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Daniele De Rossi, con LA NACION: qué extraña de la Argentina, los festejos del campeón y cómo sueña la vuelta a Boca
Sarah, Olivia, Noah, Gaia y ‘Lele’ en modo turístico. Aún con desconfianza, Roma se despereza y la familia sale a pasear. Eligen la Capilla Sixtina y los museos vaticanos, un lugar que Daniele De Rossi no recorría desde aquella visita escolar. Llegan caminando. "¿Sabes dónde vivo?", pregunta, con la respuesta agazapada. "Vivo a 100 metros del argentino más famoso del planeta. Estamos muy cerca de Piazza San Pietro. Al principio fue un poquito complicado, porque mucha gente se sorprendía al descubrir que yo vivía acá, pero ahora soy uno más del barrio", cuenta Daniele. Tiene curiosidad por saber si el Papa Francisco es realmente tan futbolero como le han contado.
El gladiador está de vuelta en el circo romano después de su fugaz viaje al fin del mundo. Intensa travesía. Boca aparecerá continuamente en la primera entrevista que concede a un medio argentino desde que se despidió de la Ribera, cuando este año apenas contaba seis días. "Me despierto en la madrugada y le escribo a Osvaldo ‘mándame dos o tres kilos de pastel de papas’. Y esos asados tampoco los comí más...", bromea. Osvaldo es el cocinero de Boca. Pero la huella es más profunda que un estómago feliz. "Mirando ‘La Casa de Papel’ con mi mujer, cuando hablaba el personaje Palermo, en argentino, nos mirábamos y casi arrancábamos a llorar... Yo volvía de los entrenamientos de Boca, y cuando giraba en Figueroa Alcorta sentía que estaba en mi casa. Yo estaba en el lugar justo, en el momento errado. Pero no pasa semana que no extrañe todo de Boca, de Buenos Aires, y lo siento, porque me dicen que ahora está muy complicada la situación en Argentina y tengo miedo de que el día que pueda volver, no me encuentre con el país que dejé. En el país que yo estuve, me sentí como en mi casa".
El partido con Rosario Central, en el Gigante de Arroyito, semanas antes de la última Navidad, fue el último en una lista que llegó hasta el número 740. Un final abrupto para todos, menos para él. Volvió con su familia y poco después se encerró. Literalmente. El Covid-19 impuso nuevas reglas. Ahora que la Ciudad Eterna quiere parecerse a la que fue, De Rossi propone no bajar la guardia: "Yo vi a Roma como jamás me imaginé que la vería: desierta. Los italianos, y los romanos especialmente, somos los más vivos, y no me esperaba que fuésemos capaces de ser tan respetuosos ante las indicaciones. Porque primero creímos que era una enfermedad de los viejos, pero después empezaron a morir los de 50, los de 40, los de 30 y ahí nos cagamos todos. La vida ya es muy parecida a como era antes, y eso me preocupa porque en Italia nos olvidamos de todo muy rápido. Hay que ser cuidadosos, ya que algunos infectólogos siguen alertando de una posible segunda curva en septiembre u octubre. Yo sigo teniendo un poco de miedo". Siente que no hay que confiarse.
Toma mate ‘Lele’ a cuadras del Vaticano, y aunque se está quedando sin yerba, no se preocupa porque puede ir hasta el complejo deportivo de Trigoria y pedirle al delantero argentino Diego Perotti. Porque De Rossi entra y sale de Roma como lo que es, una leyenda. La camiseta 16 de Boca está por ahí en el departamento, a la vista. No una, varias. Todavía debe regalar algunas para cumplir con pedidos de amigos, jugadores y exfutbolistas. Cuenta que ni en sus 18 años en Roma le pidieron tantas. La del debut contra Almagro y la que uso en la Copa Libertadores están guardadas, claro. "Es la más linda que hay...", refiere con tono nostálgico. Y cuenta una intimidad: "También tengo la 16 nueva, sí, llamé al chico de Adidas y le pedí que me la mande... Como si siguiera siendo mía". Su vínculo con las redes sociales sigue detenido en la Ribera. En foto y frases, aún parece un jugador del plantel de Miguel Ángel Russo. "Me dijeron que debía firmar no sé qué, que los derechos..., a mí no me importa una mierda, me gusta que mi imagen esté cercana a Boca".
