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Hakan Sukur, el goleador turco a quien la política obligó al exilio y ahora maneja un Uber en Estados Unidos... y habla de su país
Ídolo en su país, escapó del régimen de Recep Erdogan y desde California analiza la gran performance de su selección en la Eurocopa
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“Los jugadores que están en el exterior no leen los periódicos de Turquía más allá de la primera página, no conocen la actualidad. Merhi [Demiral] pudo haber hecho el gesto para responder a gente que lo hacía en las gradas, o porque alguna vez lo vio en las tribunas. Su imagen sólo le conviene a los poderes fácticos que gobiernan mi país y están protegidos por las grandes potencias internacionales. Es una imagen que le viene bien a la prensa mundial en un momento donde está creciendo la extrema derecha”.
Durante más de media hora, Hakan Sukur habla de política turca en su canal de YouTube, y de la sanción de dos partidos que la UEFA le aplicó a Merih Demiral, el defensor de la selección turca que no podrá jugar frente a Países Bajos en el partido de cuartos de final de la Eurocopa. El motivo es haber saludado con el gesto que distingue a los Lobos Grises, un grupo político ultranacionalista, calificado como terrorista en Alemania, tras la victoria de su equipo ante Austria.
La palabra de Sukur no es una opinión cualquiera. Se trata de una figura que mezcla en sí misma profundos conocimientos sobre ambos temas, fútbol y política. Máximo goleador de la historia del Galatasaray y la selección de Turquía, una vez retirado también fue diputado nacional, y debió huir de su país, perseguido por el régimen que conduce Recep Erdogan, y desde 2015 vive en Palo Alto, un acomodado distrito en la bahía de San Francisco.
Pero nadie hace callar a Sukur, y a través de las redes sociales (140.000 suscriptores en su canal), se mantiene en contacto con quienes lo siguen llamando Kral, “el Rey”. Aquellos que disfrutaron de sus goles y lo convirtieron en ídolo en la década del 90 y hasta los primeros años de los 2000, cuando lo apodaban “El toro del Bósforo”. Comenta fútbol, analiza la participación de quienes defienden sus colores en la Eurocopa, y se ilusiona con llegar todavía más alto en la competición: “Estar en el top 8 ya es un éxito, pero siempre hay que pensar en ir más lejos. Austria le ganó por 3-2 a Países Bajos y nosotros eliminamos a Austria. Nadie gana sus partidos con comodidad y nosotros tenemos motivación, espíritu de lucha y un equipo bien armado, incluso aunque no juguemos con un centrodelantero típico”, dice, quien con su 1,91 metros de altura tuvo en la potencia y los cabezazos sus herramientas favoritas para festejar 386 goles propios en sus 15 años de trayectoria profesional. También habla de política, por supuesto.
La historia de Sukur hubiera sido una más dentro de las que pueden narrarse sobre grandes artilleros contemporáneos. Incluso con algunos hitos destacables, como ser integrante del Galatasaray que en la temporada 1999-2000 conquistó la Copa de la UEFA y la Supercopa europea, primeros y únicos títulos continentales ganados por un club turco; y también del plantel que en el Mundial 2002 llegó hasta semifinales y se quedó finalmente con el tercer puesto. En ese partido, frente a Corea del Sur, estableció además un récord hasta hoy insuperable: fue el autor del gol más rápido en la historia de la Copa del Mundo, marcado apenas 11 segundos después de que la pelota se pusiera en juego. Pero Sukur se sentía comprometido con su sociedad, decidió participar en política y su destino acabó torciéndose.
El gol más rápido en los Mundiales
Diputado por el partido oficialista AK (Justicia y Desarrollo) en 2011, se independizó dos años más tarde, y con ello comenzó a perder el aura de “niño mimado” por el presidente Erdogan. Coincidir con las ideas del clérigo Fethullah Gülen le conducirían al destierro. Gülen, antiguo número dos del máximo mandatario turco, se transformó en su más firme enemigo y en 2016 fue acusado de ser el responsable de un intento de golpe de Estado, y en consecuencia de la muerte de cientos de personas en los disturbios que sucedieron a la sublevación. Amenazado de cárcel y de muerte desde unos meses antes, Sukur escapó de las posteriores persecuciones yéndose con su familia a Estados Unidos. Su padre, en cambio, fue apresado y falleció en prisión.
“Nadie es capaz de explicarme cuál se supone que fue mi papel en aquel golpe. Nunca hice nada ilegal, no soy un traidor ni un terrorista”, sostiene el goleador, pero Erdogan nunca pensó lo mismo. Quien tal vez sea el jugador más importante de la historia del fútbol turco fue “borrado del mapa” en su tierra natal. Se le confiscaron todos sus bienes, su nombre desapareció de los estadios, sus goles dejaron de verse por televisión y si se hace alguna referencia a su persona, se aclara que es un “miembro fugitivo de FETO (Fethullah Gülen Terrorist Organization).
Los mejores goles de Hakan Sukur
En California, Sukur reinició su vida instalando una pastelería y confitería que fue calificada por quienes habían saboreado sus salchichas turcas y sus panqueques al estilo griego como “el mejor lugar para comer con los amigos en toda el área de la Bahía de San Francisco”. Pero debió cerrarla mucho antes de lo previsto. “Venía gente extraña, me sentía amenazado”, confesó en su momento. Entonces apuntó su coche de alta gama en Uber y se transformó en chofer de los habitantes adinerados de Palo Alto.
Pero al mismo tiempo comenzó a transmitir sus conocimientos futbolísticos a los niños californianos en distintas entidades deportivas y educativas, porque el fútbol es la gran pasión que se resiste a abandonar. A los chicos les transmite las enseñanzas que fue adquiriendo a su paso por Bursaspor, Galatasaray (en tres etapas diferentes), Torino, Inter y Blackburn Rovers, las estaciones de su periplo como jugador. “Quiero desarrollar en los niños sus habilidades con la pelota, pero inculcarles también el trabajo en equipo. Siempre les repito que Michael Jordan dijo alguna vez que con tus habilidades puedes ganar un partido, pero si estás junto a tu equipo puedes ganar un campeonato”, subraya, sin olvidar el otro aspecto que dirige su existencia.
“También me preocupo en tratar de que se conviertan en buenas personas. Mis padres eran de origen albanés, el autor de la letra del himno nacional turco era albanés. Ninguno de nosotros decide dónde nace. Todos somos hijos de la naturaleza y de Dios, y las reglas, las leyes y las oportunidades deberían ser iguales para todos, independientemente de la secta, la religión, el idioma, la raza o el origen étnico”, sostiene Sukur en algunas de sus charlas desde California, el sitio donde se sentará frente al televisor para ver el partido ante Países Bajos y ser un hincha más de esa Turquía que lo vio nacer, lo convirtió en ídolo y también lo hace sufrir.
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