Independiente, el triunfo y nada más: volvió a ganar y sigue cerca, pero otra vez le faltó brillo

Independiente volvió a sonreír después de dos jornadas, a sumar tres puntos y a prenderse nuevamente entre los de arriba. Lo hizo gracias a un 1-0 frente a un muy pobre Huracán, un triunfo logrado sin ningún brillo, con un gol de rebote marcado por Soñora y un nivel de juego que fue decreciendo a medida que pasaban los minutos, y mantiene abiertas las discusiones sobre el auténtico nivel del equipo.

A Julio César Falcioni, definitivamente, no parece convencerle la idea de que su equipo tenga la pelota más tiempo que el rival, que progrese juntando pases por abajo y por dentro, para ir sumando piezas que puedan invadir el área de enfrente. La ausencia de Andrés Roa, lesionado, le daba la opción de intentarlo, incorporando un cuarto volante. Sin embargo, eligió la velocidad de Braian Martínez por afuera, buscando recuperar la labor que hacía Sebastián Palacios antes de su marcha al fútbol griego (más eficiente en el retroceso que en el aspecto creativo) y apostando por los pases largos y cruzados que evitan la mitad de cancha.

La decisión del Emperador solo sirve para avivar el debate. Le sirvió al Rojo el recurso, en el arranque para sacudirse la presión bien arriba que pretendió ejercer Huracán y descubrir ciertas debilidades del fondo local en sus laterales, y en la chapa final. Le impidió, en cambio, adueñarse del juego. Darle continuidad a las ráfagas de dominio que solo pudo ejercer cuando Alan Velasco se tiraba hacia el medio para juntarse con Domingo Blanco, Lucas Romero y, sobre todo, con Alan Soñora, el jugador con más claridad para encontrar huecos en la defensa adversaria y más presencia en zonas de ataque.

La circunstancia le permitió al Globo disimular varias de sus muchas carencias. No se le aprecia al equipo de Frank Kudelka capacidad de elaboración ofensiva, más allá de lo que pueda surgir de la gambeta de Lucas Vera, que se mueve sin compañía aparente, ni en la línea de gestación ni en la zona caliente.

Las diferencias, sutiles pero sensibles a favor de Independiente, dejaron su huella en la libreta de apuntes y en la actividad de los arqueros durante la primera mitad. Marcos Díaz fue haciéndose figura desviándole dos remates desde afuera a Velasco y un tercero a Soñora; un derechazo cruzado abajo a Martínez y un centro venenoso a Fabricio Bustos. Lo venció un rebote en Claudio Yacob, cuando Soñora volvió a probar desde lejos a los 36 y transformó en gol un tiro que no llevaba mayor peligro.

Del otro lado, Sebastián Sosa solo tuvo que exigirse para achicar ante Yacob tras una acción embarullada en el área y, más complicado, para tapar un disparo de Quílez apareciendo a espaldas de todos a los 30.

El segundo tiempo se ocupó de ratificar virtudes y defectos. Se propuso sustituir fútbol por empuje Huracán en busca del empate, a puro centro a medida que descubría las debilidades aéreas del Rojo. Ganó un par de veces el uruguayo Matías Cóccaro sin lograr darle dirección a sus cabezazos; no pudo rematar Lucas Merolla en el área chica a los 30. Pero el Globo nunca tuvo claridad.

Como hizo frente a River hace dos jornadas, dio varios pasos hacia atrás Independiente, desdeñando el control del partido a partir del juego y preocupándose solo de aguantar el 0-1 refugiado en su campo. Así, ni volvió a participar Marcos Díaz ni pasó muchos agobios Sosa, y el partido fue resbalando hacia el final sin emociones ni juego.

Aumentó sus preocupaciones Huracán con un nuevo tropiezo. Celebró el Rojo su vuelta al triunfo, aunque dejó abiertos todos los debates en torno a su juego y su futuro. ¿El fútbol? Bien, gracias.

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