De Rossi es campeón del mundo. Él convirtió, en Berlín, uno de los penales que le permitió a Italia derrotar a Francia en la final de Alemania 2006. Ganó dos Copas Italia, dos Supercopas italianas y... ¿una liga argentina también? ¿Tiene cinco o seis títulos en su carrera? "... (sonrisas) Yo soy feliz si alguien piensa que fui parte de una alegría para los hinchas de Boca, pero yo no hice casi nada. Me doy cuenta solo, soy muy consciente. No soy de esos que se toman los méritos de otros. El título lo ganaron mis compañeros en la cancha y me sentí muy feliz por ellos. Me sentí parte de ese grupo, también hoy me siento parte de ese grupo, pero yo no hice mucho. Un jugador como yo, que siempre fue protagonista, un líder, una pieza importante, que jugaba mil partidos, no se va a hinchar el pecho por un título que se ganaron con los dientes y con las uñas mis compañeros. No sería justo, sería irrespetuoso con ellos. Cuando jugué en Boca dejé todo, hice mi parte, sumamos puntos importantes..., yo me siento parte de ese equipo y me seguiré sintiendo parte de ese equipo por los próximos dos o tres años, pero mis merecimientos son muy muy muy pocos", asume.
-¿Viste el partido Boca vs. Gimnasia?
-Se podía ver, mi padre había comprado un, cómo se dice, un carnet, un abono, para verme cuando yo estaba en Boca..., es decir que lo podría haber visto, pero me dormí. Era muy tarde, casi las 3, las 4 de la madrugada en Italia..., y la verdad, estaba seguro de que River iba a ganar fácil en Tucumán. A la mañana siguiente, me desperté, revisé las noticias, controlé los resultados... Y Boca era campeón.
-¿Qué hiciste? ¿Llamaste a alguien, te llamaron?
-Yo hablo muy seguido con ellos, con muchos de mis compañeros... Les mandé videos, notas de audio, los cargué, les reclamé que quería premios, plata, esas cargadas. Les dije que todo era por mis méritos, que ellos no habían hecho nada para ganar el título..., jaja. Pero por esos días no tenía ánimos de fiesta, aquí en Italia los fallecidos eran por centenares a diario. Su memoria requería prudencia. De verdad, sigo hablando con ellos muy muy seguido. Los quiero mucho porque me recibieron de manera increíble todos. Como en cada vestuario, están los cinco o seis jugadores que uno elige, que se quedan en tu corazón. A los otros los quiero; pero por estos cinco o seis, lo que me pidan, iré cruzando el Atlántico para ayudarlos.
-¿Quiénes son?
-Todos me emocionaron. Pero con Franco Soldano, mi compañero de cuarto, hablamos cada dos o tres días; con Paolo Goltz, que es un fenómeno como jugador y como hombre; el ‘Cali’ Izquierdoz, también..., tengo miedo de olvidarme de alguno... Alguna vez hablo con Junior Alonso, con ‘Wancho’, con ‘Ema’ Mas, con Buffa... con Campu [Campuzzano]... El otro día fue el cumpleaños de Iván Marcone y le escribí un mensaje... Pero Franco, ‘Cali’ y Paolo Golz están en mi corazón. Me ayudaron, nos acoplamos fácil, en una semana ya sentía que los conocía desde siempre.
-¿Te sorprendió el nivel de Tevez en 2020?
-Cuando alguien duda de tu nivel, los campeones, los que son número 1, suben de nivel y les cierran la boca a todos. Pasa siempre y en todos lados. Y un fenómeno como él es otro ejemplo. Después, lo ayudó la manera de jugar del equipo, el entrenador Russo le dio mucha confianza y encontró el estado físico óptimo, porque a nuestra edad, si no estás al 100%, es mucho más difícil. La jerarquía no es todo, no alcanza si los músculos no te responden. Se puso bien, se puso con la cabeza justa, como decimos acá, e hizo una segunda parte de la liga increíble. Pero no me sorprendió, no estamos hablando de un desconocido o de un jugador cualquiera. Estamos hablando de Tevez.
-¿Algún día te arrepentiste? ¿Te apresuraste en irte de Boca?
