitán Iván Marcone se quejó a viva voz al final del partido.
Si Independiente dio un pasito con el empate por su rebeldía para poner el pecho en la mala, Racing sigue estancado, inexpresivo. Se conforma con poco, desaprovecha parte de su potencial. “Veníamos de dos derrotas, hoy empatamos, nos duele. Nosotros estamos acostumbrados a ganar. Y para volver a ganar hay que trabajar mucho”, reconoció el capitán Leonardo Sigali.
A falta de fútbol, de juego asociado, los escopeteros tomaron la palabra en el primer tiempo. Uno, Cauteruccio, hace años que vive con el arco entre ceja y ceja. El otro, Matías Rojas, es el dueño del mejor remate, por potencia y precisión, de la Liga Profesional. Ellos pusieron la cuota de eficacia en un primer período disputado entre muchos nervios y apuros, con un indisimulable temor a equivocarse, actitud que no hizo más que predisponerlos al error continuo. A un mal pase le seguía una lectura errónea de una jugada.
Independiente puso el corazón para disimular sus limitaciones, que no son pocas ni nuevas. Lo empujó su gente, un estadio cubierto por 45.000 hinchas, la expresión viviente de un club que va con respiración asistida. Racing es más, tiene más, aun cuando le faltó Aníbal Moreno, el pulmón de la zona media, el jugador que quita y releva, la mejor rueda de auxilio. Gago lo sustituyó con el juvenil chileno Avilés, que continuamente se metió como un tercer central, entre Sigali y Piovi, dejándole el eje a Nardoni.
Se peleó por los espacios, casi que no hubo elaboración en la primera etapa. Mucho choque y pelota dividida. Ninguno de los dos equipos era capaz de una larga posesión. Un partido más dependiente de los detalles que de alguna superioridad marcada.
Rojas cargó su zurda en un córner que Rey vio pasar por arriba, con la entrada por el segundo palo de Hauche, cuyo cabezazo fue rechazado sobre la línea por Cauteruccio. A Independiente le faltaba más gobierno en el medio, con el doble pivote entre Marcone y Mulet.
El Rojo crecía por la derecha, con la explosividad un tanto desmañada de Cuero; el colombiano necesitaba socios para hacer buenos sus intentos. Fue Giménez el que se le ofreció para continuar una maniobra y mandar el centro que Cauteruccio controló de pecho fuera del área. Ni Aviles ni Sigali reaccionaron rápidamente para ir a tapar al N° 9, que puso todo su oficio y puntería en el derechazo que entró tras pegar en un palo.
Independiente sacaba máximo rédito de la primera ocasión favorable. Ni siquiera había necesitado meterse en el área. Racing había sido poco propositivo, le tocaba reaccionar. Tenía con qué preocupar a una defensa de Independiente que daba la sensación de jugarse la vida en cada intervención. El Rojo es el conjunto que suma la mayor cantidad de foules en la Liga Profesional.
Rey evitó el empate en un bombazo de Romero dentro del área chica. Después fue Jonathan Gómez el que definió alto tras un centro que había limpiado Romero al dejar pasar la pelota.
Racing llegó a la acción del empate en una jugada que tiene trabajo semanal. Con Sigali abierto casi como lateral, Mura hizo la diagonal para ir a buscar la asistencia desde la izquierda. A Mura lo siguió su marcador asignado, Vallejo, que lo empujó antes de que entrara al área. El lateral cayó adentro y Falcón Pérez cobró penal; no intervino el VAR (Darío Herrera) en una sanción muy fina, al borde de la polémica. El misil de zurda de Rojas puso el 1-1.
Los jugadores de Independiente volvieron en llamas del descanso en el vestuario. Con efecto retrasado le reclamaron a Falcon Pérez por el penal para Racing. El segundo tiempo hizo el desgaste ofensivo, con pocas ideas, y Racing especuló excesivamente, como si la victoria no estuviera entre sus prioridades. Aguantó cerca de su área los embates poco coordinados del local. La rueda de cambios en ambos equipos no modificó sustancialmente el desarrollo.
El cansancio y los nervios hicieron su parte para rebajar un poco más la calidad técnica del clásico. Como si no se diera cuenta, Racing se aleja de la pelea del campeonato, cede terreno, instalado en una hibridez que le afecta la imagen y también a su posición en la tabla. Una actualidad que no le ahorra cuestionamientos a Gago, cuyo relato positivo sobre el momento del equipo y de algunos jugadores empieza a hacer ruido en muchos hinchas, además de no conseguir muchas adhesiones públicas entre los dirigentes.
A Independiente no le dio el repertorio para quebrar a un Racing bien sostenido por Sigali y las coberturas defensivas. El estadio dividió su pronunciamiento final entre los insultos a Falcón Pérez y el aplauso a un equipo al que se le notan las cicatrices, pero que igual levantó la guardia.
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