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Historias y confesiones de los árbitros de la histórica serie de Boca-River en 2004
Claudio Martín y Héctor Baldassi hablaron con canchallena.com y recordaron aquellos encuentros; anécdotas y confesiones de los referís argentinos
Junio de 2004. Es de noche. En las tribunas del estadio no queda espacio para un sola persona más. Hay una particularidad: todos visten los mismos colores. En las remeras, en las bufandas, en los buzos. No importa el objeto, la intención es identificarse con su equipo, que a pocos metros, en el verde césped, pone en juego su prestigio ante el rival de toda la vida. En esto no hay ninguna rareza, porque en cada superclásico está en riesgo el qué dirán. También dicen que sobre esos lugares, en las plateas y en las populares, se encuentran "infiltrados", hinchas del otro club que no quisieron perderse esta jornada histórica. Pero existe una persona, acompañada por tres más en su misma situación, al que todos llaman neutral. No defiende ninguna camiseta, sólo intenta que el partido se desarrolle dentro de lo establecido por el reglamento. Se trata del árbitro, el "infiltrado con derecho" o el "invitado con privilegio". Llámelo como mejor crea, pero entienda que goza de un protagonismo que crece con el pasar de los minutos. Peleas, fallos discutibles y protestas. Todo forma parte de una serie que quedará en la historia.
Esta introducción parece una sola historia, aunque lo cierto es que se trata de dos. Tan similares como diferentes. Tan históricas como silenciosas. Y a las que únicamente les separan siete días. A 10 años de aquellos famosos encuentros entre Boca y River por la Copa Libertadores 2004, y a falta de un día para el primer superclásico por las semifinales de la Copa Sudamericana, Claudio Martín -quien impartió justicia en la Bombonera- y Héctor Baldassi -que estuvo en la revancha en el Monumental- hablaron con canchallena.com sobre sus experiencias. Explicaciones y confesiones. Recuerdos y autocrítica. La mirada de los protagonistas de los muchos hablaron y ya nadie nombra.
Hablé con muchos colegas europeos que dijeron que cambiarían cualquier encuentro de Europa por un superclásico
Para romper con cualquier tipo de lógica, las asignaciones para esos encuentros se dieron 15 días antes del inicio de la serie. Al rosarino, que ya había estado en el superclásico de ida de la Libertadores 2000, el tiempo de espera lo cargó de "ansiedad", pese a la "experiencia" que acumulaba. Para el cordobés, en cambio, se trataba de una -según él mismo definió- "prueba bisagra" para su carrera. Eso sí: por aquellos días, la elección de los árbitros no estaba tan mediatizada como ahora. "No había tanta discusión sobre el armado de las ternas o, al menos, no trascendía si un equipo bajaba o pedía por alguno en especial", recuerda Martín, desde su ciudad natal.
La instancia decisiva era un plus extra para estos referís, que, de todas formas, aseguran que los superclásicos siempre son especiales: "Hasta los de verano", coinciden. "Un Boca-River tiene una trascendencia muy especial. Uno quiere tomar todos los partidos de la misma manera, pero este es diferente porque toma mucha preponderancia periodística. Hablé con muchos colegas europeos que dijeron que cambiarían cualquier encuentro de Europa por un superclásico. Uno tuvo la suerte de estar ahí", analiza Baldassi, a los 48 años, lejos del referato y abocado a sus funciones como Diputado Nacional en representación de la provincia de Córdoba.
El Diablo metió la cola
"Gabriel -le dice Claudio Martín a Brazenas, el cuarto árbitro del partido-, sacá al Pato (Abbondanzieri) porque, si no, lo voy a tener que echar". Las palabras del referí sonaban con un entendible pánico. Habían pasado apenas 30 minutos del primer tiempo y los jugadores comenzaron una batalla en la mitad de la cancha, en la Bombonera. Marcelo Gallardo arañó al arquero xeneize. Guillermo Barros Schelotto le pegó una piña al preparador físico millonario. Hubo insultos, empujones y hasta amenazas, al tiempo que los hinchas, colgados del alambrado, amenazaban con empeorar aún más la escena. El equipo arbitral, en inferioridad numérica, era un espectador de lujo. Pero el referí tenía una a su favor.