-Estoy re tranquilo con mi conciencia, pero muchas veces me despierto extrañando a Boca. Yo y también mi mujer, Sarah; los nenes no, los nenes son más felices acá, más allá de que mi hijo Noah sigue cantando las canciones de Boca y sigue hablando de Güenos Aires, porque él le dice Güenos Aires. Pero acá tienen a sus abuelos, sus amigos, sus primos. Fue una experiencia increíble, muy corta, demasiado corta para lo que quería hacer yo, pero muy intensa. muy fuerte. Yo no estaba acostumbrado a cambiar de lugar, y menos de país. Y la primera vez que lo hago, me voy al otro lado del mundo, adonde nadie me conocía. En Italia tenía como 1000 personas que me decían "¿adónde vas? Argentina está lleno de criminales, allá te matan por tomar un taxi a la noche, es peligroso..." Yo elegí venir y estuve cómodo y fui feliz. Pero extrañaba a mi hija mayor, ella me necesitaba.
-A seis meses de tu partida, ¿esa fue la única razón, no hubo nada más?
-Yo lo lamento, lo lamento, pero allá es evidente que no me conocen muy bien: yo no digo mentiras, nunca digo mentiras porque no tengo razón para mentir. No miento. Imaginate si voy a decir cagadas, mentiras, en un país que no es mi país. Nunca me perdonaría poner a mi hija como razón para cubrir alguna excusa. En noviembre del año pasado ya estaba convencido y había tomado la decisión: mi hija me extrañaba muchísimo. Tenía que volver a Roma.
-¿Riquelme intentó convencerte?
-Sí, sí, lo intentó él, y lo intentaron Bermúdez y Cascini también. Fueron muy cariñosos todos, y por respeto los escuchaba. Pero fui muy claro desde el primer día que volví, incluso antes de que me sacaran sangre y me hicieran los estudios. Yo les dije: "Me tengo que ir". Me dijeron "creemos en vos, creemos en tu nivel de juego, no mostraste mucho pero no estuviste en tu plenitud física, si te ponés 10 puntos podrás hacer una segunda parte de liga muy buena". Yo pensaba lo mismo, pero la decisión la había tomado por otra razón. No podía convencerme nadie, ni un genio como Riquelme, ni mi padre ni mi abuelo. Nadie. Fue algo muy pensado.
-Hay gente que cree que sólo viniste de vacaciones...
-Sí..., pero no me importa una mierda lo que dice una persona detrás de una pantalla. Si digo que amo a Boca, soy vendehumo; si explico las razones de mi decisión, soy vendehumo. En Argentina es así y acá en Italia es parecido. En Argentina ese vendehumo se usa para todos, para los futbolistas, los políticos, los entrenadores, los dirigentes..., para cada pelotudo en la calle. No me importa lo que hayan dicho, salvo, salvo, un poquito sí, si lo dicen futbolistas, o exfutbolistas que están en la tele, pero me doy cuenta de que ellos tienen necesidad de hablar en la tele. Yo nunca podría hacer algo así. Ni hoy ni en 50 años, yo no hablaría mal de mis colegas en la tele. Puedo dar un juicio, pero nunca diría que alguien estuvo de vacaciones porque es una falta de respeto dirigida a alguien que trabajó en mi profesión. Y además, habla sin conocerme.
-¿Qué te llamó la atención de la organización del fútbol argentino?
-Lo de los promedios no lo puedo entender. No entiendo para qué hay un promedio para bajar a segunda a un club, si es más sencillo: el último, el penúltimo, pierden la categoría. Ya está. No necesitás a Einstein para definir eso. No es normal eso. Después..., es cierto que yo viví en un club muy organizado, el más grande de la Argentina, pero..., por ejemplo, yendo a jugar a Banfield, ahí donde está la cancha el barrio es medio picante, y yo me esperaba canchas que fueran un desastre, vestuarios con mierda en todos lados y vidrios rotos, y no fue así. Encontré canchas perfectas, gente respetuosa -la hincha me puteaba y eso está bien, me gusta-, pero no encontré un fútbol caótico o desorganizado. Es un fútbol digno. De otras cosas pude ser que yo no me haya dado cuenta.
-¿Volverás a la Argentina?
