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Gustavo Bou, del Cilindro de Avellaneda a Disney: la burbuja de la MLS en tiempos de Covid
Gustavo Bou lleva en su foto de WhatsApp un abrazo en la nieve con Martina, su hija de cinco años que le cambió la vida: cuando marcó su primer gol en Racing, una noche ante Newell’s en septiembre de 2014, Bou celebró llevándose la pelota a la panza, festejando su llegada. De ahí en más todo cambió para el delantero que hasta los 24 años era mirado de costado, que no había terminado de explotar ni en River, ni en Olimpo, ni en Liga de Quito, ni en Gimnasia La Plata. Ahora, a los 30, la ‘Pantera’ cumple su primera temporada en New England Revolution, de la MLS de Estados Unidos. Lejos de la nieve de Boston y de su familia, concentrado en el complejo Wide World of Sports, en Disney, Orlando, disfruta de la vuelta a la actividad en la Major League Soccer después de cuatro meses.
El regreso para la Pantera fue el jueves pasado, con triunfo por 1 a 0 de los New England Revolution sobre Montreal Impact. El gol de la victoria fue tras un zurdazo fortísimo del 7. "Me sentí muy bien. Supe entender el contexto que se iba a dar, me adapté al protocolo del partido y a unas condiciones que no son las que estamos acostumbrados. Jugamos un excelente partido. Terminé muy contento porque después de tanto tiempo, que sea con triunfo y con gol es una alegría", repasa el entrerriano. El particular contexto tuvo un ingrediente más: el entrenador rival fue el francés Thierry Henry, que durante los primeros ocho minutos y 46 segundos del partido los vivió con la rodilla en el suelo, el tiempo que George Floyd estuvo inmovilizado y asfixiado por un policía hasta que perdió su vida.
"Lo vi después. Una vez que arranca el partido estoy tan concentrado que no me doy cuenta lo que está pasando afuera. Después –cuenta Bou, que lleva 10 goles en 15 partidos desde que llegó hace un año a Boston–, en el segundo tiempo estuve a dos metros de él, así que le estiré el puño y lo saludé. Le dije que es un placer tenerlo cerca porque es una leyenda del fútbol. Uno de chico lo admiraba, jugaba a la Play con él. La verdad que me parece muy bueno todo lo que se desencadenó en el deporte en estos últimos meses, porque es algo en lo que estamos de acuerdo: el racismo se tiene que terminar porque somos todos iguales."
–Hasta el parate estabas en muy buen nivel, como si te quedara cómodo el torneo norteamericano. Y en el regreso pareció lo mismo. ¿Te reencontraste con tu mejor nivel en la MLS?
–Supe manejarme a la hora de llegar, estar tranquilo, convencido de lo que puedo dar y con la confianza que me dio el cuerpo técnico. Creo que por eso pude rendir. Además, decidí no apurarme. Cuando llegué a México quería demostrar todo en el primer partido, me apresuré. No la pasé bien. Venía con el ritmo de Argentina y no supe entender el lugar donde estaba. Hasta que bajé un cambio y me pudo ir bien, entendí el ritmo de vida, el ritmo del juego. Creo que acá pude entrar con eso que había aprendido en México: me tomé el tiempo para conocerme con mis compañeros. Me sirvió, le gané a la ansiedad. Y ahora, en este regreso, voy a tratar de hacer lo mismo.
Gol para la victoria sobre Montreal
–¿Y en estos cuatro meses cómo hiciste para manejar la ansiedad?
