Ilicic: el gigante esloveno de apellido difícil, que marcó cuatro goles en la sensación Atalanta

Su origen es complejo, porque es una zona de múltiples controversias y rencores. Es un futbolista esloveno, de origen bosniocroata. Es zurdo, mide 1,90 metro, tiene 32 años, le sobra habilidad y marca goles de todos los colores. Sin ir más lejos, acaba de anotar cuatro -los dos primeros, de penal-, en un estadio vacío, una imagen vacía y nostálgica por la gravedad del coronavirus. La cita es en Mestalla, la casa de Valencia. Allí Josip Ilicic grita goles, celebra a lo grande, en silencio, sin hinchas que lo incomodan ni visitantes exultantes. Es la figura del Atalanta de Papu Gómez, que acaba de superar por 4 a 3 a Valencia y se convierte en el asombroso integrante de los cuartos de final de la Champions League.

Nació en Prijedor, que hoy pertenece a Bosnia y Herzegovina y se trasladó a Eslovenia tras la muerte de su padre cuando apenas tenía un año, junto con su madre Ana y su hermano Igor. Nunca quiso jugar en el seleccionado mayor de Croacia, lo que le provocó más de un contratiempo. Tiene la doble nacionalidad por motivos familiares. Se inclinó por jugar con el conjunto esloveno tras haberlo hecho anteriormente en la categoría Sub 21.

Actuó en Palermo, jugó en Fiorentina y hoy brilla en la Atalanta contracultural, que agiganta en goles su estadía. Es el segundo equipo que más tantos convirtió en una liga de Europa. En este caso, 70. Lo supera PSG, con 75, pero ese detalle lo hace aún más grande: en Italia no sobran equipos audaces, tiene una efectividad mayor que Barcelona, con 63 o el Manchester City, con 68. Atalanta está cuarto, con 48 puntos.

Ataca, todo lo que puede. Se defiende bien sólo de vez en cuando. Gian Gasperini es el creador de esta criatura, que se asemeja a aquel Napoli de Sarri, el que volaba sobre el césped, siempre hacia adelante. En el primer encuentro, le ganó a Valencia por 4 a 1. Suma seis victorias en serie y, en esa nómina, le marcó 7 a Lecce.

Ilicic es un jugador que prefiere inclinarse por las bandas, pero que aparece por sorpresa por el centro de ataque. ¿Delantero, mediapunta, extremo? Todo eso. Elegante con la pelota, hábil en los espacios, se entusiasma con la gambeta, como si se tratara de un sudamericano. Asiste, marca en las alturas y se nutre de unas zancadas veloces, expeditivas. Vuela en el contraataque acompañado de Duvan Zapata y Papu, sus pícaros acompañantes de aventuras. Pero no suele sonreír como ellos: es serio hasta cuando pulveriza la red. Una, dos, tres, cuatro veces. Y juega con la camiseta 72 en la espalda, todo un símbolo de los nuevos tiempos.

El volante esloveno, que también anotó en el primer partido, acumula 17 goles en sus últimos 13 partidos. Otra de las tantas figuras del silencio. Más aún, en un estadio sin público. Una obra maestra sin testigos.

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