"Fue un caos. Nosotros éramos sólo cuatro y no podíamos ver todo lo que pasaba. Lo que a mí me salvó es que vi quién tiró el arañazo, que fue Gallardo. Entonces, como ya estaba expulsado, no podía hacer nada más", recuerda Martín. ¿Qué se decían? "No sé, no se escuchaba nada en particular. «¿A quién te comiste?», «ya vas a ver». Esas cosas que suelen decirse en el fútbol argentino, pero que terminan ahí, en la cancha", agrega el ex juez, de 52 años.
Los amontonamientos se producen en el fútbol de la misma manera que se desintegran: en cuestión de segundos. Y así fue. Con la tensión a la orden del día, el partido se volvió a jugar dentro de los parámetros normales, a excepción del número de jugadores: fueron expulsado el actual entrenador de River, Raúl Cascini y, minutos antes de que finalizara el primer tiempo, Ariel Garcé. "Después de los incidentes del primer tiempo, hice todo lo posible para poder enderezar el partido, y se logró. Fijate que el segundo tiempo fue muy tranquilo. Pero el diablo siempre mete la cola y... la metió sobre el final", se lamenta Martín.
La sociedad se queja de todo y ninguno tiene autoridad. Si no la tienen los docentes en la escuela, no lo pueden tener los árbitros del fútbol argentino. Los jugadores critican y se quejan de todo: desde una falta en la mitad de la cancha hasta un penal. Todo.
Claro, se refiere a la última jugada del partido, en la que cobró un tiro libre a favor de Boca en la puerta del área de River. Primero, la queja fue de los jugadores millonarios porque la sanción se ejecutó un minuto y medio después del tiempo adicionado. "La falta que derivó en esa jugada fue 20 segundos antes de que finalice el partido. Se tenía que patear el tiro libre. En un partido normal, con el equipo ganando 1-0, no cobrás la infracción y terminás el partido. Pero en una serie así, donde el equipo que ganaba quería un gol más para ir más cómodo a la revancha, no puedo no cobrarlo. Y si la cobro, el sentido común dice que debe ejecutarse. Insisto: si el partido era normal, no cobro nada, termina 1-0 y se van todos contentos", asegura.
Luego, el reclamo llegó de parte de los xeneizes. Es que el Chacho Coudet detuvo el remate con la mano dentro del área y el árbitro no sancionó penal. "Yo veía la espalda de Coudet, nunca vi la mano en la cancha. Cuando vi la imagen por televisión, me quería matar", reconoce el ex internacional. ¿Pero por qué estaba de espalda si el reglamento dice que debe estar de frente a la jugada? "Me tuve que parar al lado de la barrera. Tenía cinco o seis jugadores amonestados y si alguno se adelantaba, hubiese tenido que echar a otro más. Entonces, me quedé ahí parado para controlar eso", explica.
-¿Te hubiese ayudado mucho el aerosol que se utiliza ahora?
-Nunca tuve problema para acomodar la barrera. A veces veo videos y me doy cuenta que hasta la ubicaba más lejos de lo que marca el reglamento. Pero en ese partido sí, me hubiese ayudado.
Claudio Martín dirigió cinco superclásicos (dos de verano, uno por el torneo local y dos por la Libertadores) y así analiza sus actuaciones: "En general, en todos estuve bien. Pero el del 2004 no es evaluable, fue el más complicado que me tocó". Es que el Diablo metió la cola.
Del borracho xeneize a la hija millonaria
"Ballll… Balll... Balllldassi. Aguuuu… Aguuante Boccca". El hombre está pasado de alcohol. Es la madrugada del 18 de junio y el festejo por la clasificación de Boca a la final de la Copa Libertadores parece haber tenido consecuencias. Quizás ya esté volviendo a su casa. Quizás esté perdido y no sepa hacia dónde ir. O quizás, simplemente, esté en una caravana que parece no tener hora de cierre. Lo cierto es que esta persona, con la camiseta xeneize aferrada a su piel, está en la puerta del edificio donde vive Héctor Baldassi, árbitro del partido que se jugó hace pocas horas, que justo está bajando del auto. Se encuentran. El hincha le agradece, o al menos eso intenta. La Coneja mete la mano en su bolso, saca las dos tarjetas que utilizó en el Monumental y se las regala. Fin del encuentro.