-Tengo que volver como turista y tengo que volver para agradecerle a la gente que tanto me ayudó. Y tengo en mi cabeza la idea de volver como entrenador de Boca, sí o sí. Puedo ser el último de la lista, pero mi idea es esa. Si las cosas seguían bien, ya había quedado con Nico [Burdisso] que iba a empezar mi carrera de entrenador en las inferiores del club. Eso fue antes de que empezaran los pequeños problemas familiares. El día que firmé la rescisión estaba en las oficinas de la Bombonera, y de repente levanté la cabeza y estaba la Copa Libertadores ahí, en una vitrina. Y me dije, ‘no dejé de lo que podía dejar como futbolista, no dejé nada, por eso quiero volver como entrenador porque este club está en mi corazón’. Las vueltas de la vida dirán, pero mi deseo es dirigir a Boca... A Paolo Goltz ya le dije que lo quiero como ayudante de campo, y me tendrá que cebar unos buenos mates.
"Le dicen pechofrío a Messi y no se atreven a pedirle el control de TV a la mujer"
"¿No vale Messi? Entonces también borramos a Maradona. Ellos no juegan el mismo deporte que jugamos nosotros". Para Daniele De Rossi es imprescindible la aclaración cuando escucha que no puede mencionar a Messi entre los argentinos con los que hubiese querido jugar. Separadas las galaxias…, responde. "Siempre me gustó mucho la forma de jugar de Riquelme, fue un genio del fútbol mundial. A otro mediocampista que yo amaba era Redondo, él fue un poeta increíble. Y otro fue Verón, que estuvo en Lazio y en Inter, entonces siempre nos cruzábamos. Yo era muy joven y no me detenía nada, entonces me iba a pelear con los viejos, y creo que debe tener recuerdos de ese hincha pelotas que hablaba, hablaba..., yo hablada demasiado en la cancha. No tenía miedo, tenía la bravura de los jóvenes y me peleaba con todos. Con esos argentinos del Inter... Verón, Kily González, Almeyda... Yo iba y me tiraba en el medio de todos. Pero me daba cuenta de que Verón era de otro nivel. Y pasando a nuestra época, hay un jugador que está a la altura de los más grandes: Di María me encanta, me gustó siempre. Y tiene buena cara, parece un buen tipo. Él y Agüero, de los que juegan el mismo deporte que jugué yo, son los mejores argentinos de la actualidad".
Enfrentó a Messi. Claro, varias veces. ¿Quién no recuerda aquel 3-0 de abril de 2018, cuando Roma se recuperó de un 1-4 en la ida y sacó a Barcelona de la Champions? Ese día, De Rossi marcó de penal. "Compartir la cancha con él es una motivación. A veces me daba cuenta que mis compañeros, antes del partido, lo miraban con ojos distintos, como de admiración..., y también a mí me pasó. Yo trataba de no mostrar mis sentimientos ni mi debilidad ante un jugador tan grande. Cuando le sacás la pelota a Messi te da un sabor distinto a si se las sacás a un burro cualquiera".
"Él se acostumbró, en los últimos 15 años, a jugar contra gente que vive sólo para demostrar que puede compartir la misma cancha. Y para eso, él también debe tener una gran fortaleza mental. Futbolísticamente no hay nada más que explicar, se acabaron las palabras. Hay otros muy buenos, como Ronaldo, que puede ser comparable desde los números, los goles y trofeos, pero después hay una cuestión de placer, y a mí me gusta ver a Messi. La única fortuna que tuvo es que jugó en el equipo más grande de los últimos 30 años, el Barcelona de Guardiola, entonces sus compañeros, sin ser tan buenos como él, eran dignos de estar a su lado", completó su análisis.
–¿Notaste en la Argentina que aquí todavía se lo discute a Messi?
–Si en Italia contás que en la Argentina le dicen pechofrío a Messi, acá se ríen, no entienden nada. ¡Cómo le vas a decir pechofrío a Messi que tiene dos huevos así de grandes! Hay gente que tiene el coraje de decirle pechofrío a Messi detrás de una computadora, y después ni tiene los huevos de pedirle a su mujer el control de la tele para cambiar de canal. ¡Y le dicen pechofrío a uno que marcó más de 1000 goles en su vida! ¡Vamos! Nadie como él se ha acostumbrado a disfrutar del amor de la gente y también a soportar las críticas, muchas veces injustas. Él perdió dos finales de Copas América por penales, y yo soy campeón del mundo por penales... Mira, él es un pechofrío en la Argentina y yo soy un héroe junto con mis compañeros por haber ganado el Mundial del 2006... ¿Y cuál es la diferencia? 5 centímetros. No puede ser, no, me niego. Me gustaría que tengan en cuenta que muchas veces es él, el que se carga todo el equipo sobre su espalda.
