Huracán-River: el equipo de Gallardo no se detiene y sueña de la mano del "goleador invisible"

Cae el filoso centro de Fabrizio Angileri al área, roza la pelota Rafael Borré con su cabeza y Matías Suárez logra inflar la red con una acrobática tijera con su pie derecho. Definición de crack para un sutil jugador que aguardó tres meses su festejo. El delantero cordobés cierra su puño, festeja varias veces con su brazo flexionado y se une a un abrazo grupal. Tras 10 partidos sin convertir, Suárez dejó atrás un pequeño estigma, enfiló la victoria de River por 3-1 sobre Huracán y reforzó una máxima: convierta o no, es una pieza fundamental. Quizás no se lleva los flashes más potentes, pero es un delantero completo que juega, convierte, asiste, presiona y marca. El goleador invisible.

Ya sea como segunda punta en los esquemas 3-3-2-2 o 4-3-1-2 o como extremo por la derecha en el 4-3-3 que el técnico Marcelo Gallardo dispuso en Parque Patricios (repitió la formación que jugó ante Nacional por Copa Libertadores), el delantero de 32 años le aporta a River jerarquía, talento, voluntad y sacrificio. Es uno de esos clásicos "jugadores de equipo" que el Muñeco siempre quiere tener. Alguna vez ese rol fue de Lucas Pratto en 2018. Hoy es de Matías Suárez.

Lo mejor del partido

Con su festejo frente al Globo a los 27 minutos de la primera parte, el cordobés dejó atrás la sequía que acumulaba desde el 22 de septiembre en el 6-0 sobre Binacional por Libertadores y alimentó una estadística que refleja su rol en el equipo: lleva 18 goles y 17 asistencias en los 62 partidos que disputó desde enero de 2019. Es decir, participó en 35 goles (más de uno cada dos juegos) y se consolidó con categoría en el equipo. Marca y asiste por igual, como demostró el jueves pasado al aportar tres asistencias en el 6-2 frente a Nacional.

En la noche en Parque Patricios, no solo allanó el camino de River para conseguir el primer triunfo en la Zona A de la Fase Campeón de la Copa Diego Maradona (tiene 4 puntos como Boca y Argentinos Juniors, pero es líder por diferencia de gol), sino que también desplegó gran parte del repertorio que lo transforma en un jugador complementario y fundamental.

Ubicado como extremo derecho en el 4-3-3 inicial y transformándose en un clásico segundo punta cuando el equipo varió su sistema al 4-3-1-2 con el ingreso de Julián Álvarez, Suárez es una opción de pase constante para sus compañeros, ya sea con diagonales buscando el pase en profundidad o retrasándose para cumplir la función de pivote para aguantar y descargar. Con visión y claridad para jugar y un nivel de control del balón que es de lo mejor del fútbol argentino, persigue sin cesar a los defensores para tapar la salida, hace la banda como un carrilero si la jugada lo amerita y se asocia muy bien con sus compañeros.

Cuando firmó con River, definió su llegada como el "desafío más grande" de toda su carrera. Hoy, consolidado y con el renovado deseo de la Copa Libertadores por delante, después de la desilusión en 2019, el cordobés se siente cómodo, disfruta su momento y entiende su lugar. "A los volantes ofensivos o delanteros por ahí nos cuesta más ese regreso y a mí Marcelo, desde que llegó, me lo inculcó. Cuando perdemos la pelota, corremos para recuperarla ahí adelante. Nunca me pasó de creer tanto en un entrenador", explicó hace unas semanas.

Más allá del rol de Suárez, River también tuvo otra figura clave: Nicolás De La Cruz. Con dos goles y un rendimiento sostenido a lo largo de los 90 minutos, el explosivo uruguayo se consolida también como otra de las cartas decisivas en el ataque millonario. A pura potencia y desequilibrio, sus asociaciones con Jorge Carrascal y Fabrizio Angileri fueron un arma fundamental para sellar el resultado.

En líneas generales y a pesar de algunas desatenciones defensivas, la noche tuvo tintes de lucimiento para un River que sueña con pelear ambos torneos a la par. El gol de Andrés Chávez, de penal, a falta de 25 minutos para el cierre, no hizo tambalear el resultado. Con sapiencia y tranquilidad, el equipo de Gallardo no para de sumar: tiene 19 triunfos, cinco empates y dos caídas en el 2020. Y se aferra a su jerarquía de sus jugadores y a su engranaje colectivo para soñar a lo grande.

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