Baldassi entra al edificio. Mientras sube el ascensor, imagina que encontrará a su familia durmiendo, que besará a cada uno y que se irá a descansar. Al abrir la puerta del departamento sólo ve un sobre que dice «Papá» sobre la mesa. Es una carta de su hija, fanática de River, que decidió ir a pasar la noche a lo de una amiga. En el texto, lo felicita por su actuación y asegura estar contenta por él, pero que lamentaba profundamente el triunfo xeneize y otras reclamos, que sólo ellos conocen. El cordobés levanta la vista de la hoja y mira por la ventana. Abajo, tirado sobre la calle y con las cartas entre sus manos, el borracho hincha de Boca duerme con un sonrisa. Las dos caras de la noche. Eso que también vivió Baldassi en la cancha millonaria.
"Siempre lo digo, esa noche escuché el silencio y el grito de gol más significativos en una cancha de fútbol. El silencio fue el gol de Tevez. No se escuchaba nada. Después, a dos minutos del final, marcó el gol Nassutti y el festejo fue desgarrador. En los penales, se escuchaba murmullo", rememora Baldassi, con ese acento tan característico, del otro lado de la línea de teléfono. "Ese partido sí que tuvo mucha trascendencia. En la ida, (Claudio) Martín no había tenido una buena noche, había quedado marcado por varios fallos, y eso me puso la vara muy alta. Se habían quejado mucho. Tenía un compromiso mucho mayor. Fue un gran despliegue en mi carrera. Fue un partido bisagra. Las decisiones que tomé fueron acertadas. Si uno dirige mal uno de eso partidos, es difícil que vuelva a ser asignado. Ese era mi quinto o sexto, y en total dirigí 18", reflexiona Baldassi, que en los últimos meses de su carrera fue elegido para su superclásico número 19, pero un principio de apendicitis lo dejó afuera la mañana del partido.
Más allá del análisis del ex árbitro, ese encuentro también estuvo marcado por incidentes y fallos que provocaron la protesta de ambos clubes. "Ese hombre que no sé cómo se llama me está insultando", gritó Guillermo Barros Schelotto, mientras el banco de suplentes millonario explotaba de ira. Sambueza vio la roja y la protesta se intensificó. El Mellizo logró su cometido: sacar a River del partido, que se quedó con dos hombres menos en cuestión de minutos (un expulsado y un lesionado, sin posibilidad de hacer más cambios).
Les deseo lo mejor a todos los colegas, pero me parece que está faltando formación. Alguien que los aconseje y los ayude en momentos necesarios
"Lo tomé como parte del folklore del fútbol (la expresión de Guillermo). Lo que por ahí no manejé bien fue la expulsión de Sambueza. Estuvo bien expulsado, por exceso verbal hacia el asistente. Pero justo se dio la lesión de Rojas y ese amontonamiento. Si me hubiese sucedido en el 2010, por ejemplo, habría tomado la misma determinación, pero de otra manera. Hubiese esperado un poco más de tiempo, que se tranquilicen las cosas y después le mostraba la roja", cuenta hoy Baldassi.
Otro foco de discusión fue la expulsión de Carlos Tevez. "No lo dudé nunca, me pareció una provocación. Cuando se sacó la remera e hizo la gallinita, salí corriendo y le saqué la roja con total convicción. Al tiempo, Schiavi me dijo que Carlitos siempre festejaba así. Puede ser, pero yo les había pedido que no quería provocaciones y eso me pareció lo de Tevez. Seguramente, lo hizo sin darse cuenta, pero lo hizo. Ahora, cada vez que me cruzo con Carlos me lo recuerda. Hasta me puso un apodo, já", narra.
En 2010, cuando regresó del Mundial Sudáfrica 2010, Baldassi se cruzó con un joven al que su rostro le parecía conocido. No llegaba a reconocerlo, pero juraba que ya lo había visto antes.
-Héctor, vos me regalaste las tarjetas de la semifinal de la Libertadores 2004.
-Ahh, eras vos. ¡Qué pedo tenías, culiao!
-Bueno, de eso mejor no hablemos.
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