Jugó con 16 argentinos a lo largo de su carrera en Roma. Leandro Cufré. Walter Samuel, Gabriel Batistuta, Nicolás Burdisso, Guillermo Burdisso, Heinze, Gago, Lamela, Nicolás Spolli, Iturbe, Leandro Paredes, Diego Perotti, Ezequiel Ponce, Federico Fazio, Jonathan Silva y Javier Pastore. Suponía que eran muchos. "Podría contar cosas positivas de cada uno. Pero uno que me partió la cabeza fue Bati. Cuando yo entré en el vestuario de Roma era un pibe, y él ya era Batistuta. Y conocí esa luz que se llevaba cuando iba caminando por el vestuario. Era distinto. Aunque a veces sin hablar, era un futbolista y un hombre distinto. Después, me empecé a cambiar a su lado y era fascinante. Él llegó y empezó a convertir y a convertir goles y nos llevó al scudetto después de 20 años. Yo me entrenaba con él y quería abrazarlo, besarlo, pero no me podía comportar como un hincha".
Con otro argentino conserva una relación muy especial. Con Burdisso, fue su compañero... y de alguna manera su jefe en Boca. "La vida también nos juntó del otro lado del mundo. En otro lugar y en otra función. Él me ayudó en todo. Cuando lo conocí fuera de Roma, del lado dirigencial, me di cuenta de que era más grande lo que lo que incluso pensaba. Es un gran amigo... Pesado como jugador, lo que acá llamamos ‘martello’, martilo, siempre enfocado, demasiado concentrado en el fútbol, siempre rompiendo los huevos con el fútbol..., muy profesional. Nico me decía ‘venite a Boca, será un año importante, habrá elecciones’. Y yo pensaba ‘¿qué dice este tarado, que me importan las elecciones, si lo que yo quiero es jugar en Boca?’ En Europa los jugadores ni se enteran de las elecciones en los clubes, pero allá es distinto, claro..., después me di cuenta lo que significa en un club como Boca tener elecciones".
De Rossi jugó con el pasado de la selección, Batistuta, Heinze, Gago, y con el presente, Leandro Paredes. "El tema selección argentina es medio raro..., por su calidad, no es segunda de nadie, tiene más calidad que todos, pero ha tenido distracciones, problemas de funcionamiento o simplemente mala fortuna, y eso le ha impedido ganar títulos. Creo que Leo [por Leandro Paredes] puede ganarse un lugar fijo en el medio por muchos años más. Porque tiene jerarquía y muchísima personalidad. Tendrá que mejorar algunas cosas, como todos los futbolistas de 25 años. Ya tiene un nivel más alto del que yo tuve en toda mi vida; yo nunca jugué cada año intentando ganar la Champions o ganarme un puesto en una selección como la argentina. Yo soy feliz por él, porque lo conocí cuando era muy joven, era muy tímido; llegó lesionado y traté de ayudarlo. Y no porque viniese de Boca, no. Iturbe y Lamela llegaron de River y yo hice lo mismo, a mí me importa una mierda de donde vienen, sólo me importa que se porten bien y sean respetuosos. Y ellos lo fueron".
-¿Qué es ser campeón del mundo? Alemania 2006 fue muy especial para vos, te pasó de todo: te expulsaron, volviste en la final, marcaste un penal en la definición con Francia, sólo tenías 22 años...
-Tenía 22 años, en ese momento no te das cuenta totalmente de qué significa ser campeón del mundo, para tu carrera y para tu país. Ando por Italia y la gente me saluda, me cuenta qué estaba haciendo mientras yo pateaba el penal en la final contra Francia, gente que se lo olvida nunca más. Pibes de 15 años que me ven y me agradecen, y casi que ni habían nacido. Eso es inolvidable. En los países latinos, calientes, pasa igual. Seguro que los campeones argentinos del 78 y del 86 siguen siendo homenajeados en cada lugar que van. Yo, donde fuera a jugar, dejaba la vida y me ganaba las mejores puteadas de la hinchada contraria, pero cuando todo terminaba sabía que me respetaban. Y sé que era por el Mundial. A los 22 años te ponés borracho en el micro descubierto durante los festejos, pero después, con los años es cuando te das cuenta cuánto significa ganar un Mundial con tu país.
