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Hacía tres años que Boca no jugaba bien
Cuando Julio César Falcioni llegó a Boca, dirigentes, jugadores e hinchas estaban preocupados porque los últimos entrenadores habían durado unos pocos meses, porque la última vuelta olímpica había sido con Carlos Ischia en el Apertura 2008, porque en ese tiempo apenas si pasaba la mitad de la tabla y porque se miraba el descenso como un riesgo latente, al estilo River, San Lorenzo e Independiente.
Luego de un Clausura en el que Falcioni se mostró dubitativo desde lo futbolístico, a tal punto que probó cinco sistemas tácticos distintos en las primeras diez fechas, logró edificar, de menor a mayor, un equipo. Fue más flexible desde sus ideas iniciales y, tras generar un tregua con Riquelme, no sólo consiguió ser campeón invicto en el Apertura, sino que además tuvo la valla menos vencida en los torneos cortos. Muchos, quizá, podrán cuestionar el estilo, podrán pretender un mayor brillo, pero nadie podrá decir que Boca jugó mal.
Boca no sólo jugó bien, sino que encontró un rendimiento colectivo en solidaridad, esfuerzo táctico e inteligencia para ser superior a los rivales y reducirlos a su mínima expresión. Hacía tres años que los xeneizes no jugaban bien y hasta disimuló las ausencias de Riquelme.
Boca jugó bien porque tuvo un estilo definido, porque los futbolistas le respondieron dentro de la cancha y encolumnados detrás de esa idea, porque generó siempre (salvo en el empate con Argentinos 0-0) más situaciones de gol que los adversarios; porque tuvo una defensa sólida que respondió más en bloque que individualmente. Con lo que cuesta jugar bien en el fútbol argentino y, encima, sostenerlo a lo largo de todo un torneo en donde las lesiones también amenazaron su andar.
Los números respaldan al DT incluso en los cruces con River, donde de cinco superclásicos Boca se impuso en cuatro y el restante fue empate.
Pero 2012 no arrancó como esperaba (en el resultado y, sobre todo, en el rendimiento) y Boca sorprendió con los empates ante Santamarina, por la Copa Argentina, y Zamora, por la Libertadores. Pero en lugar de analizar el bajón, buscar corregirlo y mantener la calma, es una lástima que Falcioni se desgaste en supuestas desestabilizaciones internas y externas. No se entiende por qué se siente más presionado ahora, que es campeón, que antes de llegar a Boca.
cleble@lanacion.com.ar
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