–Difícil. Pero la verdad que estoy muy tranquilo. Hoy me encuentro muy bien. En la cuarentena había un momento de ansiedad, de querer llevarse puesto todo, pero traté de entender la situación que se vivía, era algo único a lo que le teníamos que poner el pecho. Ahora que estamos en un torneo relámpago, corto, volvemos a tener esa sensación de adrenalina que no sentimos hace mucho. La verdad que estaba esperando que comience el torneo porque es una sensación, la de estar dentro de la cancha, que hace tiempo no tenía. Se extrañaba mucho. Al principio todo esto fue duro. Los primeros días en casa le metí con ganas, pero después se alargó tanto que se hacía difícil. Me tuve que encontrar conmigo mismo, demostrarme que puedo entrenar y motivarme solo. Siempre pensé que necesitaba a un profe, a mis compañeros para entrenarme. Uno convive con eso desde chico. Y siempre lo tuve en la cabeza. Hace 16 años que entreno así. A veces para las Fiestas me iba de vacaciones a Concordia y le tenía que pedir a un amigo o a un profe que me acompañara a entrenar, porque si no no podía. Acá aprendí a hacerlo solo.
A la hora de volver al club me costó menos, me hicieron las evaluaciones de nutrición y de fuerza y hasta estaba mejor que cuando arrancó la cuarentena. Me hizo bien saber que saqué cosas positivas, incluso del momento difícil que estábamos pasando. Así que ahora toca disfrutar la parte más linda.
–¿Cómo es la vida en ese complejo donde conviven 25 equipos?
–Ya llevamos casi dos semana acá. Dentro de todo, aunque hay un protocolo muy estricto, uno trata de sentirse cómodo. Todo es raro por cómo está la situación, acá y en el mundo. Pero de a poco trato de pensar sólo en jugar. Este es un complejo muy grande. Por ahí te cruzás con algún equipo, pero hay horarios para entrenar y para no estar cruzándose constantemente. Cada dos días tenemos el test y hasta ahora va marchando todo bien. En nuestro caso tenemos un piso para nosotros solos, tomamos el desayuno en el lugar determinado y de ahí nos vamos a entrenar. Tenemos el micro propio, entrenamos en una cancha asignada y nos volvemos. Ahí viene el almuerzo, los videos y alguna charla con el cuerpo técnico. Y después ya queda libre para cada uno. Es muy estricto, pero ya es normal. Fuera de la habitación tenemos que andar con barbijo. Uno tiene la conciencia de que no se puede relajar porque el virus puede aparecer en cualquier momento.
–Si querés ir a saludar a alguno de los argentinos que hay en los demás equipos, ¿podés?
–Por ahí te lo cruzás en el lobby de casualidad, nos chocamos los codos o nos saludamos a la distancia. Tenemos estudios cada dos días. Si a alguien le llega a dar positivo, todo el equipo entra en cuarentena. O si te lesionás y tenés que salir del hotel para hacerte un estudio, te hacen el test y hasta el otro día que esté el resultado vos te tenés que quedar en tu habitación. Uno trata de seguir las reglas y tomar las precauciones.
–¿Te sorprendió algo del fútbol de los Estados Unidos?
–En Argentina nos acostumbramos a tener todo, aunque no con tanto volumen. Acá lo que necesitás, lo tienen. Yo llegué en julio y me dijeron que estaban empezando un predio nuevo, que lo querían terminar en diciembre. Me reía. ¿Cómo lo iban a hacer en seis meses? Pero en diciembre el predio estaba terminado. Y las veces que entrenamos ahí fue espectacular. La Liga en general, y cada club en particular, hace mucho para que sea todo más competitivo. Es el predio en el estadio donde Maradona jugó su último partido con la selección, que compartimos con el fútbol americano. Te impresiona lo grande que es ese estadio.
–¿Te enganchaste con el fútbol americano? La misma franquicia de tu club es la más popular de la NFL..
–Fui a ver dos partidos. Me impresionó. La cantidad de gente divirtiéndose a su manera, con pasión, me gustó. Es otro deporte, es difícil de entenderlo, pero te das cuenta que cualquier jugada, o por cualquier cosa que pasa, la gente lo disfruta. Me hacía acordar a lo que es el fútbol para nosotros en la Argentina, que con un córner nomás la gente ya se viene abajo.
