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Héctor “Chocolate” Baley: campeón del 78, quiso “hacer todo mal”, fumaba con Kempes y fue el primero en atajar un penal de Maradona
A los 71 años, vive en Córdoba; apasionado de su nieta y de la pesca, sigue en contacto con sus compañeros del Mundial; asistió también a España ’82; triste, bajó 15 kilos cuando se retiró
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CÓRDOBA.– De no ser por su papá, Walter, habría sido corredor de autos o basquetbolista. Héctor “Chocolate” Baley se convirtió en arquero porque fue el único de cuatro hermanos que aceptó darle el gusto al “viejo”, al actuar en ese puesto uno de cada dos partidos del club Puerto Comercial, de Bahía Blanca, que participaba en la Liga del Sur; al otro lo jugaba como delantero. Ese gesto le valió toda su carrera entre los tres palos, dos participaciones en la Copa del Mundo (Argentina 78 y España 82), un Campeonato Nacional en Independiente y cuatro internacionales en Estudiantes de la Plata.
Vive en Córdoba, donde decidió quedarse después de retirarse en Talleres en 1987. Disfruta mucho de su nieta Guadalupe, a quien llama “mi ángel”. “La malcrío. Es muy especial para nosotros, una compañía”, dice para LA NACION. Sus hijos son Ayelén, la mamá de la nena que acaba de cumplir siete años, y Jonathan.
“El nacimiento de Guadalupe me ayudó muchísimo”, afirma, y detalla: “No estaba pasando un buen momento. Dejé de fumar, me operé e hice el reemplazo de rodilla que venía postergando”. A los 71 años, lleva 35 afuera de las canchas. El retiro le “pegó mal”; recuerda que bajó 15 kilos, no salía de su casa, se le caía el pelo.
Apunta que no es fácil dejar la actividad, que les pasó a compañeros como Rubén “Chapa” Suñé y David Comizzo. “David es como un hermano. Cuando vino a Talleres quedó un poco a cargo mío. Cuando se retiró me decía que estaba preparado. Yo le reiteraba que era complicado. Al mes me llamó para decirme «no doy más». Es que no estamos preparados; uno pasa 20 años yendo a la cancha. El fútbol, los compañeros, la gente, los autógrafos, las notas... y un día, no los tenés más. Es duro”.
Entrevista prepartido con Mauro Viale en 1984
Por otro lado, a Chocolate le sobran anécdotas. Ríe mientras las repasa. Desde la insistencia de su papá para que fuera arquero (el periodista Carlos Juvenal solía repetirle “no existís al lado de tu viejo”, en referencia a quien también jugó en ese puesto en la Liga del Sur) hasta el día de 1968 en que lo llamaron para probarse en Estudiantes de La Plata. Fue con un compañero, Juan Carlos Nani; ninguno quería quedarse y acordaron “hacer todo mal”. “Así nos echaban”, justifica. Pero... “Me salieron bien y quedé. Debuté en el ‘70 y después pasé a Colón, de Santa Fe”, repasa.
Sostiene que Ubaldo “Pato” Fillol tiene “mucha” importancia en su vida. “Más allá de que me tuvo en el banco en dos mundiales”, aclara. Los dos debutaron el mismo día en un partido de Colón contra Racing, y Baley fue convocado para la selección argentina porque Fillol, en el ‘75, decidió no ir a Uruguay para jugar un partido de Copa Libertadores por River Plate. “Entonces me citaron a mí. Nunca se me había pasado por la cabeza, pero bueno: la varita mágica a veces te toca”, manifiesta Baley.
En el seleccionado usaba la camiseta número 13 –muchos no la querían– y con Mario Kempes fumaba un cigarrillo antes de cada partido. Del “Matador” habla con cariño y admiración; hace poco estuvieron juntos en Bell Ville, donde se le hizo un homenaje a Kempes. “Sigue siendo el de hace 40 años; humilde, sencillo”, enfatiza. “No tiene el reconocimiento que merece, como Bati”, alude a Gabriel Batistuta, otro icono del fútbol argentino. “Merecen más. Incluso se demoró mucho en ponerle el nombre «Kempes» al estadio de Córdoba”, insiste el bahiense oriundo de Ingeniero White.
Baley vivía a unas cuadras del río, y desde chico la pesca es su pasión. La comparte con el automovilismo. “Veo todo: Fórmula 1, Turismo Carretera, Fórmula 3, Turismo Nacional... Todo”, sintetiza. También disfruta del básquetbol, que jugó de chico y lo “ayudó mucho” para ser arquero. “Saltar, agarrar la pelota con la mano, suman. Varios arqueros lo practicaron, como Carlos Goyén y «Chiquito» Romero”, señala.
Tanto le gusta pescar que, después de que la Argentina le ganara por 6 a 0 a Perú, le pidió a Kempes que gestionara con el DT César Menotti un permiso para ir al Paraná. Estaban concentrados en Rosario. “Nos dejó. A las 10 de la mañana teníamos que estar de vuelta; a las 5 fuimos con Mario, [Daniel] Killer y [Rubén] Pagnanini”. Ahora, una vez por mes, va a San Nicolás con tres amigos para despuntar el hábito.
Recuerda que en España, durante el Mundial, hablaba mucho de pesca con Diego Maradona. “A él le gustaba. Iba a Esquina, Corrientes. Es más: fuimos a comprar un par de riles a El Corte Inglés”.
La historia de Baley con Maradona empezó antes; en el ‘77 se convirtió en el primer arquero en atajarle un penal. Él jugaba por Huracán, y el 10, en Argentinos Juniors. Se tiró a su derecha y rechazó la pelota; en el rebote Maradona pateó de nuevo, pero por arriba del travesaño. Volvieron a cruzarse cuando Chocolate debutó en Talleres y Diego en Boca; el conjunto cordobés perdió por 4 a 1. “Dos de Maradona y dos de [Miguel] Brindisi. Para nosotros marcó «La Pepona» Reinaldi, que es mi hermano gemelo”, bromea.
Algunas atajadas de Baley en Talleres
Con los “muchachos del ‘78″ se mensajea casi a diario en un grupo de Whatsapp; tiene otro con sus excompañeros de Independiente y con los de Colón. “La verdad, tenemos muy buena relación. La pasamos feo con la muerte de Leopoldo Luque; su esposa, Lucía, nos mandaba los partes médicos... Muy triste. También con las muertes de [José Luis] Tata Brown, de [René] Loco Houseman. Hace poco le hicieron dos by pass a [Osvaldo] Ardiles. Estamos muy pendientes, cercanos”, narra.
Ve fútbol. Pero de la Argentina, casi solamente de River Plate. “Me encanta el laburo que hace [Marcelo] Gallardo; lo sigo mucho por sus ideas claras, más allá de que pierda, y por los jugadores excelentes que tiene”, valora. Y cree que el fútbol más competitivo y de más alto nivel es el inglés. “Hablo poco de fútbol. Me gusta hacerlo en los lugares más insólitos, por ahí en un pueblito perdido. A la cancha no voy. Veo tranquilo los partidos en casa”, cuenta.
Baley admite que alguna vez atravesó situaciones incómodas por su color de piel. “Hubo momentos de discriminación, pero a mí me pasó menos porque fui público. Cuando jugaba no tuve problemas. El respeto fue excelente”, revela. Su mamá era rubia de ojos verdes; sus raíces paternas eran de Senegal. El abuelo de su papá llegó por Brasil y fue un buzo que participó en la construcción del puerto de Bahía Blanca. Y allí nació la historia de este arquero que fue, a su modo, campeón mundial de fútbol.
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