Lo dirigieron Capello, Spalletti, Ranieri, Luis Enrique, Lippi, Donadoni, Prandelli y Conte, entre otros. "He tomado cosas de cada uno, también esas cosas en las que pienso que no fueron tan buenos. Sus errores, lo que yo no quiero hacer de la misma manera. Fui un afortunado, ahora, eso no significa que yo voy a ser un buen entrenador. Veremos si soy capaz de transmitir lo mismo, esas son cosas bien distintas", aclara. Asoma el entrenador De Rossi... "Creo que estoy muy cerca de ser técnico. Seguro, me siento listo, me siento entusiasmado. Hacemos reuniones con mi cuerpo técnico. Aun sin equipo, ya estamos trabajando juntos, mirando el fútbol desde el otro lado, desde donde nunca lo había visto. No tengo prisa, pero me emociona la posibilidad porque tengo muchas ganas".
–¿Te hubiese gustado ser dirigido por algún DT argentino? ¿Menotti, Simeone, Bielsa? ¿O Bianchi?
–Mira, Bianchi significó muchísimo en Boca..., y lo relaciono con lo que hablábamos antes sobre Messi. Bianchi en Boca es un dios y en Roma es medio boludo, la gente lo considera medio boludo y eso es increíble. Es un entrenador que ganó todo, ganó todo en Sudamérica, ganó todo en el mundo, ganó tres veces la Intercontinental, fue campeón del mundo con Vélez y dos veces con Boca, ¿entonces de qué estamos hablando? Bianchi puede tener la misma jerarquía que un Lippi o un Capello, hablamos de un fenómeno absoluto... Pero no me acuerdo mucho de su fútbol en Boca, era muy joven. Ahora, mirando los técnicos de la actualidad, y siendo muy muy distintos entre ellos, los dos mejores entrenadores que tiene la Argentina son Simeone y Gallardo. Tienen una mentalidad distinta, son opuestos, pero ambos son dos fenómenos. Simeone ya demostró en Europa que es un gran técnico y Gallardo tiene todo por delante aún, pero su manera de ser y de entrenar me parecen muy europeas. Después, también destaco a Pochettino y, para mí, el más encantador es Bielsa. Me interesa porque todos los jugadores que lo tuvieron hablan bien de él, y porque sus equipos juegan para atacar, para disfrutar. Me gustaría ir a Leeds a ver sus entrenamientos y hablar un poquito con él. Me encantaría aprender de él.
–¿Cuál es el primer recuerdo que tenés de Maradona?
–Mis primeros recuerdos están ligados a esas imágenes del Napoli, y yo nunca fui hincha del Napoli, soy hincha de la Roma desde muy pequeño, pero yo pienso que el corazón de cada aficionado del fútbol no puede no amar a un jugador como él. Esas imágenes del Napoli son mis primeros recuerdos, y lo maravillado que quedaba mi padre mirándolo. Y después, el Mundial, el Mundial del 90, que veo que cada día Diego lo está recordando en su cuenta de Instagram. Ese Mundial fue especial, acá en las calles se respiraba la fiesta, teníamos un buen equipo, me acuerdo como los napolitanos lo bancaron durante todo el partido pese a que Diego estaba jugando contra Italia, me acuerdo cómo lo silbaron en la final en Roma... Aquella fue una película, y un chico de 7 años, los que yo tenía, no se lo olvida nunca más.
–¿Fuiste a la cancha en Italia ‘90?
–No, no era fácil conseguir tickets. Pero lo viví en las calles, en las casas de mis amigos... Y esa final, lo siento, sé que no les gustará en la Argentina, pero yo hinché por Alemania porque estaba Rudi Voeller, que era jugador de Roma en ese momento, y yo estaba totalmente enamorado de Voeller, era nuestro símbolo, era el N° 9. Enloquecía por él, entonces fui muy feliz con ese título de Alemania.
–A él le hacen el penal que en la Argentina todavía se discute...
–No me acordaba que había sido sobre Voeller..., pero sí que había sido polémico, y que Diego acusó a la FIFA por aquello. Yo era un niño, no me daba cuenta de esas cosas. El penal lo pateó Bremhe, que jugaba en Inter. Y esa canción inolvidable de Gianna Nannini, que mirá vos, nosotros la poníamos todos los días en el micro en Alemania 2006. Después de 16 años, nosotros la transformamos en nuestro himno. Y ganamos la Copa del Mundo.
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