–¿Se extraña eso del fútbol argentino?
–Sí, obvio que se extraña. Pero tuve la suerte de adaptarme, lo mismo que en México. Aprendí que no tengo que tratar de buscar que todo sea como en Argentina. Porque al principio me pasó así. Cuando me fui a Ecuador, a los 22 años, quería demostrar mi juego en la Liga de Quito. Pique para acá, pique para allá. Y era la altura. Si picaba una vez, no podía picar más. Mi cuerpo no resistía mi juego. La pasé mal y me volví. No quiere decir que alguno viva mejor que otro el juego, son culturas diferentes.
–Llevás un año en Boston. ¿Te costó la adaptación?
–Es una ciudad muy linda, con mucha historia, para disfrutar del tiempo libre. Estoy cómodo. La verdad es que disfrutamos mucho la etapa de la nieve porque era algo que no me había tocado conocer. Una vez me fui a Bariloche y ni nieve había. ¡Una suerte! En Boston, en invierno, tenés la nieve y por ahí te vas a un hotel que tiene pileta, podés andar de malla con juegos y todo porque está climatizado. Se puede disfrutar del verano y del frío. Ahora, en Orlando se complica. Ya había estado con Racing en una pretemporada para esta época y tuve la suerte de poder venir a los parques con mi familia. Hasta para tomar sol está difícil el calor.
–Nombrás a Racing. ¿Cuántas veces fuiste campeón con la Academia?
–Para mi salí campeón una sola vez, en 2014. Obviamente que fui parte del Racing campeón del ‘Chacho’, pero me siento más campeón en 2014, cuando tuve una participación constante en el equipo. Disfruté que Racing saliera campeón como un hincha más. Pero uno sabe cuánto aportó en cada uno de esos dos torneos. Siempre digo que me gustaría una tercera etapa, y que siempre que vuelva a Argentina la primera opción va a ser Racing. Fue una época muy linda.
–En esta etapa sin actividad, ¿entraste en la nostalgia de volver a ver goles viejos, como les pasó a muchos?
–En la cuarentena reviví casi todos los partidos que jugué en Racing. La verdad que me emocioné. Hay cosas que uno no se acuerda: algún gol que hice, el momento. Se me vinieron recuerdos muy lindos, porque quizá cuando el hincha de Racing me lo decía, yo estaba todavía ahí, entonces no me daba cuenta de la importancia. Me tomé esas horas para ver algún partido importante, algún clásico. Fueron sensaciones muy lindas. Ojalá haya otra etapa, pero no el fútbol nunca se sabe. Pero lo digo siempre: si vuelvo a Argentina, la primera opción va a ser Racing, aunque también se que tal vez no se pueda dar.
–Integraste el ataque con Lautaro Martínez cuando tenía sus primeros minutos en Primera. ¿Veías a este futbolista por el que Barcelona puede pagar 140 millones de euros?
–La verdad que, conociéndolo, se veía que tenía muchas condiciones, sobre todo que estaba muy centrado. Sabía lo que buscaba, lo que quería. Tuvo la posibilidad de esperar su momento. Él hacía dos o tres goles por partido en la Reserva, se hablaba mucho de él en el club, pero supo entender que en ese momento los delanteros que estaban jugando venían muy bien. Esperó la oportunidad. Y la aprovechó. Sorprendía que por la edad que tenía entendiera tan bien los momentos, yo lo aprendí de mucho más grande. Después, dio los pasos agigantados, eso es lo que te puede sorprender un poco. Pero el que lo conoce sabía que podía llegar a esto. Hablo seguido con él. Cada vez que hablamos nos acordamos de que el festejo ese que ahora es marca registrada lo empezamos a hacer los dos juntos. Pero mi festejo siempre fue mirando al cielo, agradeciendo a mi mamá. Y a él le quedó el del Toro.
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